'Del romance castellano
no busques la sal castiza;
mejor que romance viejo,
poeta, cantar de niñas.
Déjale lo que no puedes
quitarle: su melodía
de cantos que canta y cuenta
un ayer que es todavía'.
[Antonio Machado]
Su fama le precede. Simplemente mencionar el nombre de Castrillo de los Polvazares y mente y estómago se confabulan pensando socarronamente en lo mismo: el cocido maragato. Y no es para menos, y quizás sí para más, porque a la cantidad se une la calidad y cuando la mente se empalaga, perdida en esos mundos del olor y del sabor y el estómago toca desesperadamente a retirada, más que satisfecho, completamente lleno, ese espejo del alma que son los ojos observan con cierto disgusto -o pudiera ser tristeza- las exquisitas viandas que aún quedan en platos y bandejas, mientras los labios apuran de un trago un vasito de licor de hierbas -o de orujo, que tanto dá- como salutífera prescripción para facilitar la digestión.
Sea o no efecto de ese licor de hierbas o de ese orujo, templado a fuego vivo como el mejor acero toledano, o quizás teniendo parte de culpabilidad ese dulce sol de invierno que dora como madalenas la cantera multicolor que es el pueblo, o mejor aún, el humo que ciega los ojos de ese cigarrillo que uno se enciende con ganas después de comer y quedarse satisfecho, lo cierto es que durante un momento, los pensamientos obvian otro tema que no sea un errabundo deambular por el universo de los detalles.
Surgen así, visiones cotidianas, intranscendentes para algunos pero de realismo colorista para otros, como las familias de cigüeñas, reunidas en unos nidos que parecen desafiar las leyes de la gravedad allá, en el punto donde la espadaña de la iglesia se convierte en misil apuntando a las nubes.
El perro negro, cuyo nombre se ignora pero que por su aspecto y también por esa astuta mirada que parece esconder una inteligencia segura que recuerda al Mefistófeles del Fausto de Goethe, haciéndose el encontradizo por los alrededores del ábside hexagonal de la parroquia, vigilando, no obstante interesado, las idas y venidas de lugareños y visitantes.
La centenaria rueda apoyada contra la pared, recién pintada y suspirando por el eje de una carreta con la que volver a embadurnarse con el polvo de los caminos; las pequeñas cruces de piedra, desde luego menos en la actualidad de las que tradicionalmente le hicieron mención honoraria-
El pequeño Cristo, imitación de aquél otro que despierta pasiones entre las multitudes que anualmente visitan una ciudad de naranjos, como es Córdoba, encerrado conmiserativamente en su farolillo de madera de ataúd.
Los cristales, inmaculados, que reflejan con absoluta precisión sosias encantados que conservan los azules originales y universales de los cielos de la tarde; los viejos escudos, centinelas de una Historia que, como dijo el poeta, reflejan un ayer que es todavía.
El pícaro mendicante, que extrae gemidos de una vieja guitarra, a la par que inventa versos, apoyado en la baranda de un puente que, como la esencia misma del lugar, no podía ser de otro material, sino de piedra y de cuyos labios, paradójicamente, nunca salió aquello de el arriero va.
AVISO: publicado originalmente en mi blog RECUERDOS DE UN PEREGRINO, si bien tanto el texto, revisado, como las fotografías, son inéditos en Steemit. Ambos, texto y fotografías, son de mi exclusiva propiedad intelectual. La entrada original, a la que se enlaza con Steemit, pueden encontrarla en la siguiente dirección: https://jc347.blogspot.com/2012/03/un-lugar-de-la-maragateria-llamado.html
diseño: @txatxy
Magnifico lugar para disfrutar, @juancar347. Saludos.
Ciertamente lo es, amiga lauram. Además, un pueblo que conserva el encanto de su estructura original muy poco afectada por las aberraciones modernas. Y en cuanto al cocido maragato, qué te voy a contar: cada vez que me acuerdo, mi estómago se siente complacidamente satisfecho. Saludos.
Yo soy maragato. En Murias de Rechivaldo se desarrolla parte de mi novela que publico en steemit, al lado de Castrillo de los Polvazares.
Hola, Jesús. Contigo sí que se puede aplicar el refrán (por supuesto, con todo mi respeto) de que eres 'cabra que tira al monte'. La Maragatería, como el Bierzo, son muy peculiares y hablar o adentrarse en ellas, ya requiere, cuando menos un respeto, pues son palabras mayores. Agradecido por tu visita y con tu permiso, recomiendo a todos mis amigos y lectores, esa magnífica novela, El enigma de Baphomet, cuyos interesantes pormenores pueden encontrar cumplidamente visitando tu perfil. Un abrazo, Maestro