¡Hola amigos!
Quiero compartir con ustedes algo muy personal.
Hace unos cuantos años atrás, tenía alrededor de 7 u 8 años, viví una de las experiencias más extrañas que he tenido en toda mi vida junto a mi hermana y 2 niñas más.
La historia va así.
Era una tarde de un típico domingo, día que solíamos pasar con nuestro papá ya que estaba separado de mi mamá. Ese día el plan era ir a almorzar a la casa de la suegra de mi papá. Recuerdo que eran judíos y solían preparar algunos platos a los que no estábamos acostumbrados mi papá,mi hermana y yo. Así que él decidió ir a comprar un pollo en brasa, opción a la que terminaron uniéndose las otras niñas de la familia.
El apartamento en donde estábamos tenía dos entradas, la principal que daba acceso a la sala y una secundaria que daba acceso a la cocina. Allí estábamos las niñas, 4 en total, conversando las cosas que pueden conversar unas niñas, echando broma y por supuesto esperando el pollo.
Al poco tiempo de haber salido mi papá, escuchamos la voz de un hombre un tanto lejana llamando a mi hermana. Pensamos que se le había olvidado algo y nos asomamos por la ventana para ver que quería (en ese entonces no existían los celulares). No vimos nada, así que no prestamos más atención y seguimos con lo que sea que estábamos haciendo.
No pasaron más que unos minutos cuando volvimos a escuchar la voz , está vez un poco más cerca. Nos extrañó un poco. Hicimos lo mismo. Nos asomamos a la ventana y nada. Niñas al fin, continuamos nuestros juegos.
De repente, y ahora mucho más fuerte, la voz gritando el nombre de mi hermana nos paralizó, ya algo nos decía que no era mi papá. Abrimos la puerta que daba acceso al pasillo y sin saber de donde ni como apareció una fuerte ráfaga de viento con hojas secas incluidas, cabe destacar que el pasillo no daba hacia la calle, es de esos que son totalmente cerrados.
Espantadas a más no poder, cerramos la puerta de golpe. Intentamos ir a la sala,donde estaban los adultos conversando. No pudimos. La puerta se trabó. Gritamos como locas. Imagínense cuatro niñas chillando a todo pulmón. Al parecer nadie nos escuchó. Nadie venía a ver que nos pasaba.
Casi ya a punto de desmayarnos del susto, nos sentamos prácticamente una encima de la otra en una de las sillas de la mesa de la cocina que ya estaba arreglada para comer con su mantel y cubiertos. Las sillas estaban a una distancia considerable de la mesa (recuerden que estábamos jugando), cuando el mantel empezó a rodarse como si estuviese siendo halado por alguien y los cubiertos empezaron a caer uno por uno al suelo. Recuerdo el llanto de un bebé y el reloj de campana sonando.
Es de imaginar el nivel de gritos que emitíamos. Aún así, nadie vino en nuestro auxilio.
Como empezó, acabó. De repente todo quedó nuevamente en silencio. Solo escuchábamos nuestros sollozos y la agitada respiración. No recuerdo de donde sacamos fuerzas para intentar de nuevo abrir la puerta hacia la sala. Esta vez lo logramos. Esperábamos que los adultos nos preguntaran algo, porque gritábamos o a que estábamos jugando que habíamos hecho tanto escándalo, pero no. Era como si nada hubiese pasado.
Nos mirábamos desconcertadas. Decidimos preguntar si nadie nos había escuchado. La respuesta fue no. A pesar de ser pequeñas intentábamos dar con alguna explicación de lo que acabábamos de vivir, al llegar mi papá le preguntamos si se había devuelto, extrañado nos dijo que no, que se había demorado porque había mucha gente.
De algún modo quisimos contar lo que nos pasó. Como es de esperar, nadie nos creyó.
Hasta el día de hoy, nadie nos cree.
En lo particular a mi hermana (cuyo nombre mencionaba la misteriosa voz) no le gusta hablar de eso, a mi tampoco me agrada mucho, se me sigue poniendo la piel de gallina. Las otras dos niñas no se que pensaran hoy que ya somos adultas (perdimos contacto), pero de seguro también recuerdan este extraño episodio al igual que nosotras.
No es la única experiencia extraña que he vivido, pero si la más impactante.
¿Y ustedes, tampoco me creen?