Sus manos tapaban la luz que escapaba de su pecho.
Ni con las camisas, ni con la sudadera más gruesa podía ocultarla.
Como una mariposa, se podía apreciar su belleza,
cuando se dignaba a abrir sus alas.
Temía cuando sus latidos se aceleraban,
al dejarse llevar por su melodía interior,
su piel se erizaba y era como sentir terciopelo.
Aunque la oscuridad de sus ojos cafés abundaba,
el centro de su pupila se mantenía profundamente iluminado.
Sentirse en las nubes no era suficiente,
no se permitía ser diferente.
Su mundo era fantasía
y no tenía lugar en la realidad.
Era cálidamente abrazada por tal sensación,
pero no tardaba en enfriarse, pues estaba expuesta.
La Soledad y el Silencio eran sus únicos testigos.
Cerró sus ojos al encontrarse sola,
acompañada de cuatro paredes,
se conectó con su interior,
y acabó apreciando aquello increíble.
Su alma brillaba con fuerza.
Cegada por su propia luz,
se fundía en la solución de su conflicto,
hasta que sus palmas sudadas
tomaron la decisión de abandonar su pecho.
Su camino solo podía ser iluminado por ella,
nunca entendió porque se escondía,
nadie era capaz de opacar su luz.
Todo estaba en sus manos...
Alannis S.