Saludos cordiales
Quiero dejar claro, que muchas veces se presentara en la vida la oportunidad de comunicar una gran verdad sin tener una idea clara de donde surgió este arrebato de claridad, convertido en una idea.
El origen de estas ideas, no es de mi claro conocimiento. No soy un erudito de estas cosas, ni nada que se le parezca, solo soy un ser pensante y pareciente que aprovecha esta gran fuerza que solo está ahí.
Se muestra ante mi como una verdad brillante y certera, dispuesta a darle calor y luz a quien la busque en mí.
Yo solo soy una herramienta.
Las personas estamos bien conectadas al mundo por medio de la energía que lo rige todo, una luz y calidez muy similares al fuego, se abrigan en nuestro interior, dándonos la fuerza y la vitalidad.
Trabajando a partir de este contexto, podemos entender mejor que es el amor y como funciona. Entendiendo que cada cuerpo es un cascaron, un contenedor de energía en su forma más antigua y duradera.
Una excelente forma de entender cómo manejar estas energías, es usando como ejemplo una vela, y, aun así, queda mucho por fuera, queda mucho por decir, mucho por demostrar y por entender.
De las dos velas, y el dejar ir.
Una vela encendida, cálida y brillante.
Fuerte, pero dócil, en balance con su propio cuerpo, hecho de una cera pura y cristalina como su llama. Así nos sentimos y somos cuando llegamos al mundo.
La otra esta fría y rígida, desgastada por el olvido y el paso de los años. La fuerza que algún día la hizo una vela única, con una luz sin igual en el mundo, bien pudo haber sido apagada por una ráfaga de viento, durante una de las tantas tempestades que se enfrentan durante la vida, y si esto fue así, es debido a que su mecha era demasiado corta y su llama no tenia un buen punto de apoyo donde arder.
Aquella vela cálida y brillante, al ver el oscuro y frio mundo de la otra vela, puede sentir como su propia llama aumenta, alimentada por la compasión y la nobleza.
El gran calor que es ahora capaz de generar su llama, hace que su cuerpo tienda a derretirse más rápido, viéndose en la necesidad de compartir ese calor con aquella solitaria y fría vela oculta en el oscuro rincón que ella misma solía iluminar.
Y es que vemos al mundo a nuestro antojo, con nuestra propia luz, somos capaces de percibir la forma en la que nuestro entorno se desarrolla.
Con el pasar de los días, la fuerza de ese calor que crece sin cesar la va consumiendo, revelando en ella la necesidad de compartir un poco de esa llama que le da vida, pero que a la vez le atormenta por ser demasiado fuerte.
La vela de la llama cálida, comparte un poco de esa llama con la otra, naturalmente al compartirla, va con ella una parte de sí misma y se fusiona a ese cuerpo de cera, su esencia la hace cálida también.
Cuando le damos cariño a una persona, es como encender una vela con otra vela.
Compartes ese fuego que te da vida a ti, y cuando unes dos velas por la mecha, el fuego crece y ambas velas juntas ahora brillan más, eso hace que se caliente la cera la mecha se alargue, y al separarlas cada una brilla mucho más por su cuenta.
La llama es la fuerza, y la cera es el cuerpo, el calor de esa llama representa las emociones que son la raíz de los sentimientos.
Cuando los sentimientos crecen, hace que su entorno esté más iluminado, y todo sea más claro, esto refuerza la confianza entre ambos, los lazos afectivos entre ambas personas son más evidentes y cálidos, pero, aunque su luz es superior, termina siendo contraproducente para ambos, porque, así como iluminan con más fuerza, también aumenta la pasión con la que ambas sienten, dando cabida a sentimientos como el apego y la errónea idea de la necesidad.
El cuerpo puede llegar a verse afectado por ese calor, de hecho, puede tender a desgastarse más rápido, haciendo que siempre una de las dos velas se sienta amenazada y decida alejarse de aquello que ahora, comienza a hacerle daño.
