Por la tierra abigarrada, marcha alguien que no es ni infiel ni musulmán, ni rico ni pobre. No reverencia a Dios ni a las leyes. No cree en la verdad ni afirma nunca nada. Por la tierra abigarrada ¿quién es este hombre triste y valeroso?
El poeta, astrónomo, algebrista y sibarita catador de vinos Ghiyathuddin Albufash Umar Ibn Ibrahim al Khayyami, conocido en el mundo occidental como Omar Khayyam, vino al mundo en Nishapur, provincia de Khorassan , al noreste del actual Irán. No se conoce con exactitud el año de su nacimiento, aunque se acepta que fue aproximadamente en 1135. Era, por lo tanto, de origen persa como muchos otros matemáticos islámicos y en parte árabe, por el apellido de su padre, al-Khayyami, y tal vez por las particularidades que apunta Lamb, H. (1959: 269) en cuanto a sus cualidades personales, tales como la brevedad y el descaro de sus palabras vertidas en cuartetas, los tipos de estudios emprendidos y la tenacidad para llegar al final de sus emprendimientos.
Como patronímico Khayyam significa “fabricante de tiendas”, y es un error extendido en Occidente creer que tanto él como su padre se dedicaban a la elaboración de tiendas, lo que equivaldría a pensar, por ejemplo, que, porque una persona se apellida Herrero, ha de dedicarse, necesariamente, a forjar el hierro (Gallardo, 1965: 15-16). Hay una cuarteta que hace alusión a la fabricación de tiendas, pero esto es sólo como figura retórica:
Khayyam, cosiendo las tiendas de la Sabiduría cayó en la hoguera del Dolor y fue convertido en cenizas. El ángel Azrael cortó las cuerdas de su tienda. La Muerte vendió su gloria por una canción.
El conocimiento en Occidente de Omar Khayyam se debe a la colección manuscrita de unas cuartetas conseguidas en la Bodleian Library de Oxford por Edward Fitzgerald, la que habría de ser la primera obra vertida del antiguo persa al inglés de poco más de un centenar de las Rubaiyat de Omar Khayyam. El rubay es una composición característica de los poemas orientales, cuya naturaleza epigramática exige que se complete en cuatro líneas o cuartetas, estancias, repeticiones, juegos de palabras, y, además de la brevedad, la concisión y el gusto por los contrastes. tal como se pone de manifiesto en el rubay siguiente:
Lámparas que se apagan, esperanzas que se encienden: la aurora. Lámparas que se encienden, esperanzas que se apagan: la noche.
Es necesario señalar que esta forma de contraste no es exclusiva de Khayyam, sino que es común en la literatura persa, como en Hafiz:
Alabo a Dios por haber creado el día y la noche: el día tu rostro; la noche, tu cabellera.
En los juegos de palabras se hace mención de una cuarteta de Khayyam, cuyo original persa dice:
Bahram ke gur miguerefti be kamand. Didi ke chegune gur Bharam guereft?
En persa, la palabra gur significa tanto tumba como asno silvestre, por lo que la traducción literal sería:
Bahram, que cogía el asno silvestre (gur) con un lazo, ¿has visto cómo la tumba (gur) ha cogido a Bahram?
Esta figura, como juego de palabras, se denomina “calambur” (calambour). (Gallardo, op cit: 13-15)
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El género de verso llamado rubay no es propio ni exclusivo de Omar, pues Hafiz y Saadi también escribieron rubaiyat y otros géneros como el Kasida y el Ghazal, esta última preferida por Hafiz. En cada cuarteta riman el primero, segundo y último verso, y el tercero queda libre por lo general. Cada rubaiy es diferente de los demás y, en algunos manuscritos, se las clasifica alfabéticamente según la letra en que termina la rima para darle coherencia y continuidad temática.
Las rubaiyat de Khayyam son cantos apasionados al amor, al vino, la ebriedad, al gozo erótico y el escepticismo y también del tiempo, de civilizaciones idas, de vasijas y cántaros, del destino, de bellas mujeres, de la sabiduría, del cielo, del infierno y de la muerte. Esto último refleja su lenguaje desafiante, colmado de franqueza y sinceridad, lo cual, además de su belleza, revela un Islam permisivo con las pasiones mundanas.
Podría pensarse en un Khayyam irreverente, epicúreo, blasfemo, escéptico, que se desenvuelve en la incertidumbre y la impotencia del espíritu humano para arrancar los misterios y arcanos del universo. Al acercarnos con una óptica académico-filosófica, encontraremos una epistemología, una estética, una cosmología, una ética, una metafísica, las cuales representan una concepción filosófica, una posición ante el mundo, del hombre y Dios (Ruiz, 1981: 7). Como en Horacio o Epicuro, hay que gozar ese momento fugaz que es la vida y arrancar a la existencia todos los delicias y placeres que se puedan disfrutar, refugiándose en el vino.
