En el país existe un partido tradicionalista, que llegó a tener en sus filas a intelectuales de gran talento en su momento, pero el poder y la realidad terminaron corrompiéndolo y convirtiéndolo en lo que es hoy. Sus viejos líderes lo convirtieron en un partido vacío de contenido, pragmático, lleno de oportunistas y que le ha hecho un daño irreparable al país. La deplorable obra de esta fuerza política es evidente, que hoy día son tan torpes que para beneficiarse personalmente son capaces de impulsar lo que dicen combatir: el chavismo. Pareciera que están jugando al fracaso del país, sin darse cuenta de que ellos, más que nadie, van a sufrir las consecuencias de ese fracaso, si es que se produce.
Su caudillo principal, ha demostrado ser un líder continuista de la vieja política, aunque con mucha retórica e inteligencia, pero con demasiado rabo de paja… Hasta se puede a llegar a pensar que tiene un pacto con personajes del gobierno para crear división, para empastelar las elecciones y para boicotear cualquier intento de surgimiento de dirigente alguno de la oposición. Su cometido pareciera involucionar, restaurar el viejo orden, de lo mal llamada Cuarta República. Una especie de liberalismo que tiene un enfoque profundamente individualista, propiamente partidista y que tiene entre sus adeptos, a una esencia burguesa, en donde predomina la inclinación hacia la alianza de clase de amos que se reparte las dádivas del poder. Algo extrapolado de la realidad que necesitamos para resolver el conflicto político nacional y sacar el país adelante.
La velocidad con la que se resuelva esta coyuntura histórica nos dirá el papel que está jugando este partido en la palestra, junto con otros líderes opositores, que parecieran hacerle juego a las ideas confusas a las que apuntan. Creo que si se enfocaran más en el país y su gente, mediante un diálogo real e inteligente, podría acelerar una salida negociada de Maduro. Pero, si el plan es las elecciones generales para el 2018, para oxigenar a los partidos tradicionales y al gobierno, hay que apostar evidentemente a cualquier otro líder nuevo, como Capriles, Leopoldo, María Corina o alguno que venga del entorno empresarial o la sociedad civil. Alguien que garantice que el país logrará resolver su problema de gobernabilidad y asegure la estabilidad democrática. Eso daría un nuevo marco institucional a la sociedad venezolana para dirimir los conflictos políticos, garantizaría el funcionamiento del Estado de Derecho y adicionalmente permita abordar los enormes desequilibrios económicos y promover el crecimiento y proteger socialmente a los sectores más vulnerables.
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