No está necesariamente adornado con terciopelos o lentejuelas, ni requiere demasiada iluminación con lentes o altavoces con decibeles excesivos. Mucho menos requiere el uso de palabras o frases que suenan deslumbrantes.
La felicidad es la higiene psíquica. Es discreto y se siente y se percibe en personas que viven en armonía, aunque su entorno se está desmoronando.
¿Lograremos ser felices en un entorno de desconcierto? ¿Podemos ser felices en medio de una enfermedad dolorosa?
Ciertamente. Podemos mostrar armonía y sanación espiritual incluso cuando sufrimos de alguna patología. También sucede que hay personas que no sufren enfermedades y que sin embargo sufren de curación y armonía espiritual.
Para estos tiempos, la alegría de vivir, la felicidad y, sobre todo, el sentido de la existencia misma, parecen estar resquebrajados. Sin lugar a dudas vivimos tiempos difíciles, difíciles. Nuestro entorno es un gigantesco escaparate de incertidumbre, inquietud y, sobre todo, desarmonía.
Permanecer en la contemplación pura ya no tiene sentido, así como tratar de superar esta situación mediante el dimensionamiento de la realidad. Engañarmos con palabras que nos muestran la realidad de un mundo de ilusiones, pero que al mismo tiempo nos asaltan constantemente.
Al no reflexionar sobre nuestro entorno, caemos fácilmente en las redes de vendedores de falsas ilusiones. Lo observamos, bien en la propaganda oficial de los regímenes totalitarios y populistas, como en algunos grupos religiosos y personas que ofrecen paraísos de accesorios si y solo si se unen a sus creencias y pensamientos, lo que les permite pensar por ti.
Oversize la realidad haciendo que las soluciones mágicas aparezcan para nuestros problemas diarios, está pervirtiendo la razón convirtiéndola en un instrumento de uso para aquellos que sí saben cómo usar mentes débiles.
Las personas malas y perversas siempre deben sonreír, artificialmente, porque es la forma de atrapar incautas, controlarlas y usarlas. La construcción aberrante de un lenguaje que aleja a las personas de su cruel realidad es una constante en los regímenes totalitarios. El lenguaje está orientado, tendenciosamente, a la grandilocuencia excesiva. Muestra la artificialidad de la felicidad forzada, en la búsqueda de la felicidad a costa del sufrimiento humano. En los regímenes totalitarios, uno se ve obligado a reír y constantemente muestra una falsa felicidad para no ser relegado, señalado y menospreciado por el poder. En las sociedades totalitarias, la felicidad se concibe como una estrategia estatal de sumisión y control. Es una alegría de bufón de la corte. Para lograr este control, se inventan frases demenciales e incluso se decretan ministerios para desarrollar programas y planes donde se obliga al individuo a participar para dibujar muecas y tristes gestos de payaso.
Hay palabras, como felicidad o alegría, que no admiten la forma imperativa. No puedes obligar a nadie a ser feliz so pena de castigo o prisión. Pero en los regímenes totalitarios estos absurdos, impuestos por la arbitrariedad del poder, son parte de la vida cotidiana. La falsedad de una vida feliz hace que el individuo aparezca en su vacío existencial. Opaca su alma y lo condena al desierto de la insatisfacción. Resta la sensualidad, el erotismo (la vida) transformándola en una identidad despoblada de espiritualidad.
El nuestro es un momento en el que las ideologías y las creencias religiosas han sucumbido o al menos están en cuestión. El cuestionamiento de todas las formas de pensamiento fiscal debe ser parte de nuestra dinámica de vida. Porque necesitamos un pensamiento que nos coloque en la realidad de estos tiempos.
No podemos continuar existiendo en el siglo XXI con estructuras mentales ancladas en pensamientos de cientos e incluso miles de años atrás. Necesitamos un lenguaje que nombre en su dimensión exacta al hombre de estos tiempos. Eso revaloriza el sentido de la vida y otorga belleza y felicidad real y verdadera a su existencia.
Si bien es extremadamente difícil ser feliz en estos tiempos de tanta crueldad y laceración del ser, al menos somos personas con una actitud proactiva, ética y sobre todo, cultivar nuestra armonía de vida.