A continuación, paso a narrar los acontecimientos que nos han sucedido desde hace seis meses, en compañía de la señora Petra Rojas, de 77 años de edad, mamá de mi esposa, que, por su condición de salud, ha estado con nosotros durante este período de tiempo. Para entrar en contexto, la historia se desarrolla, en tres localidades del Estado Táchira, Venezuela. Un pueblo llamado Seboruco, la aldea Guanía y la capital del Estado, San Cristóbal.
Por requerimiento de Neira Hernández, así se llama mi esposa, la Sra. Petra del Carmen Rojas, ha permanecido con nosotros, desde febrero de este año, en la ciudad de San Cristóbal, en donde se le han realizado una serie de exámenes, consultas, medicamentos, con el fin de mejorar su calidad de vida, deteriorada desde hace mucho tiempo a causa de una úlcera varicosa. Es importante mencionar que todos los gastos que se han generado, hemos sido nosotros, Neira y yo que nos hemos hecho cargo. Y gracias a una buena alimentación y cuidados diarios proporcionados por su hija, su condición había mejorado enormemente. Por este motivo decidió irse a pasar unos días en la Aldea, junto a la familia.
Neira se encontraba preocupada por el viaje, ya que no iba a estar a su lado, y de esta manera no podía cuidarla como lo hacía, le dije que se calmara, que confiara que todo iba a salir bien. El lunes 19 de junio, un buen amigo la llevó en su carro hasta el pueblo de Seboruco. Al llegar a su destino, debió pasar la noche en casa de Ramona, una sobrina, al otro día viajaría a la aldea.
El día martes 20 de junio, alrededor de las 5 de la tarde, estaban allí Juan Carlos, hijo de la Sra Petra y Antonio, un vecino, que la trasladaría a la aldea. Y justamente en el momento que se desplazaba caminando por el pasillo hacia las afueras de la casa, donde la esperaba el vehículo, tropezó de manera ingenua y sufrió una caída.
Nos comentan que rápidamente las personas que estaban allí, trataron de levantarla, pero no lograron ponerla de pie, es así que proceden a sentarla en el vehículo. A pesar de la caída y sus posibles consecuencias, la trasladan a la aldea y allí permanece en cama; ella sentía que no podía caminar por sí sola. En esas noches aciagas de mucho dolor, fue atendida por su hija Rosa.
En Guanía, los hermanos de Neira y la señora Petra, decidieron no decirnos nada, por aquello de no preocuparnos, sin embargo, Zenaida Pérez, la enfermera de la aldea, le estaba haciendo seguimiento y temía que las cosas no estaban bien. El jueves por la noche, siendo las 10:30 pm, nos llamó por teléfono y nos comunicó la situación que se estaba viviendo en la casa, luego de la caída del día martes. Nos llenamos de preocupación, como es natural, rogando que no fuese nada grave.
El día viernes siguiente, por instrucciones de Zenaida, es llevada hasta La Grita para realizar Rx de cadera, y efectivamente, presentaba fractura de fémur en la parte superior. En la clínica le aconsejan no inmovilizarla y trasladarla de nuevo a la Ciudad de San Cristóbal para ser evaluada por especialistas.
Al tener las imágenes de Rx, Zenaida me las hizo llegar, comunicando además que ella personalmente traería a la Sra. Petra a San Cristóbal. A partir de ese momento, la responsabilidad del caso quedaba en manos de nosotros. Fue así que me trasladé hasta la Cruz Roja, en busca de un médico traumatólogo, y lo conseguí: el Dr. Leonardo Uzcategui.
A las 4 de la tarde, llegan con la Sra. Petra a Consulta en la Cruz Roja, para su valoración en el área de traumatología, y el médico de inmediato determinó que se trataba de una fractura de cabeza de fémur, que era necesario una cirugía urgente con implante de prótesis fémur-cadera. ¡Madre mía! La situación se terminó de complicar. Este diagnóstico me preocupó mucho, solo pensaba en el costo de la cirugía y la prótesis juntas. No sabíamos por dónde comenzar. ¡Éramos muchos y parió la abuela!
