La novela contiene narración gráfica de asesinatos e imágenes fuertes, por lo que se recomienda discreción. Apto para mayores de edad.
Wyatt se guardó el mapa y decidió seguir el rastro que había dejado Julieth pues, bajo cada antorcha, el joven encontraba algún rastro del vestido de la chica.
El detective decidió conservar la calma y no correr pues, sus pisadas harían ruido que alertaría al enemigo el cuál, para variar, era totalmente silencioso. Si llegaba de sorpresa, tendría la ventaja.
Poco luego de caminar, al final del pasillo, vio a Julieth correr, luego la vio intentar volver porque, por lógica, se había equivocado de camino ya que el correcto era por dónde estaba él. Julieth trató de tomar la esquina que dirigía precisamente hacia esa dirección, pero uno de los gemelos le cerró el paso intentando atraparla, la chica esquivó el agarre y siguió corriendo por otro pasaje.
El hombre continuó siguiéndola y poco rato después, Wyatt, vio al segundo gemelo que iba a seguirlos, sin embargo vaciló, y en cambio, empezó a caminar por el pasillo donde se encontraba el joven detective observando. Éste estaba amparado bajo la oscuridad del lugar entre una antorcha y otra, pero decidió no tentar al destino y meterse tras unas cajas grandes de madera para que el hombre no lo viera al llegar al mismo punto que él. Podría haberlo reducido rápidamente, pero la pelea alertaría al otro individuo y era mejor ir con sigilo en esa empresa.
Lo vio perderse de vista tras la oscuridad y solo lo veía aparecer cada vez que pasaba junto a una antorcha, hasta que se perdió tras una esquina sin hacer ruido, como de costumbre.
Wyatt esperó unos segundos antes de decidir salir de su escondite y dirigirse hacia dónde había visto ir a Julieth y a su perseguidor.
Miró el mapa bajo una antorcha y se fijó que el camino que Julieth y su acechador tomaron, era uno muy largo que, tras un par de esquinas, tomaba un camino ascendente, pero había un grave problema... el camino no tenía ninguna salida o eso parecía.
Wyatt apretó el paso, iba cada vez más rápido pensando que en cada esquina podría encontrarse a uno de los gemelos. Había habitaciones a cada lado del pasillo, pero si se detenía a revisar, probablemente eso le llevara demasiado tiempo y eso era lo que no tenía.
Miraba fugazmente dentro de las habitaciones, algunas con puertas abiertas y otras solo la ventana que tenían, pero no había señales ni de Julieth, ni de su perseguidor.
Alguien le tomó del brazo y lo arrastró a una de las habitaciones, Wyatt lanzó un golpe que fue esquivado...
—¡Detective Jones, soy yo! —susurró una voz suave. Wyatt reconoció a Julieth.
La muchacha estaba escondida en esa habitación, vigilando a través de la rendija de la ventana pues, ese cuarto quedaba en la esquina que empezaba a ascender y tenía buena vista de todo el pasillo y por ende, había visto venir a Wyatt.
—Gracias a Dios. ¿Estás bien? —preguntó el joven, mirándola.
—Tengo algunas magulladuras pero estoy bien. Había una chica conmigo...
—Ella está con Benedict, él iba a dejarla a salvo y a volver con refuerzos. Tenemos que salir de aquí, sígueme.
La chica asintió y siguió a Wyatt. Pronto estuvieron encaminados en el pasaje que conducía hacia el salón de la casa.
—Lo más sensato sería movernos hacia la entrada de este lugar. Benedict viene con refuerzos y lo mejor sería encontrarlos. Te sacaré de aquí —dijo Wyatt.
Habían caminado ya bastante, cuando Wyatt se paró en seco, se giró y vio con horror que uno de los gemelos estaba a escasos metros de ellos, con esa extraña sonrisa y una barra de metal en la mano.
Wyatt empujó justo a tiempo a Julieth fuera del alcance de la barra de metal que azotó fuerte contra la pared. El detective lanzó una rápida patada al estómago del gemelo cuando oyó un grito a sus espaldas.
—¡Jones! —gritó el otro gemelo, sonriente mientras lo apuntaba con un arma.
Wyatt se giró al tiempo que una bala salía disparada. El joven asiático se lanzó sobre Julieth, derribándola al suelo.
Todo pasó muy rápido, pero a los ojos de Julieth, ocurrió a cámara lenta.
Una ráfaga de tiros de no sabía dónde, acribilló al gemelo portador del arma, ya que el otro se había amparado detrás de un muro.
—¡Detective Jones! ¡Detective Jones! —gritó la muchacha zarandeando a Wyatt mientras sentía algo caliente y viscoso que le cubría el pecho.
Vio a varios policías y algunos otros detectives con las armas en ristre apuntando y apresando al gemelo restante.
Lo que sucedió fue que cuando Wyatt estaba en plena pelea, el otro gemelo le disparó, probablemente para recuperar a Julieth, pero éste, con su último aliento, se lanzó sobre ella al ver que detrás del gemelo del arma, habían llegado los refuerzos policíacos prestos a disparar, pero al parecer, la bala del mellizo le alcanzó pues, su cabeza sangraba copiosamente.
Benedict tomó a Wyatt, gritando al ver la enorme cantidad de sangre que perdía el joven.
—¡Detective herido! —gritó uno de los colegas de la policía de Londres.
—¡Wyatt! ¡Wyatt! —gritaba Benedict sacudiendo al muchacho.
Otro de los Detectives sacó a Julieth en brazos, ella estaba en Shock.
—¡Malditos! ¡Malditos! ¡Todos son unos malditos! ¡Adrian! —gritó Adelphos en la primera señal de empatía que le veían tener, forcejeando por llegar al cuerpo de su gemelo.
