Dueña soy de mi sonrisa, producto del amor que Dios me ha dado, nadie podrá con su intención transformar mi risa en llanto, porque soy el administradora de mi tristeza, y aunque soy de carne y la ira es un defecto de lo humano.
Nadie podrá hacer que la convierta en sentimiento al perpetuar su estancia. Pido a Dios que me permita acudir al sepelio del desánimo, viendo a la vida pariendo la alegría.
Porque así está escrito:
"Los justos claman, y el SEÑOR los oye; los libra de todas sus angustias.
El SEÑOR está cerca de los quebrantados de corazón, y salva a los de espíritu abatido. Muchas son las angustias del justo, pero el SEÑOR lo librará de todas ellas".
(Salmos 34:17-19)
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