Nos llenamos de paciencia y de mucho valor. Ante estas dificultades, lo mejor es lograr conseguir la calma, para poder llevar adelante las acciones que te dicta la razón. El día siguiente fui a buscar el presupuesto, el precio de la cirugía 1.600 dólares, y de la prótesis, 700 dólares. Impresionante. ¿Pero qué podremos hacer? ¿De dónde iremos a sacar todo ese dinero?
A pesar de todas las adversidades, nos llegaban buenas noticias desde la aldea, preocupados por lo sucedido, los vecinos, familiares y amigos de Guania, se estaban organizando en comunidad con el fin de recoger fondos y ayudarnos hacer frente a esta situación. De igual manera, supimos de la posibilidad de recibir un apoyo financiero desde el exterior, en calidad de préstamo, para poder avanzar con las todas las diligencias.
Sin embargo, no todo fue color de rosa. Por motivos ajenos, presiones internas y externas, cambiamos de rumbo y vimos la necesidad de llevarla a un centro hospitalario público; así que por la noche del día domingo conseguimos una cita con el director del Hospital del Seguro Social. Al día siguiente, asistimos con la Sra. Petra, fuimos recibidos por la persona encargada y un médico traumatólogo, se llamaba Juan Carlos Sánchez; quien nos dijo que las acciones a seguir se debían definir en reunión conjunta, familiares, médicos, jefe de enfermería, y director del hospital, y así fue. El día miércoles se plantearon diferentes escenarios, los pros y los contras, la urgencia, las condiciones de la señora Petra, y se acordó realizar la cirugía el sábado 1 de julio a primera hora. Ese mismo día me comuniqué con el médico, quien vendría en horas de la tarde hasta la casa, para recabar información y darnos indicaciones antes de la operación.
Al día siguiente, comenzamos con la muestra de sangre que fue tomada en la casa. Luego, solicité una parte de los fondos que recibimos en calidad de préstamo, y me dirigí hasta la empresa Mundo Implantes a pagar el valor de la prótesis, indicada por el especialista. Posteriormente, me dediqué personalmente a conseguir todos los insumos, algunos por donación, otros hubo necesidad de comprarlos. Neira se encargó de las cosas que se debían llevar al hospital, artículos de aseo personal, lencería, entre otras.
El viernes nuevamente, con la fuerza impetuosa de Ramón, de 33 años, el hijo menor de doña Petra, quien literalmente la cargaba en sus brazos, fuimos a un centro asistencial para realizar Rx de torax, Rx de pelvis, evaluación cardiología, electrocardiograma, evaluación internista. Luego de las consultas médicas, tuvimos que dirigirnos a otra instalación de salud, ahora se trataba de un banco de sangre, para reforzar su hemoglobina le indicaron suministrarle concentrado globular, esa noche le aplicaron el primer componente globular. En ese ínterin de tiempo, fui a Locatel, al otro extremo de la ciudad a buscar unas medias especiales de comprensión, que le habían indicado, al llegar luchamos cómo ponérselas. La señora Petra, esa noche no durmió, primero por la angustia que le generaba el hecho de la operación y segundo por la presión que ejercieron estas medias en sus piernas.
Al amanecer del día sábado, prácticamente ya todo estaba listo: insumos, exámenes, enseres, solo debíamos hacer acto de presencia en el Hospital.
A las 6:30 am, nos dirigimos al banco de sangre, a retirar los concentrados de sangre, dispuestos en un envase especial, luego nos dirigimos al Hospital, siendo las 7:00 de la mañana. Allí fuimos recibidos en la emergencia de traumatología donde nos estuvimos llenando planillas y entregando los resultados del preoperatorio. Al rato de estar allí, se hizo presente el médico traumatólogo, informándonos que, lamentablemente ese día no se podía realizar la cirugía, ya que se le presentó un problema en el quirófano, con el equipo de médicos. Más adelante nos explicaría los motivos.
