Tengo hambre, me provoca algo de comer. Voy a comprarme un Doritos —pensé que sería un simple trámite, en el país donde no existen los simples tramites— Subo las escaleras de mi casa, me cambio la ropa me pongo algo decente y decido salir. Cuando voy a mitad de camino me percato que no tengo la cartera regreso a casa, no la consigo, ¿Dónde la puse? Ya, ya me acuerdo, está en el otro pantalón.
Me dispongo a salir por segunda vez, empezó a llover. Que vaina digo. Busco mi paraguas, no lo encuentro. ¿Dónde carajo lo deje? Co.. , verdad que se lo preste a Luis. No podré salir así. Voy a esperar que escampe y salgo. Pasan 20 minutos el hambre se recrudece. Deja de llover. Salgo, está vez si llevo la cartera. Voy a cruzar la calle y un imbécil con un carro azul pasa a toda velocidad, me salpica el charco, me mancho toda la camisa, estoy destilando agua sucia ¿Será posible Dios?
Regreso a casa, me cambio por segunda vez. Me dispongo a salir por cuarta ocasión. Tocan el timbre ¿Quién carajo será? Es Luis, a buena hora este imbécil me trae el paraguas. Salgo y después de 10 minutos de una conversación para nada interesante por fin decide darme el paraguas. ¿Será que ahora si puedo ir por el Doritos?
Quinta vez, salgo, Esta vez sí llevo la cartera. No llueve, pero igual llevo el paraguas, por si acaso. Veo bien que no venga ningún carro. Cruzo, nadie me moja. Llego al centro comercial. Primero voy al supermercado, no hay Doritos. Luego voy a la farmacia, tampoco hay. Bajo a la panadería y está cerrada, tiene un cartelito pegado en la reja dice: “NO HAY PAN”. Me dan ganas de llorar.
Regreso a casa, decepcionado. Subo la mirada, veo que alguien lleva en una bolsa unos Doritos. La esperanza revive y el hambre se incrementa. Soy tímido, pero el hambre es más fuerte que yo. Decido hablarle al hombre con la bolsa, me dice que hay Doritos en la farmacia de la esquina. Voy para allá, mi barriga empieza a chillar.
En el camino empieza otra vez a llover, abro mi paraguas y descubro una sorpresa. Luis lo reventó, tiene un hueco enorme, me mojo. Espero no resfriarme por este antojo. Llego a la farmacia tienen el aire prácticamente bajo cero. Si me voy a resfriar. Pero los veo, en esa bolsa roja, son tan provocativos, decido comprar 2.
Voy a la cola, tiemblo de frío. Delante de mí hay una señora, no debe tener más de 30 años, tiene un bebé y estoy seguro que se acaba de vomitar, el olor es espantoso. Al llegar a caja una nueva sorpresa, el punto está dañado, solo aceptan efectivo. Yo no tengo ni siquiera un billete. ¿Será que ya puedo llorar? La última esperanza, recuerdo que al lado de la farmacia hay un cajero.
Otra cola, llego de primero solo permite sacar 10000 bs, el Doritos cuesta 27000. Ahora si lloraré. Comparé otra cosa en el centro comercial. Regreso, otro carro me moja, bueno, me remoja. Llego al centro comercial, está cerrado. La ira le ganó al hambre. Voy a casa. Las luces de los postes están apagadas, piso algo, no sé qué es, pero su consistencia es asquerosa. Definitivamente es el país de los tramites imposibles.
La solución es no comprar doritos jajaja.
Jajajaja, creo que seguiré este consejo.
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