La ruptura social, moral y ética que significó el golpe cívico, eclesiástico y militar de 1976 es un punto de inflexión del que no se vuelve.
El horror al que nos empujaron nuestros propios compatriotas es algo imperdonable y debe ser inolvidable.
De solo pensar que argentinos que fueron a la escuela con tantos y tantas otras, compartieron el recreo, juegos y amistades, después los raptaron, los torturaron, los tiraron vivos de aviones, les robaron sus hijos y finalmente los desaparecieron, es casi impronunciable.
Muchísimos de los que vivimos aquellos años como niños tenemos el recuerdo de vivir con miedo porque nuestros padres tenían miedo o preocupación.
Tengo grabada la imagen -y la sensación - de salir para hacer unos mandados y quedar entre filas de militares armados y tanques que iban por el medio de mi calle tranquila de Zárate.
O cuando militares a punta de FAL revolvían la ropa de los armarios de mi casa. ¿Por qué?
¿Por qué se descargó sobre nuestra sociedad tanto horror?
Podemos responder: para destruir una generación que deseaba profundizar un modelo de país industrializado, desarrollado y más equitativo.
Para destruir el entramado productivo
Para aumentar la pobreza y la desigualdad
Pero lo más importante era inocular en casi toda la sociedad el miedo.
Un miedo que no estoy seguro de que hayamos perdido socialmente.
Hay que recordar que hasta bien entrados los años 90 temíamos a los militares. No estaba descartada la intervención militar para cortar, una vez más, el proceso democrático.
¿O acaso no hacía muy poco tiempo de las pascuas de Alfonsín en 1987 y el levantamiento de Seineldín en el 1990?
Con Alfonsín, en nuestras caras, se podía ver la duda y la preocupación cuando el general Alais no llegaba a ningún lugar.
¿Cuanto tiempo pudimos leer en las paredes la frase “Turco, apura el camello”, en alusión a que se levantara en armas el coronel Seineldin?
El miedo nos hace conservadores e individualistas.
Fue ese miedo -estoy seguro- el que permitió que Menem haya llevado a cabo la reestructuración (tal vez final) del Estado.
El miedo fue la herramienta para provocar el cambio cultural más importante que tal vez haya vivido nuestra historia.
Primero nos metieron el terror de la matanza, después nos inocularon el miedo a la catástrofe económica y ahora, el temor al lawfare que desprestigia a funcionarios y le quita credibilidad a la política, que es la única herramienta de cambio en democracia.
Perdimos la batalla cultural
Para cambiar nuestra realidad creo que primero tenemos que saber en cual estamos.
No me odien, pero creo que lamentablemente los objetivos (no sus ideales y valores) de les compañeres que dieron su vida en los 70 han sido anulados -hasta ahora - de la realidad.
La batalla cultural la ganaron les infames y les traidores.
Algunos datos, solo algunos
- Las ley de entidades financieras.
- Extranjerización de la economía y el bimonetarismo.
- Desindustrialización y, al mismo tiempo, primarización y (mucho peor) concentración del entramado productivo.
- La pérdida del control de los ríos (Paraná principalmente) Lo que no pudieron con la invasión armada -batalla de la vuelta de obligado – se los dio Menem.
- El desmantelamiento de la flota mercante.
- La degradación de la educación (veo con tristeza a pobres trabajadrorxs mandar, con un esfuerzo que los supera, a sus hijes a escuelas privadas) con la provincialización del sistema educativo, sin los recursos. A mi modo de ver esto siempre va a dar una desigualdad entre provincias ricas y provincias menos ricas. Mi posición es la de un sistema nacional de educación.
- La pérdida del control de los recursos naturales y estratégicos.
- La cesión del manejo de los servicios públicos y esenciales en manos de empresas cuasi monopólicas y extranjeras.
Todas medidas opuestas a los objetivos por los que se luchaba en los años 70
Estos temas casi no se pueden poner en discusión.
Quiero que nuestro frente vaya por la disputa de la construcción cultural.
Cuando decimos Memoria, Verdad y Justicia. Quiero que la Memoria se plantee en los términos que nuestra organización lo hace: Por supuesto recordar a los y las compañeras, pero, principalmente, recordar POR QUÉ fueron desaparecidos y desparecidas.