Nos indicó que debía hospitalizarla para tratar de asegurar que la intervención se diera en los días subsiguientes. Quedamos atónitos con la noticia, mas no nos dio tiempo de reaccionar. Resignados, en silencio, acatamos lo que nos decía el médico tratante. Se comenzó todo el proceso de ingreso hasta que nos mandaron a piso, conducidos por un camillero. Era indudable ante nuestros ojos, el deterioro impresionante que tienen estas instalaciones sanitarias. Al llegar a la habitación asignada, compartida con dos personas más, la señora Petra quiso ir al baño, ayudada por supuesto de sus hijos, Ramón y Neira. Sorpresa fue encontrarse con el baño en total desaseo, para limpiarlo había que sacar agua depositada en un tonel, el escenario era desconsolador. Un grito ensordecedor anunciaba la desesperación de los familiares de un paciente infartado, nos alarmó a todos. Los pisos de los pasillos estaban sucios, las papeleras, el personal que labora allí, como desorientado, en fin, una serie de acontecimientos que pudimos experimentar en apenas transcurridos unos minutos de haber ingresado a ese centro hospitalario.
La mirada de la Doña Petra era indescriptible, todo el tiempo en silencio con sus dolores y su paciencia, no llegó a expresarlo verbalmente, sus ojos lo gritaban. Solo pensaba que por infundios externos saltamos, de haberla operado con tranquilidad en la Cruz Roja, a no saber a ciencia cierta la fecha de su intervención.
Se acercaba el mediodía y la señora Petra aún estaba en ayunas, era muy necesario que se alimentara. Entonces Neira y yo nos dirigimos a la casa y en el camino estuvimos recapacitando y pensando en todo lo que nos deparaba. En realidad, no nos daban una fecha cierta, puesto que el motivo de la negativa a operarla, era precisamente la larga lista de personas que están aguardando allí, internados, pasando penurias, por una intervención quirúrgica. Lamentablemente no tienen más opción.
La reflexión giraba en torno a que, si no fue este sábado, es probable que fuese el sábado siguiente. Y nos preguntábamos, ¿cómo vamos a tener a doña Petra en esas condiciones, allí, durante una semana? Realmente no merecía esa tortura.
Al llegar a la casa, le dije a Neira que intentara conversar algunas ideas que yo tenía, con el médico traumatólogo y me respondió que no tenía cabeza para nada; le dije, si me autorizas, lo puedo hacer por ti. Su respuesta fue un sí rotundo.
Hice la llamada donde le hice ver el escenario real al que se debía enfrentar la paciente, en los días por venir. Este fue el planteamiento: Dr Juan Carlos, si existiera la posibilidad de un presupuesto razonable, una cantidad que uno pudiera considerar, tal vez uno lo pensaría, de inmediato entendió el mensaje y su respuesta fue positiva. Hizo un par de llamadas, yo hablé de nuevo con Neira para consultar otros detalles de lo que estaba acordando. Y así fue. Con algunos condicionamientos, como que no haya tomado mucha agua y firmar el alta de contra/médica, se decidió realizar la cirugía, ese mismo día.
Ahora vendría dar de alta a doña Petra, y esa tarea estaba a cargo del médico tratante con la anuencia por supuesto de la familia. El médico de guardia ya tenía la orden para dar de alta a la señora Petra, a petición de la familia. Recuerdo que fue llevada en silla de ruedas, conducida por aquel médico: Juan Velázquez, acompañado de un camillero, que ni se enteró de la urgencia del caso. Eran las cuatro de la tarde y debíamos sacarla y llevarla a una clínica privada donde se realizaría la cirugía. A partir de allí, todo fue un corre corre, las maletas, la silla de ruedas, los enseres, los insumos, la sangre, muchas cosas que teníamos pendientes movilizar.
