¡Toño!
Recojo lo que me toca, más de una semana sin pasar por aquí.
La verdad es que el ego termina por hacernos más daño que el peor enemigo.
Al parecer voy a tener que hacerme de alguna disciplina y crear un hábito para mantenerme en contacto.
Pero claro que duele la indiferencia, ahora y siempre. No fueron los griegos que, en tiempos de Homero, ya castigaban con el silencio, ignorando al condenado, negándole el saludo y prohibiendo que siquiera se pronunciara su nombre.
Vale, otro abrazo mi amigo @janaveda.
Ja, ja, ja. Hay indiferencias curtidas como la que aludes como propia, que entiendo, están más que justificadas para los amigos. Y a ti, te incluyo. Conste, que no son muchos.
De nuevo, un cálido abrazo.