HISTORIA BREVE DE LA AREPA REDONDA EN VILLA DE CURA, ESTADO ARAGUA, VENEZUELA

in Freewriters4 years ago


image.png

Fuente

Quiero referirme a un oficio muy peculiar de la década del 50, hablo de mucho antes que comenzara el boom de la harina pre cocida, o harina “Pan Pan”, para formar masa, como es conocida hoy en día la marca más popular en el mercado, un invento que arrancó no hace mucho, por allá en el año 1960 del pasado siglo, atribuido a las Empresas Polar de Venezuela.

Yo recuerdo claro que en aquella bella época de mediados de los años 50, cuando yo estaba muchacho, fue costumbre generalizada en nuestra Villa de Cura, la hechura hogareña de arepas para vender de casa en casa, por encargo, o para ponerlas a consignación en aquellas pulperías antañonas de mostradores de gruesa madera forrados de hojalata, donde se exhibía toda clase de mercancía y productos de primera mano, también kerosén, tabaco en rama y algunas expendían bebidas artesanales espirituosas.

Hubo mujeres muy trabajadoras de familias humildes en La Villa que no conocieron de días feriados, ni de días libres y que jamás sintieron hastío. Su labor era hacer arepas azadas, colocaban la camada todavía humeantes en un canasto tapado con un blanco mantón para mandarlas a la bodega; no es nada exagerado decir que en aquellos días vendían siete arepas azadas recién salidas del budare por medio (0,25). Fue una actividad doméstica y comercial que se propagó en aquel tiempo en las casas pobres de casi todos los sectores de Villa de Cura.

Recuerdo que hace más de siete décadas muchas mujeres se dedicaron al oficio, erguidas de entusiasmo pilaban en horas de la tarde; sancochaban el maíz en la noche atizando un fogón de leña; el siguiente día dejaban el lecho de madrugada y con el primer cantío de gallo, se dedicaban a moler el grano en casa, o bien se subían una lata de maíz cocido a la cabeza para cubrir camino hacia el molino de los hermanos Savery, el cual estaba ubicado en la calle Leopoldo Tosta, entre calle Real o Bolívar y calle Comercio, cada una cogiendo su ruta preferida.
Hacedoras de arepas para la venta y portadoras de la vieja tradición, llegan hoy a nuestra evocación de hace siete décadas, los nombres de Petra María Lugo, María Abaa, María Vera, Carlina Padrón, Gladys Padrón, Ludovina Linero, Carmen Castillo, Julia Castillo, Isolina Zerpa, Enma Corrales, Belén Soto, Margarita Soto, Hercilia Silva, Ligia Romero, Consuelo Romero, Sebastiana Sosa, Concepción Barrios, Rosita Flores, Encarnación Flores, Cecilia Palacios, Luisa Montezuma, Teresa Sojo, Luisa Sojo, Anastasia Pérez, Carmen Díaz, Matilde Blanco, María Morales, Carmen Almeida y Cupertina Lugo, y otras (la lista que me proporcionaron es larga).
Y sobre este afán de vivir de la fabricación de arepas para la venta, traigo el emocionado recuerdo de una mujer que fue un símbolo del oficio en nuestra barriada Las Tablitas de Villa de Cura, se llamaba María de Jesús Esaá, pobre de recursos como todas. Según me contó uno de sus nietos, el artesano Julián Rojas, su abuela María de Jesús suplía bien de mañanita los encargos de arepas a las contadas familias ricas de Villa de Cura. Me dijo: "Cuando yo era un juvenil repartía los pedidos, 8 arepas por un real".

Quizás muchas personas de recientes generaciones no conocieron al señor José Rafael Hernández (el pobre). Su técnica culinaria y especialidad consistía en dejar remojando arepas en leche por espacio de dos días; creo recordar que las freía revolcadas en harina, las fraccionaba por todo el centro, rellenaba la rendija con bastante queso parmesano rallado y las arropaba con abundante salsa de tártara española.

No se cansaba uno de probar en los años 50 y 60 estas tostadas –que así las llamaban- costaba un real (0,50) el servicio. El fraternal José Rafael Hernández (JR), laboró muchos años en el negocio del gordo Salvatierra frente a la plaza Miranda de Villa de Cura, al lado de la Comandancia de Policía, y después en un local de don Narciso Pérez Acosta en la calle Comercio, cruce con calle doctor Urdaneta.
Debo decir de paso que la “Arepera La Única”, también navegó en la historia del arte culinario en La Villa, vendía arepas pero la clave eran los rellenos, fue fundada por el isleño Domingo Dorta Ramos en 1955; se oyó decir que después la traspasó a su hermano Agustín Dorta Ramos, la arepera trabajó con maíz pilado desde 1955 hasta 1962. De aquí en adelante comenzó a usar la harina industrializada de diferentes marcas. Agustín Dorta Ramos también fue un fino especialista en elaborar el delicioso mondongo para deleitar a los amanecidos, el cual denominaban “matador de ratón”.

Ciertamente, no se juntan a mi memoria por los momentos otras remembranzas sobre este tema de mujeres y hombres que se ganaban la vida fabricando arepas para la venta, lo cual a mitad del siglo pasado fue un oficio hermoso y productivo.
Lo que sí recuerdo es lo que me explicaba una vez un amigo de generación que en aquellos lejanos días Villa de Cura era un pueblo de muchas historias pequeñas y muchos caminos, pero a la vez una casa grande, una sola familia, donde se podía vivir y cabíamos todos, ricos y pobres. Ahora se ha puesto de moda decir que “La arepa está cuadrada”.

La Villa de San Luís, septiembre 2020 (corregido, reeditado)

NOTA: Publicado en mi blog de blogger con el link http://letrasdeoscarcarrasquel.blogspot.com/2020/09/historia-breve-de-la-arepa-redonda-en.html