Al llegar al centro clínico La Paz, Ramón y Neira la fueron bajando del carro y entrando de una vez al quirófano para la preparación de la cirugía. Vaya qué día estábamos pasando. Mucho más fuerte para la señora Petra, por su condición de slaud. Ya en la recepción, vimos desfilar uno a uno, el personal involucrado en la cirugía, enfermeras, enfermeras auxiliares, anestesiólogo, medico asistente, entre otras personas.
A las 5:10 pm comenzó la cirugía, Ramón, Neira y yo, esperábamos en silencio, leyendo mensajes de la familia y allegados, aguardábamos impacientes. Habían transcurrido 40 minutos y el Dr Juan Carlos Sánchez sale del quirófano y nos dice: ¡ya ha terminado, ha salido todo bien! Y comienza a darnos detalles de toda la operación, la señora se comportó como una excelente paciente. En fin, la sonrisa en su rostro manifestaba regocijo por la labor prestada. Neira y Ramón no salía de su asombro, por lo rápido de la operación.
Las horas siguientes de recuperación transcurrieron con normalidad, Neira se quedó en la clínica, y la acompañó toda la noche. Cuentan que, al día siguiente, le dieron un desayuno reparador. Ramón y yo llegamos a la clínica a eso de las nueve de la mañana, siendo las 11:30 de la mañana, llegó el médico traumatólogo a ver su paciente: la examinó y vio que tenía suficientes fuerzas para tratar de incorporarla. Con la ayuda de Ramón, la sentó en la cama, se mareó un poco, luego precedió a levantarle, sujetándose en una andadera, no hay mareos, y comienza la señora Petra, a dar sus primeros pasos.
Todos quedamos admirados, qué emoción, qué alegría, ver a la señora dar sus primeros pasos.
Aquí finaliza la historia de doña Petra y su operación de fémur con implante de prótesis. Vaya que pasamos unos días de mucha angustia, que al final de lois hechos, la vida nos regaló un final feliz.
Muchas gracias.
Fotos propias desde mi Redmi Note 9S
Traducido por deepl.com
Todos los derechos reservados: @tuniawi 2023
There were many of us and grandma gave birth. English/Spanish
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Neira was worried about the trip, as she was not going to be by her side, and so I could not take care of her as I did, I told her to calm down, to trust that everything would be all right. On Monday 19 June, a good friend took her in his car to the town of Seboruco. When she arrived at her destination, she had to spend the night at Ramona's house, a niece, the next day she would travel to the village.
On Tuesday, June 20, around 5 p.m., Juan Carlos, Mrs. Petra's son, and Antonio, a neighbour, who would take her to the village, were there. Just as she was walking down the corridor towards the outskirts of the house, where the vehicle was waiting for her, she stumbled naively and fell.
We are told that the people who were there quickly tried to lift her, but were unable to get her to her feet, so they proceeded to sit her down in the vehicle. Despite the fall and its possible consequences, she was taken to the village where she remained in bed; she felt that she could not walk on her own. During those fateful nights of great pain, she was cared for by her daughter Rosa.
In Guanía, Neira's siblings and Mrs. Petra decided not to tell us anything, so as not to worry us, but Zenaida Pérez, the village nurse, was monitoring her and feared that things were not going well. On Thursday night, at 10:30 pm, she phoned us and told us about the situation in the house after Tuesday's fall. We were filled with concern, naturally, praying that it was nothing serious.
The following Friday, on Zenaida's instructions, she was taken to La Grita for a hip X-ray, and indeed, she had a fracture of the upper femur. At the clinic she was advised not to be immobilised and was taken back to the city of San Cristóbal to be evaluated by specialists.
Once I had the Rx images, Zenaida sent them to me, informing me that she would personally bring Mrs. Petra to San Cristóbal. From that moment on, the responsibility for the case was in our hands. So I went to the Red Cross in search of a traumatologist, and I found one: Dr. Leonardo Uzcategui.
