Al llegar a la Cuicocha de nuevo nos sentimos enamorados y en gratitud de ver la inmensidad de la laguna, con el agua tan transparente, con las plantas y las avecitas en ella. Las aves estaban nadando todo el tiempo y en cualquier momento se hundían y salían con tal gracia que nos hacían reír.
Tan enamorados de esa boca del volcán llenísima de agua y de misterio, formando colores increíbles en un clima frío y con una vegetación verde y espesa a su alrededor, ese infinito verde sólo se interrumpía con pequeñas florecillas amarillas, lilas y moradas.
Caminamos por un sendero que va alrededor de la laguna llamado la Ruta Sagrada, en él hay un calendario solar y uno lunar, también hay una estructura de baños purificadores y otra de sacrificios y ofrendas.
En medio de la Cuichocha hay dos islotes de roca volcánica, formados en la última erupción del volcán, bastante densos en vegetación, bastante perfectos como si alguien los hubiera tallado y puesto allí para la admiración de quién los viera y para la fortuna de aquellos animales que los habitan.
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