10/08/2013
Albufeira (Faro), Portugal.
Las olas suelen llevarse todo lo que es dejado en la arena, se llevan poco a poco los granos de la misma, que también han sido traídos por los años, se llevan las conchas que fueron arrastradas hasta el lugar unas horas antes (o segundos también), se llevan los juguetes y calzado de niños descuidados, así como colillas de un cigarro que un hombre con cara de pocos amigos ha tirado sin cuidado. Las olas se llevan poco a poco las pisadas que toda la gente en la playa ha hecho en su orilla.
Cada tanto, las mareas suben aún más y se llevan la lata de algún refresco que se olvidó por accidente, se llevan el castillo de arena de un ilusionado niño que espera volverlo a ver en la mañana y hasta el sombrero de una señora mayor, que salió volando de su dueña horas atrás. Las olas, con pereza, se llevan muchas cosas de la playa, dejando que el mar las tome para tal vez nunca más volver. Al igual que traen cosas, también.
Una nota guardada en una botella, escrita difícilmente en italiano por una pequeña que desea que llegue a lugares muy lejanos, un pedazo de madera de un barco que naufragó en medio del Caribe, un pez descarriado que terminó en la orilla, una tortuga que va a dejar sus huevos en espera de que pronto puedan llegar al mar sus crías, un náufrago que ha sobrevivido de milagro una gran tormenta, la propia sal que caracteriza al mar y que se esparce con la brisa, esa que con su olor a sal llena las fosas nasales e inspira a entrar en el agua mientras el sol calienta la espalda.
¿Puedes sentirlo? ¿El olor de esta playa llega a ti? Porque aquí estoy, escribiendo otra vez, escribiéndote mientras oigo las olas romper en la arena y un poco más lejos, romper contras las rocas, la brisa mueve mi cabello y el sol toca mi cara. Qué visión tan extraña, ¿no te parece? El sol ya ha enrojecido mis mejillas y las olas junto con el agua totalmente fría han limpiado algunas de tus marcas de mi piel. La arena suave comenzó a sentirse cómoda bajo mis pies, que ya no se encuentran tan perdidos y mi inspiración ha tomado algo de sentido en las calles de estas ciudades, donde el arte y las ganas de ganarse la vida haciendo lo que uno ama han tomado formas, se han vuelto personas de carne y hueso.
Ahora miro hacia la noche y todo tiene diferentes tonalidades, diferentes compases que forman una melodía que desconozco. Donde sea que mi vista se detiene, hay algo nuevo para guardar en mi memoria, hay algo más que no te involucra, que no nos involucra. Y al mismo tiempo hay cosas que me gustaría contarte en mis dibujos y en las nuevas notas que he aprendido. Lo mismo que te cuento en estas pocas palabras.
Todo esto es maravilloso.
Algunos grises tienen una tonalidad viva y los rosas palidecen en comparación con el profundo azul que se esconde en las grutas. Te imagino caminando por estas calles, con unos lentes oscuros y un cigarrillo (aunque sé que ya no fumas), seguro de ti mismo y dispuesto a conquistar todos los corazones que puedas. Encajarías a la perfección con este ambiente tan surreal que se ha llevado mi aliento.
Si, alguien como tú encaja a la perfección con un lugar tan imaginario, en el que cualquier historia puede ser escrita sin haber ocurrido y parecer tan real como si se estuviera siendo testigo de la misma.
Porque las fantasías son para ser escritas en la última página de un cuaderno mientras estás al lado del mar.
Alaska.