At 4 o'clock in the afternoon, Mrs. Petra and I arrived at the Red Cross for an assessment in the traumatology department, and the doctor immediately determined that it was a fracture of the head of the femur, and that urgent surgery was necessary with the implantation of a femur-hip prosthesis. My goodness! The situation became even more complicated. This diagnosis worried me a lot, all I could think about was the cost of the surgery and the prosthesis together. We didn't know where to start, there were so many of us and grandma gave birth to us!
We were filled with patience and a lot of courage. In the face of these difficulties, the best thing to do is to be calm, in order to be able to carry out the actions that reason dictates. The next day I went to look for the budget, the price of the surgery was 1,600 dollars and the prosthesis 700 dollars. Impressive, but what are we going to do, where are we going to get all that money?
Despite all the adversities, we received good news from the village. Worried about what had happened, Guania's neighbours, family and friends were organising as a community to raise funds to help us cope with the situation. We also heard about the possibility of receiving financial support from abroad, in the form of a loan, in order to be able to move forward with all the procedures.
However, not everything was rosy. For other people's reasons, internal and external pressures, we changed course and saw the need to take her to a public hospital; so on Sunday night we made an appointment with the director of the Social Security Hospital. The next day, we attended with Mrs. Petra, we were received by the person in charge and a traumatologist doctor, Juan Carlos Sanchez, who told us that the actions to be taken should be defined in a joint meeting, family members, doctors, head of nursing, and the hospital director, and so it was. On Wednesday different scenarios were discussed, the pros and cons, the urgency, the conditions of Mrs. Petra, and it was agreed to perform the surgery first thing on Saturday 1 July. That same day I contacted the doctor, who would come to the house in the afternoon to gather information and give us indications before the operation.
The next day, we started with the blood sample that was taken at the house. Then, I requested a part of the funds that we received as a loan, and I went to the company Mundo Implantes to pay the value of the prosthesis, indicated by the specialist. Subsequently, I personally went to get all the supplies, some by donation, others had to be purchased. Neira took care of the things that had to be taken to the hospital, toiletries, linen, among others.
On Friday again, with the impetuous strength of Ramón, 33 years old, Doña Petra's youngest son, who literally carried her in his arms, we went to a medical centre for a chest x-ray, pelvis x-ray, cardiology evaluation, electrocardiogram, internist evaluation. After the medical consultations, we had to go to another health facility, now it was a blood bank, to reinforce her haemoglobin, they told her to receive globular concentrate, and that night they gave her the first globular component. In the meantime, I went to Locatel, at the other end of the city, to pick up some special compression stockings, which she had been told to wear, and when we arrived we struggled with how to put them on. Mrs. Petra didn't sleep that night, firstly because of the anguish that the operation was causing her and secondly because of the pressure that these stockings put on her legs.
At dawn on Saturday, practically everything was ready: supplies, tests, equipment, we only had to be at the hospital.
At 6:30 am, we went to the blood bank to collect the blood concentrates in a special container, then we went to the hospital at 7:00 am. There we were received in the trauma emergency room where we were filling out forms and handing in the results of the pre-operative. After a while, the orthopaedic surgeon was present, informing us that, unfortunately, the surgery could not be performed that day, as there was a problem in the operating theatre with the team of doctors. He would explain the reasons later.
He told us that he had to hospitalise her to try to ensure that the operation would take place in the next few days. We were stunned by the news, but had no time to react. Resigned, in silence, we complied with what the treating doctor told us. The whole admission process began until we were sent to the floor, led by a stretcher-bearer. It was undeniable before our eyes, the impressive deterioration of these sanitary facilities. On arriving at the assigned room, shared with two other people, Mrs. Petra wanted to go to the bathroom, helped of course by her children, Ramón and Neira. She was surprised to find the bathroom in total disarray; to clean it she had to draw water from a barrel, the scene was heartbreaking. A deafening scream announced the desperation of the relatives of a heart attack patient, alarming us all. The floors of the corridors were filthy, the waste bins were dirty, the staff working there seemed disoriented, in short, a series of events that we were able to experience within minutes of entering the hospital.
