Hoy fue uno de esos días que empiezan tranquilos, pero terminan siendo toda una aventura. Salí con mi bicicleta, como de costumbre, sin un destino fijo pero con ganas de explorar. Decidí pedalear hacia la parte alta de Cayma, algo que ya he hecho muchas veces, pero esta vez todo se sintió diferente.
El camino me llevó por trochas y pistas que parecían familiares, pero de repente me encontré con algo inesperado: dos saunas que jamás había visto. Me quedé pensando: ¿cómo es que nunca las noté antes si siempre paso por aquí? Quizás las abrieron hace poco. Se veían súper bonitas, con un aire acogedor que de inmediato me hizo pensar en mis padres. “Esto sería perfecto para ellos”, me dije, imaginándolos relajándose allí, alejados del ruido de la ciudad.
Más adelante, me detuve un momento para hacer algo que tenía en mente desde hace días. Aproveché que estamos en época de lluvia y planté unos arbolitos. Fue algo sencillo, pero mientras los enterraba con cuidado, no pude evitar sentir una conexión especial con la tierra. Pensé en cómo, con un poco de suerte, en unos meses esos arbolitos empezarán a crecer, y este pequeño gesto se convertirá en algo grande. Definitivamente voy a regresar para ver si lograron brotar.
Al final del paseo, mientras bajaba por las trochas y el viento me golpeaba la cara, no pude evitar sonreír. Fue una de esas experiencias que parecen pequeñas, pero que te llenan de energía. Aunque, la verdad, hubiera sido mucho más divertido compartir este recorrido con alguien. Por eso estoy pensando en buscar compañeros de bici. Sería genial organizar paseos para explorar lugares como este juntos.
Si te gusta descubrir rincones nuevos, conectar con la naturaleza o simplemente disfrutar de un buen rato en bici, ¡avísame! Cayma tiene muchas sorpresas escondidas, y sería increíble compartirlas con más gente.
¿Qué dices? ¿Te animas para el próximo paseo? 🚴♂️🌱