Los atrapasueños se originaron en la nación nativa norteamericana de Ojibwa, de los cuales es propio este amuleto, se llama “asabikeshiinh”, que significa araña. Los ojibwa es uno de los pueblos nativos más grandes de América del Norte junto a los cheroquis y los navajos. Se encuentran en la misma proporción, en Canadá y en Estados Unidos.
Tradicionalmente, los Ojibwa construían los atrapasueños atando hebras vegetales teñidas de rojo en el interior de una argolla circular o con forma de lágrima de madera, resultando una red similar a una telaraña.
Los Ojibwa creían que un atrapasueños filtraba los sueños de las personas, de manera que los buenos sueños pasaban por el centro hacia la persona que duerme mientras que los malos eran capturados por la malla y se desvanecían con el primer rayo de luz del amanecer.
Los atrapasueños son instrumentos de poder de la medicina chamánica, su aro representa la rueda de la vida, la malla o la red son los sueños que tejemos en el tiempo de los sueños, en el alma y en el movimiento que generamos con nuestras actividades cotidianas. En el centro de la red está el vacío, el espíritu creador, el “Gran Misterio”. Según la tradición, estos objetos ayudan a mantener con nosotros las buenas ideas y los sueños agradables, así como a proteger a quien lo posee. El tiempo de los sueños es influenciado por buenas y malas energías; estas últimas son atrapadas por la malla y se disipan por el agujero central con los primeros rayos de sol.
Los atrapasueños deben ser colgados cerca de la cabecera de la cama en nuestro cuarto. Debe estar despegado de la pared para así facilitar su movimiento, por lo que lo colgarás del techo. Se sugiere que se coloque donde le dé algo de luz, ya que con ella se cargará y así en la noche poder proteger nuestros sueños o el de nuestros hijos. Hoy en día es habitual verlos en la decoración casas y tiendas, paredes, carros y tatuados en la piel.
La creatividad no tiene límites a la hora de fabricar estos bonitos cazadores de sueños