Intro
La memoria es un tesoro frágil, capaz de difuminar los bordes entre realidad y sueño. Aquí me embarco en un viaje a través de la bruma del tiempo, buscando desentrañar un recuerdo de uno de mis últimos días con mi padre.
Este relato es un homenaje a su memoria, una muestra de gratitud por todo lo que me brindó y una promesa de llevar su legado en mi corazón.
Alas de la memoria.
La bruma del tiempo me impide precisar si este relato es un sueño o un recuerdo real de uno de mis últimos días con mi padre. La escena se desarrolla en nuestra modesta casita, ubicada en un barrio humilde. Mi padre y yo conversamos animadamente antes de que me acueste.
Con un gran bostezo, le confieso mi anhelo infantil: "Papá, cuando sea mayor quiero ser como un pájaro".
"¿La pequeña croqueta tiene sueño?", me pregunta con ternura.
"No lo sé", respondo dubitativa.
Mi padre sonríe y, con esa sabiduría que lo caracterizaba, me dice: "No debes ser insegura.No puedes vivir sin saber quién eres. Recuerda lo que siempre te digo: no puedes vivir eternamente bostezando…".
Termino la frase por él: "...sin saber si es sueño lo que tienes, o si te estás despertando".
Mi padre asiente con agrado, satisfecho de que haya memorizado su frase. "¿Y tú tienes sueño?", me pregunta.
"Sí", respondo.
Se levanta, camina hacia la puerta y, al detenerse, me mira a los ojos como si hubiera olvidado algo. "¿Por qué quieres ser como un pájaro?", pregunta con curiosidad.
"Para poder volar", respondo con convicción, tal como él me había enseñado. "¿A ti no te gustaría volar como los pájaros?".
Mi padre se queda en silencio, algo inusual en él, ya que siempre tenía una respuesta para todo. "¿Papá?", insisto, desconcertado por su quietud.
Levanta la vista, me sonríe y deja que su mirada recorra las paredes de la habitación, un gesto que siempre precedía a sus grandes revelaciones. "Me gusta pensar y soñar con volar como un pájaro", confiesa, aunque parece estar hablando consigo mismo. "Sin embargo, las personas solemos menospreciar lo que tenemos y anhelamos lo que no poseemos. Tal vez, si pudiéramos volar como los pájaros, ya no lo apreciaríamos tanto. Los pájaros no sueñan con volar porque ya vuelan. Pero nosotros sí podemos soñar con ello. Me gusta la idea de soñar con volar, imaginarlo, apreciarlo y valorar la posibilidad de que ocurra".
En ese momento no comprendo del todo sus palabras, pero al despertar siempre sé que al hablar de "menospreciar lo que tenemos", mi padre se refería a mi madre. Yo solo tenía cuatro años cuando ella falleció, pero sé que él siempre se culpó por no haber pasado más tiempo con ella.
Con la inocencia de mis diez años, le pregunto: "Y si los pájaros no sueñan con volar, ¿con qué sueñan?".
Mi padre deja escapar una risita, intuyendo que mi sueño está a punto de terminar y quiere darle un final memorable. Se muerde el labio inferior, coloca el dedo sobre el interruptor, su mirada me despide y su voz me responde justo antes de que la luz se apague: "Los pájaros sueñan con todo aquello que no pueden tener".
Y despierto.
Mi padre fue la mejor persona que he conocido en mi vida. Me pregunto si algún día lograré ser como él. Me pregunto si algún día tendré un hijo al que le pueda hablar del sueño de los pájaros y de cómo conseguir -y amar- todo aquello con lo que se puede soñar.
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