The look on Doña Petra's face was indescribable, all the time in silence with her pain and her patience, she did not express it verbally, her eyes shouted it. All I could think of was that we had gone from having her operated on calmly at the Red Cross to not knowing for sure the date of her operation.
It was approaching midday and Mrs. Petra was still fasting, it was very necessary for her to be fed. So Neira and I headed for the house and on the way we thought about everything that lay ahead of us. In reality, they did not give us a certain date, since the reason for the refusal to operate was precisely the long list of people who are waiting there, hospitalised, suffering hardship, for a surgical intervention. Unfortunately, they have no other option.
The reflection revolved around the fact that, if it was not this Saturday, it is likely to be the following Saturday. And we asked ourselves, how are we going to keep Doña Petra in those conditions, there, for a week? She really didn't deserve that torture.
When we got home, I told Neira to try to discuss some ideas I had with the traumatologist and he replied that he didn't have the head for anything; I told him, if you authorise me, I can do it for you. His answer was a resounding yes.
I made the call where I made him see the real scenario that the patient would have to face in the days to come. This was the approach: Dr Juan Carlos, if there was the possibility of a reasonable budget, an amount that one could consider, maybe one would think about it, he immediately got the message and his response was positive. He made a couple of phone calls, I spoke to Neira again to consult other details of what was being agreed. And so it was. With a few conditions, such as not drinking a lot of water and signing the counter/medical release, it was decided to perform the surgery that same day.
Now it was time to discharge Doña Petra, and that task was the responsibility of the attending physician, with the consent of course of the family. The doctor on duty already had the order to discharge Mrs. Petra, at the family's request. I remember that she was taken in a wheelchair, driven by that doctor, Juan Velázquez, accompanied by a stretcher-bearer, who was not even aware of the urgency of the case. It was four o'clock in the afternoon and we had to take her out and take her to a private clinic where the surgery would be performed. From then on, everything was a rush, the suitcases, the wheelchair, the equipment, the supplies, the blood, many things that we had to move.
When we arrived at the La Paz clinical centre, Ramón and Neira got her out of the car and into the operating theatre to prepare for the surgery. What a day we were having. Much harder for Mrs. Petra, because of her condition of slaud. Once in the reception, we saw one by one, the staff involved in the surgery, nurses, auxiliary nurses, anaesthesiologist, assistant doctor, among other people.
At 5:10 pm the surgery began, Ramón, Neira and I waited in silence, reading messages from family and friends, impatiently waiting. Forty minutes had passed and Dr Juan Carlos Sanchez came out of the operating room and told us: it's over, everything went well! And he begins to give us details of the whole operation, the lady behaved like an excellent patient. Finally, the smile on her face showed her delight at the work she had done. Neira and Ramón were amazed at the speed of the operation.
The following hours of recovery passed normally, Neira stayed at the clinic and accompanied her all night. It is said that the next day she was given a restorative breakfast. Ramón and I arrived at the clinic at about nine o'clock in the morning, at 11:30 in the morning, the traumatologist arrived to see his patient: he examined her and saw that she had enough strength to try to incorporate her. With Ramón's help, he sat her down on the bed, he got a little dizzy, then preceded to lift her up, holding on to a walking frame, no dizziness, and Mrs. Petra began to take her first steps.
We were all amazed, what a thrill, what a joy, to see the lady take her first steps.
Here ends the story of Doña Petra and her femur operation with prosthesis implant. We had some very anxious days, but at the end of the day, life gave us a happy ending.
Thank you very much.
Own photos from my Redmi Note 9S
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Que días tan estresantes has pasado, lo bueno es que todo ha salido de maravilla. Gracias por contarnos, no es fácil resumir todo lo que se vive en esas situaciones. Un inmenso abrazo y que la recuperación de doña Petra se optimice cada vez más.
Buenos días @jetta.amaya De verdad que hemos unos días estresantes, pero como dices, las aguas vulven a su cause. Gracias por tus comentarios. Un abrazo