Ese perro negro

in #castellano7 years ago (edited)


BLACK DOG
Hasta hace poco parecía que tenías una vida normal; ni mejor ni peor que la de nadie; simplemente eran las vivencias de una chica del extrarradio, alguien con metas y sueños por cumplir, con alguna que otra noche en duerme vela. Sabes muy bien que en el grupo eres imprescindible, esas pinceladas de humor ácido, tus ganas de vivir...dime, Amalia, ¿Qué pasó?.
La última vez que supe de ti me dijeron que adoptaste un perro, que apareció una buena mañana en el portal de tu casa. Supongo que al ser una chica de gran corazón no te resistirías a darle tu calor, a que entrara en tu vida. Lo uno lleva a lo otro, en definitiva, más de medio año que nadie sabe de ti.
Yo hasta hace muy poco tuvo un perro igual al tuyo, de ojos rojizos y de pelaje negro, lo encontré en un callejón, siendo un peludo cachorrito. Se fundió en mi sombra como algo natural, necesitaba en esos momentos calor y compañía, el noble animal se prestó a llenar el hueco. No comía gran cosa, a lo primero apenas si lo sacaba algo del estudio, puede que no lo recuerdes, tú aún no habías entrado en el grupo y yo estaba en otra ciudad. La cría fue creciendo, también sus necesidades. de sacarla al parque un par de veces al día, a dar largos paseos por las avenidas. Sus patas engordaron, semejándose a tocones, su pelaje se encrespaba cada vez que sonaba el teléfono. Comencé a evitar reuniones largas, pues, ya empezó a acompañarme a todos lados. Un can formidable, de enorme peso que tomó la costumbre de dormir conmigo, de tal forma que muchas noches me despertaba con la sensación de ahogo, siendo el peso del animal sobre mi la causa.
Pasadas las semanas, no podía recordar mucho más allá del día en que lo conocí. Tenía la bestia buen apetito, y mejor crianza. Ansiaba que llegara la noche para acurrucarme en un rinconcito con mi mascota. Dias antes de perder el contacto con mi madre, ella percibió que yo mismo decrecía, me estaba consumiendo como una vela. Culpó de mi mal salud al can, motivo más que suficiente, creí en ese momento, para dejar de hablar a mi viejita.
Nadie entendía la simbiosis con mi animal peludo. La ropa quedaba grande y él ocupaba todo el sofá. Deje de ir con la gente, pues todos le daban de lado.

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Amalia, pese a no haber visto el tuyo, se por tu hermano que diste con la misma raza, no temas dejarlo atrás. Me costó horrores empezar a darle de lado. Mi vida giraba entorno a sus caprichos y necesidades, un fiero guardián que sólo me dejaba salir al exterior un par de veces al día. Aprendí a caminar mirando el piso, rehusaba mirar a la cara a los colegas, pues mi animal lo olería y se defendía de la mejor manera que sabía. En situaciones así, le lanzaba miradas acuosas lastimeras, gimiendo casi de enfermedad. Tal visión despertaba un amor tan grande en mi que optaba por hacerlo feliz en vez de contentarme yo mismo.
Una noche, después de memorizar hasta el último desperfecto de la pared, supe que tendría que abandonarlo. Era un bicho económico, sólo comía sombras, no había que desparasitarlo. Me enfrenté esa misma mañana a un súbito miedo a salir al exterior, algo ilógico, siempre me gustó pasear de buena mañana. Él no dejaba de mirarme, como invitándome a que me dejara caer en el sillón y dejara pasar el tiempo frente al televisor.
Salí, si el lunes estuve fuera 10 min., el viernes ya iba por una hora. La ropa comenzó a caerme bien, incluso empecé a combinarla con colores más vividos y cálidos, hasta un día que llegué a la estación, y me vine a acá.
Quizás no lo hayas percibido, querida amiga, pero él se vino conmigo, ahora es un menudo caniche, un perrito chiquitín que alguna vez que otra da un ladrido menudito, no podía abandonarlo, pero si al menos manejarlo....
Amalia, sal al parque con tu bruto, deja que juegue con el mio y tomemos un café. Verás con dentro de poco sólo será otro caniche.