Un mundo mejor
—Es hora, escoria —dijo el guardia mientras rechinaba la celda al introducir la llave y empujar.
El momento llegó, Richard lo sabía. No le quedaba nada más por hacer, nada qué decir. Ya no valía la pena seguir evitándolo. Se levantó de la cama y tendió las sábanas como si fuera a volver a allí al alba.
—¿Pudieron contactar a Mack? ¿Tiene mi manuscrito? —Richard le había enviado a Mack Nations, un periodista, su relato de poco más de 200 páginas en el que narraba cómo y por qué ejecutó junto a Perry, su socio, aquel plan macabro.
—Se lo envié, pero no hubo respuesta. Lo siento, Dick —respondió el otro guardia que estaba junto a la puerta.
La desilusión en su cara era evidente. «Ese bastardo de Capote tiene que estar detrás de esto —concluyó fúrico y frustrado, porque sabía que no podría hacer nada al respecto—. «Mack no me abandonaría así, el único beneficiado con esto es Capote» se obligo a pensar, aunque desde lo más profundo de su ser su propia voz le recordaba: «toda tu vida te han abandonado, Dick. ¿Por qué creíste que esta vez sería diferente? Eres un maldito y un imbécil.»
Caminaron por el pasillo al tiempo que otros reos le gritaban improperios: "desgraciado", "asesino de niñas", "maldito infeliz" eran los más comunes. «Peores insultos he recibido en un convento.»
—¿El periodista, el "amigo especial" de Perry, está allá? —preguntó.
—¿Capote? Sí, creo que fue el primero en llegar. Por todos los cielos ese hombre es lo más extraño que he visto en mi vida, pero dicen que es un buen escritor. Supuestamente está escribiendo un libro de esto contigo y Smith de protagonistas —respondió con una sonrisa el oficial que había abierto la celda—. ¿Quién sabe? De pronto y, si su libro es un éxito, ese tipo raro se hará rico gracias a ti y a tu compañero, Dick.
«Yo también escribí un libro —recordó Richard, con la imagen de su manuscrito en la mente—, pero gracias a ese bastardete probablemente nunca vea la luz del día... oh, Dios. Ojalá le haya llegado a Mack»
La enorme puerta de acero que daba al patio trasero se abrió frente a ellos lentamente. Allí Richard vio el cadalso «mi última parada.» Sin vacilaciones lo llevaron hasta el lugar. En las sillas vio muchas caras, sin embargo solo logró reconocer a una: —maldito Capote —masculló.
Richard comenzó a sentir el frío que le recorría la sangre a medida que se acercaba más al patíbulo. Inconscientemente retrasaba cada paso tanto como le era posible mientras los guardias lo llevaban prácticamente a rastras «deja de esforzarte, ¿de qué te servirá?». Aceptó la muerte sin más contratiempos. Lo siguiente que sintió fue la soga al rededor del cuello.
—Richard Eugene Hickock —dijo un oficial. En el patio solo se escuchaba su voz—, usted ha sido declarado culpable por perpetrar los asesinatos de Herbert William Clutter, Bonnie Clutter, Nancy Mae Clutter y Kenyon Neal Clutter junto a su cómplice, Perry Smith, la noche del 15 de noviembre de 1959 y está condenado a muerte por ahorcamiento —la oración final resonó en la mente de Richard con mil veces más fuerza que todo lo que había escuchado hasta ahora—. Si tiene unas últimas palabras que decir, es el momento.
Richard observó a todos los presentes, respiró profundo y recordó su vida entera «desde el principio fue una desgracia, jamás tuviste amor, jamás tuviste la oportunidad de hacer algo bueno. Aquí estás, condenado a muerte por el asesinato de unas personas a las que no mataste... es tu momento de descansar», inhaló de nuevo y habló:
—Solo diré que no tengo resentimientos —espetó, aunque con calma, y respiró otra vez—... ustedes están enviándome a un mundo mejor que lo que éste ha sido.
Lo siguiente que recordó fue una caída abrupta... sus pies no tocaron el suelo. Después, no recordó nada más.
Fuente: Pixabay
Aclaratoria:
Este relato —diálogos, pensamientos y el tiempo y formas en que suceden los hechos— es de mi autoría. Está inspirado en el caso real del asesinato de la familia Clutter en Holocomb - Kansas en 1959, por lo que todos los personajes, y sus nombres, son reales.
Aquí narro los últimos momentos de Richard 'Dick' Hickock, uno de los responsables del homicidio múltiple, y me adentro en su personaje para contar la historia desde lo que sería "su perspectiva". Conocí el caso gracias al libro A sangre fría de Truman Capote, que me cautivó desde el primer párrafo.
Las últimas palabras de Hickock expuestas en este relato: «Solo diré que no tengo resentimientos... ustedes están enviándome a un mundo mejor que lo que éste ha sido.» no son de mi autoría. Estas realmente fueron las últimas palabras que pronunció el condenado antes de que ejecutaran su sentencia; decidí introducirlas en el título y el final de este relato por el peso que transmiten.
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Solamente diré mi apreciación: afiladisimos los diálogos ¡Buen trabajo!
Gracias, amigo. De un tiempo para acá me gusta enfocarme más en los diálogos.
Interesante relato postmoderno! Me gusta tu forma de narrar.
No sé muy bien de qué va el término de relato postmoderno, pero muchas gracias por comentar. ☺
¡Graaacias! ☺