Fue, pues, con él; y le seguía una gran multitud, y le apretaban. Pero una mujer que desde hacía doce años padecía de flujo de sangre, y había sufrido mucho de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor, cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó su manto. Porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré salva. Y en seguida la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote. Luego Jesús, conociendo en sí mismo el poder que había salido de él, volviéndose a la multitud, dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos? Sus discípulos le dijeron: Ves que la multitud te aprieta, y dices: ¿Quién me ha tocado? Pero él miraba alrededor para ver quién había hecho esto. Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, vino y se postró delante de él, y le dijo toda la verdad. Y él le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva; ve en paz, y queda sana de tu azote.
S. Marcos 5:24-34 RVR1960
Aquí se relata la historia de la mujer que estando en medio de la multitud tocó el borde del manto del Maestro y por su fe recibió sanidad.
Muchas personas seguían a Jesús, pero pocos realmente llegaron a conocerlo, a pesar de estar siguiendolo a todas partes a las que él iba.
Una gran multitud lo apretaba y oprimía en el camino (Marcos 5:24) solamente esta mujer se atrevió a tocarlo con el propósito de ser salva. Estando en medio logró llegar a él y tocarlo.
Y como él nunca deja pasar desapercibidas nuestras decisiones en fe. Se dio vuelta y dijo: ¿Quién me ha tocado?
Con todo el interés de conocer a dicha persona.
Jesús siempre va a estar interesado en saber quiénes somos, por eso el pregunta y se mira su alrededor hasta vernos alzar la mano y decir lo que hemos hecho.
Su amor y misericordia sobrepasa límites que podrían colocar las multitudes frente a nosotros y en ocasiones alejarnos de él.
Es tiempo de tomar la decisión de atravesar la multitud y llegar a Él.