Se soltó del agarre de los policías, sollozando y trastabillando debido a las esposas que tenía tras la espalda.
—Eres el único que no vio el monstruo que hay en mí —le susurró al cuerpo mientras las lágrimas de su rostro caían sobre el traje de su hermano—, te vengaré en esta vida o en la otra ¡Lo juro! ¡Esto no se va a quedar así, Adrian! ¡Adrian! ¡Adriaaaaaan! —empezó a ponerse histérico cuando lo alejaron del cuerpo de su hermano.
—¡Cállate y camina! —lo apremió otro de los detectives.
—Al menos no sufro solo, tu maldito compañerito se arrastrará en el infierno, Fletcher —empezó a gritar aún alterado—. ¡No soy el único que sufre! ¡Sufre por segunda vez, Fletcher, la muerte de un hermano!
—¡Hijo de puta! —gritó Benedict dejando con cuidado a Wyatt y yendo a golpear a Adelphos. Sus colegas lo detuvieron justo a tiempo.
—Agradece que a éste no le saque los pulmones... ¡Agradece! —gritaba mientras lo alejaban de ahí.
Tomaron a Wyatt y empezaron a llevarlo con premura hacia la salida, al parecer, la bala de Adrian solo lo había rozado, así pues, decidieron salir.
Levantaron el cuerpo de Adrian sin mucha parafernalia puesto a que todos sabían como había muerto.
Al llegar al salón, Benedict se dio cuenta de que los invitados habían sido desalojados de la casa.
Solo estaban los detectives entrevistando a los asustados empleados de la casa, que temblaban enmudeciendo al ver como arrastraban a Adelphos fuera de la casa mientras éste soltaba improperios, detrás llevaban a Adrian, tapado con una sábana sanguinolenta.
Cuando Benedict salió al frente de la casa, vio alejarse el landó dónde llevaban a Wyatt al hospital, quería irse detrás, pero su deber era estar ahí y hablar con los periodistas que intentaban llegar a él, empujando junto a los curiosos el cordón humano de policías.
Benedict bajó las escaleras.
—¡Detective Fletcher! ¿Es cierto que Nicolai Petrov es El Noctámbulo? —preguntó uno de los reporteros.
—¿Quién es el muerto? —preguntó otro.
A lo lejos, Benedict vio que los Horan se subían a su carruaje para marcharse. Dominic le hizo señas al detective que le devolvió el gesto con una ligera reverencia.
—Señores... aún es muy pronto para responder a esas dudas, las respuestas que yo proporcione, llevarán a otras preguntas, a causa de que, aun cuando en efecto El Noctámbulo ha sido finalmente aprehendido, ruego que nos tengan un poco más de paciencia para hacer el interrogatorio correspondiente y poder dar una rueda de prensa en dónde sí, contestaremos a todas sus preguntas, además, debemos esperar a que el detective Jones mejore de sus heridas —Benedict hizo una pausa para respirar—, entonces ya podremos hacer lo que les dije. Con permiso, aún tengo cosas que hacer.
Benedict se abrió paso hasta afuera y abordó el carruaje en el que venía, dejándole a cargo todo el asunto de la casa y los testimonios de los empleados a Lancaster y a su equipo.
Necesitaba ir a ver el estado de Wyatt primero que todo. Apenas llegó al edificio, se apeó raudo del carruaje y caminó al interior, deseoso de información. (El jefe Lancaster le había dicho a dónde lo habían trasladado).
Gracias a Dios, la bala que disparó Adrian solo le había rozado la cabeza y el desmayo que sufrió fue por el shock y la pérdida de sangre. La madre de Wyatt sollozaba y el padre la abrazaba con un gesto de preocupación, mientras veían a su hijo dormir.
—Se pondrá bien, mujer. Nuestro hijo es fuerte —dijo el señor Jones contemplando al muchacho que dormía plácidamente.
—Señor Jones, ¿podría decirle a Wyatt en cuanto despierte que vine a verlo y que vendré después?, debo ir a ver a Julieth Horan.
—Claro, muchacho, no te preocupes, Wyatt se recuperará —le dijo el hombre con una sonrisa afable y le puso una mano en el hombro.
Cuando Benedict llegó a la casa de los Horan, los padres de Julieth no dejaban de darle las gracias y Dominic de disculparse.
—¿Julieth cómo está? —preguntó Benedict.
—¡Dorothy! —llamó Dominic—, dile a mi hija que el señor Fletcher vino a verla, por favor.
Al cabo de unos minutos, la jovencita apareció acompañada de su hermano y para sorpresa de Benedict, de Harry Valantine, su modesto pretendiente.
Ante la cara de sorpresa de Benedict, Dominic agrego:
—Cuando se enteró de todo lo que había pasado, vino hasta el portal trasero y daba tales gritos que tuve que dejarlo pasar.
Benedict sabía perfectamente que la personalidad petulante de Dominic no lo haría admitir que aceptaba al joven jardinero como dispensa hacia su hija.
Benedic pasó una agradable tarde en compañía de los Horan y de Harry que se miraba feliz al igual que Julieth, sin embargo ésta de vez en vez suspiraba con gesto preocupado hasta que se atrevió a preguntar por la salud de Wyatt. Benedict se apresuró a contarle su estado y eso pareció animarla un poco.
El detective Fletcher decidió ir hasta su casa a descansar, al día siguiente había planteado que iría a hacer la respectiva entrevista a Adelphos y debía estar descansado.
Se recostó en la cama, observando la luna por la ventana, dio un largo suspiro y musitó:
—Al fin he logrado vengarte, querida hermana.