Me encanta la palabra "cachaza". Mi madre la utiliza a menudo. Detecto cierto aire de reencarnación en el relato. De posesión de pasadas vidas en el cuerpo del niño. O quizás sea solo el crecer antes de tiempo. O la gris mirada del médico narrador que lo barniza todo.
Recuerdo palabras que escuchaba de pequeña: cachaza, perendengues, mandil o tolay, tienen su encanto. En un principio, yo también creí que se trataba, más que de una reencarnación (aunque la idea estaba por ahí), de una extraña aproximación mental entre aquellos hombres, ya en el final de su vida, y el niño, casi empezándola, que algún hilo del extraño tapiz del tiempo les había unido. Lo más probable era que la fiebre hubiera llevado al niño a advertir determinadas energías que quedaron impresas en el edificio. Pero luego, no sé por qué causa, el final que elegí me llevó a pensar que quizá todo se había creado en la mente del médico. Puede que estuviera incubando un catarro. Y tú eres muy observador.