Un espíritu como el de Khayyam bien pronto habría de darse cuenta que es inútil ansiar la estéril persecución de la verdad, mientras la vida pasa a su lado invitándolo a deleitarse con el perfume de las rosas efímeras:
El vasto mundo: un grano de polvo en el espacio. La vana ciencia de los hombres: palabras. Los pueblos, las bestias y las flores de los siete climas: sombras. El fruto de tu perpetua meditación: nada.
Gira la rueda, indiferente al cálculo de los sabios. Renuncia al esfuerzo vano de contar las estrellas. Medita más bien en esta verdad: habrás de morir, no soñarás más y los gusanos de la tumba, o los perros vagabundos se disputarán tus despojos.
Los sabios no podrán enseñarte nunca nada, mas la caricia de unas negras pestañas de mujer te revelará la felicidad. No olvides que tus días sobre la tierra están contados, y que bien pronto volverás al polvo. Trae vino, busca un lugar al abrigo de importunos, y deja que la vid te consuele.
Se ha dicho que la poesía de Khayyan, como género literario, toma de la poesía mística sufí expresiones profanas, eróticas o báquicas para encubrir las enseñanzas del sufismo, de lo que en un principio se expresaba libremente. Sin embargo, como lo puntualiza Gallardo (op. cit.: 32), quien estudie o simplemente lea sin aprensiones la obra de Khayyam, habrá de mostrarse de acuerdo que cuando el cantor de Nishapur habla de vino se refiere al mosto fermentado de la uva, por lo que la embriaguez no es un delirio místico, como en la poesía sufí, sino debida a la hija de la vid, a quien, como el mismo Omar Khayyam lo dice en una de sus cuartetas, había tomado por esposa, después de repudiar de su lecho a la vieja y estéril razón.
Muchas de las cuartetas de Khayyam manifiestan un atrevimiento que a los ojos de sus contemporáneos han debido parecer más bien la imagen de un herético, blasfemo e infiel. Si hemos de juzgar con ojos occidentales y más específicamente desde la óptica de la civilización judeo-cristiana, tales cuartetas no se interpretarían como objeto de escándalo. Piénsese solamente en la temeridad que significa cantarle loas al vino en un ambiente musulmán, donde, precisamente uno de los preceptos que condena con la mayor de las fuerzas es el uso de bebidas embriagantes, hecho éste que figura entre los pecados más graves que, junto con el asesinato, el robo, los juegos de azar o el adulterio, aseguran la condenación eterna.
…sepultadme, amigos míos en un hermoso jardín, donde, huyendo del calor estival, se den cita las viejas amistades; bajo las verdes ramas que asomen por el muro y que dejarán caer sus flores sobre mi tumba.
Tal aroma de vino emanará de mi tumba, que los transeúntes se embriagarán. Tal serenidad rodeará mi fosa,que los amantes no se podrán alejar.
Las antedichas cuartetas, para un occidental, no incitarían a sospechas de jaez alguna, sin embargo, para un musulmán, representan un ultraje, una irreverencia blasfémica. Lo temerario de estos versos resulta en que en los mismos se hace mención del lugar en que será sepultada una persona. Tratar de predecir cualquiera de las cosas que sólo Alá puede saber es intentar igualar su omnisciencia y sabiduría. De acuerdo con la creencia musulmana, hay cinco cosas cuyo conocimiento sólo pertenece a Alá: la hora de la muerte, el sexo de la criatura en el vientre de la madre, el día que va a llover, los sucesos futuros y el lugar en que morirá cada uno. El simple hecho de pretender conocer o insinuar a cualquiera de estas cosas es mostrarse como un infiel, merecedor de la cimitarra o el alfanje (Lamb, op.cit.: 205).
Resulta escueto en estas líneas que apenas esbozan algunos aspectos sobre las Rubaiyat en la vida de Omar Khayyam, desarrollar el universo de aspectos que podrían profundizarse, por lo que invitamos a los lectores comunes, tanto en el interés de estudiosos y literatos, que se acerquen sin prejuicios a ese tesoro de la fluctuación entre la sensación de la etérea brevedad de la vida y de la desolada grandeza de su poesía.
REFERENCIAS
Lamb, Harold (1959). Omar Khayyam. 3ª ed. Buenos Aires: Editorial Sudamericana.
Gallardo, Manuel (1965). Rubaiyat de Omar Khayyam. 3ª ed. México: Editores Mexicanos Unidos.
Ruiz, Raúl (1981). El jardín de Omar Khayyam, en Quimera Nº 9-10, agosto. Barcelona: Montesinos Editor.
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