Cuando fui a finales de febrero a Mérida tuve esa misma experiencia agridulce de la ciudad maravillosa a la que ambien quiero volver. Estuvimos sin luz dos veces, con fallas de Internet y sufriendo por la falta de efectivo para movernos. Casualmente la vez pasada, en 2016, casi me quedo varado por un paro de transporte. Pero sigue siendo maravilloso subir el teleférico, comer tam sabroso y barato, recorrerla a pie y ser atendido con tanto cariño. Lo máximo.
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Definitivamente Mérida es un paraíso... Quiero volver.