Su brillo deja de ser una fuente de luz, y en cambio comienza a cegar, alimentando emociones negativas, como el ego, que genera un sentimiento de propiedad que alimenta inseguridades, dando lugar al temor de la perdida, acrecentando el largo de la mecha, haciendo que la llama consuma mas rápido la cera de su cuerpo, generando una cantidad de energía innecesaria que acaba por ser un terrible desperdicio.
Este desperdicio de energía, irradia con tanta fuerza que puede llegar a quemar a la otra vela, y esta al ser consiente de su error, puede llegar a reprimir su propia luz, ocultando su calor.
En ocasiones de sí misma.
Cuando una de las dos velas intenta ocultar esa luz, para que la otra no pueda tomar más, lo que debe hacer no es esconder la llama dentro de su cuerpo, si no en cambio dejar ir ese calor. La mecha representa la mente, al dejar ir el calor la mecha se hace más pequeña, y la intensidad de los sentimientos reduce por si sola.
En cambio, sí guardas el calor de la llama dentro de tu cuerpo de cera, te derretirás por dentro, pues la energía de las emociones, y de la vida misma no esta hecha para ser contenida, al contrario, es una fuerza que debe fluir constantemente, le pertenece al universo, esta hecha para ser libre.
La idea del amor, es esa, hacer fluir tu energía hacia otros cuerpos sin esperar nada a cambio de estos, pues es el universo quien se encarga de poner cada cosa en su lugar, y al vaciarte de esa energía que te sobra, puedes dar espacio a la energía que por simple orden debe venir a ti.
“Conocer el origen de tu fuerza, es la forma de mostrar a los demás como ser fuertes.”
No está mal compartir tu llama con los demás, pues es en la compasión donde la tierra es más fértil para dar vida al milagro del amor. Pero solo para que el otro sienta el calor, y lo conozca, así sabrá como producir su propio fuego. Su propio amor.
Cuando sabes cómo se ve algo, es más fácil buscarlo, al igual cuando lo sientes, muchas veces nos encontramos con personas que van por ahí buscando quien les dé un poco de fuego, para mantener encendida una vela que siempre se apaga porque siempre está esperando, en una eterna cadena de velas que mueren por darlo todo, si no tienes cuidado, vas a terminar igual que ella. Llenando un pozo de energía que no tiene un fondo, pues no conoce su propio calor.
Cuando termina el paso de alguien por tu vida, no se trata de extirparlo como si fuera una llaga, se trata de enseñarle, y dejar que siga su camino. Ya pronto, en su debido momento, podrá ver con claridad y encontrar su propia fuerza para ser realmente brillante, como tu compasión y deseo de ayudar al prójimo lo idealizaron alguna vez.
Porque la verdad, es que nunca sacamos a nadie de nuestras vidas, la gente solo cumple su tiempo en nuestro camino. Y nosotros también somos estrellas fugaces en vidas ajenas, herramientas del mundo, vectores de energía.
Ya le disté más fuerza a la llama dentro de ambos, si continúas haciéndolo, tú te quemas por dentro, y ella quemara con tu propia llama todo lo que se le acerqué, haciéndole daño a más personas, y llevando ese desequilibrio más allá. Eso sin agregar, que esa llama tiene una parte de ti, así que cuando ella se queme, tu también lo sentirás, pues desde que el lazo se cierra, el vínculo energético que existe entre todos los seres se hace mucho mas fuerte, y mantener ese equilibrio es nuestra responsabilidad.
“No tenemos derecho a ofender ni siquiera a quienes nos ofenden, y todo eso por dos razones, la primera es que las ofensas son un obsequio, y antes le pertenecen a quien las hace, pues son normalmente un reflejo de sí mismos.
Y la segunda es que son una parte importante de nosotros, son energía desperdiciada en un fin innecesario”
Es por esto y muchas cosas más, que lo más sano a la hora de dejar ir a alguien mas de nuestras vidas, es dejar bien en claro nuestra posición y nuestras emociones, así liberamos toda esa energía y dejamos espacio para el perdón, no a otro, si no a nosotros mismos por no saber que hacer en su debido momento. Esto, que no es más que una purificación de nuestra mecha, y dar el espacio para una nueva llama, mas sabia, y mas dulce para con los demás.
Y más importante aún, para con nosotros mismos, el cosmos dentro del cosmos.