Ya despertarás un día hedionda a lágrimas tristes,
rezándole perdón a Dios aunque no sepas si existe,
pidiéndole piedad a la vida,
rogando la abducción para encontrar final a tus problemas.
Le tendrás rabia a tus párpados cuando se abran solos al tú querer conciliar el sueño,
tendrás fatiga de la existencia misma cuando no te quieras levantar de la cama e igual tengas que hacerlo.
Todo te parecerá absurdo cuando te veas a ti misma gozando de todas las formas el tic-tac de tu tiempo,
bailando desinhibida con tus mejores pasos hasta que te das cuenta de que nadie te está observando y te conviertas en un cuerpo rellenando un espacio.
Verás como si nada tiene sentido,
podrás ver la figura de la gente distorsionándose,
volviéndose geométrica,
quedando solo un sentido abstracto de lo que creías.
Despertarás de nuevo,
con dolor de cabeza,
con los huesos preguntándote qué te pasó.
Verás el techo,
te preguntarás cuántos años más verás el mismo techo al amanecer,
durante cuántos años más tendrás que seguir durmiendo sobre el mismo colchón,
te cansarás de la misma pared,
de la misma vecina,
de la misma ropa,
de los mismos amigos,
de los mismos familiares.
Te sentirás harta del mismo baño al que vas para hacer pipí.
Dirás que estás bien cuando te pregunten qué te pasa mientras comes,
habrán días en que peinarte te será indiferente,
habrán días de días,
y tú nadando contracorriente.
Seguirás despertando,
la luz que se mete por tus ojos todavía dormidos.
Me gustaría que pensaras en mí,
que sepas que estoy en tus zapatos en cada situación o asunto,
que daría lo que fuese por cambiar el rumbo por el que te lleva la vida.
Jamás te lo he dicho,
pero no sabes cuanto te quiero.
No se me ocurre otra manera de demostrarlo,
sólo pensándote como te pienso.