Cuando niños, tendemos a aislarnos del mundo para no sufrir las penas. Yo, volaba sobre las nubes y me quedaba dormido sobre una de ellas; en tu relato, el niño encontró su refugio en la sutileza de una gota. Prosperidad y bendiciones.
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Así es, este Darío escapa como mejor puede, y ama a su madre. Un saludo!