HISTORIA CORTA | A la deriva

¡Saludos, queridos Steemians!

Como es habitual, comparto con ustedes hoy la traducción del cuento con el que participé la semana pasada en el Concurso de Historia Corta de 24 Horas del buen @mctiller. Este cuento fue reconocido con el tercer lugar del concurso en esta ocasión, y hasta ahora es el que más he disfrutado escribir para la plataforma.

Disfruten, entonces... de A la deriva.

Regolito de baja gravedad, Efflam Mercier | Fuente

******************************* ALERTA, ALERTA ***********************************

… a todo quien pueda escuchar esta señal de auxilio, habla el Sargento Nicholas Zelazny, ingeniero de combate sirviendo en la… en la Armada de la Mancomunidad de Planetas… mi nave está bajo ataque… rep… repito, está bajo ataque de piratas Nokrani… est… estoy herido, me encuentro en el sector 4B del… del sistema Rav… sistema Ravana…

… a quien sea que esté allí, por fav… por favor… quiero ver a mi familia de nuevo…

*************************** FIN DE LA TRANSMISIÓN ********************************

Una luz blanca e intensa perforó mis ojos, a medida que los abrí para ver mis alrededores.

Respiraba tranquilo, acostado en lo que parecía ser la habitación de una clínica. El estado de shock en el que estuve hace segundos apenas era un recuerdo, con la quietud del lugar siendo interrumpida sólo por los pitidos de las máquinas médicas conectadas a mi cuerpo. Un chequeo rápido a mi integridad física me mostró que, aunque mi piel estaba llena de contusiones y cortadas, sobreviví milagrosamente al ataque de los Nokrani.

Sin embargo, por una razón que ignoraba, mi cama estaba cubierta por una cortina plástica, tan gruesa que mi visión de la habitación era borrosa.

La suave brisa del abrir de una puerta automática se escuchó afuera.

Escuché pasos cuidadosos y lentos acercarse a mí. Una silueta, aparentemente vestida de blanco y verde, se aproximó a mi derecha. Al verle más de cerca, a través de la pantalla, pude distinguir que estaba revisando una agenda electrónica en sus manos.

‘¿Cómo se siente, sargento Zelazny?’

Me llevé la mano izquierda al rostro, tratando de masajear mis sienes ante lo que parecía ser un agudo dolor de cabeza.

‘No puedo decir que estoy bien, pero al menos estoy vivo. ¿Eso cuenta?’

Mi visitante sonrió gentilmente, chequeando de nuevo su agenda. El holo-transmisor en la misma formó una breve imagen de mi cuerpo, flotando estáticamente sobre su superficie.

‘Discúlpeme por no haberme presentado, sargento Zelazny. Soy el doctor Ishikawa, y usted está a bordo de la EMMP Radiante. Recibimos su señal de auxilio y pudimos enviar un equipo de evacuación a su ubicación. Lamentablemente, o por fortuna para nosotros, los piratas Nokrani que atacaron su nave ya habían desaparecido de la zona.’

Típico de los Nokrani. Acostumbraban emboscar naves solitarias a lo largo y ancho del sistema Ravana, recuperando lo que pudieran de los escombros, y luego se esfumaban sin dejar rastro.

‘¿Pudo… pudo reportar el ataque, por lo menos? ¿Mi… familia está al tanto de lo que ocurrió?’

‘Sí, sargento Zelazny. El Comando Regimental en la Estación Whiterook envió un escuadrón de interceptores a patrullar sus rutas de escape frecuentes. Su familia también fue informada de su estado pero, como debe saber, la distancia puede ser un inconveniente en casos como este.’

Muy agradecido, doctor Ishikawa. Estoy perfectamente consciente de que mi familia vive en Nueva Zurich, un planeta a casi tres años luz y medio de distancia. Sin embargo, ellos merecen saber lo que me pasó.

‘Gracias, doctor Ishikawa. Pero dígame… ¿cómo estoy?’

El buen doctor sonrió de nuevo, aunque esta vez su expresión no fue tan sincera como antes.

‘Bueno, para serle honesto, sargento Zelazny, estamos sorprendidos de que haya podido sobrevivir al ataque. Los dispositivos de sellado de su vaina de escape no funcionaron bien, en gran medida debido a la explosión de su nave y, debido al tiempo que tardamos en alcanzar su ubicación, estuvo expuesto a la radiación cósmica de una manera muy peligrosa. Sin embargo, más allá de concusiones y laceraciones leves en su piel por acción de los escombros, parece estar bien de salud.’

Esperé que su diagnóstico fuera cierto, y no la educación habitual de un médico en su trabajo.

Pero no pude evitar preguntarle acerca de las… medidas de seguridad alrededor de mi cama.

‘Me alegra saber eso, doctor. Pero entonces… por qué estoy…’

El doctor Ishikawa cayó en cuenta de que le preguntaba acerca de las cortinas.

‘Como ya debe recordar, sargento Zelazny, los piratas Nokrani son bien conocidos por su uso de agentes bioquímicos en su arsenal. Aunque no parece estar infectado, debemos seguir el protocolo de seguridad de la estación al pie de la letra, por el bien de nuestra tripulación.’

‘Oh.’

De eso sí no estaba al tanto. Esos bastardos carroñeros y sus inventos…

‘Ahora, si me disculpa, sargento Zelazny, debo ver a otros pacientes en el pabellón. Nuestra jefa de psicología, la doctora Silbar, le visitará en unos minutos. Si necesita algo, teclee el código 0451 en la agenda de su cama. Espero verle pronto.’

El doctor Ishikawa salió de mi habitación. Suspiré de alivio. Nunca me he sentido muy cómodo alrededor de los doctores. No que le tenga miedo a la enfermedad o a la muerte, cosas que siempre he visto como consecuencias naturales de estar vivo. Pero sí sentía un grado sano de escepticismo y desconfianza, sobre todo al haber visto una cantidad de malas praxis que habían sido responsables de la muerte de muchos de mis compañeros en el campo de batalla. Sin embargo, hice mi mayor esfuerzo de creerle, y me acosté tranquilo en la cama, tratando de observar con mayor claridad mi habitación.

Por fortuna, y tal como lo había dicho el doctor Ishikawa, mi cama tenía su propia agenda electrónica, conectada a la misma por un brazo telescópico plegado al lado derecho. Con mucho cuidado de no desconectar por accidente los electrodos y sondas en mi cuerpo, desplegué el aparato, comprobando que tenía un cómodo reposabrazos en él a medida que encendía la agenda para informarme de qué estaba pasando allá afuera. Una rápida búsqueda en la red galáctica me mostró, para sorpresa de nadie, que los ataques de piratas en el sistema Ravana no eran del dominio público. Además, las cosas en Nueva Zurich estaban bastante tranquilas, con sus habitantes llevando la vida próspera y adorable que siempre habían llevado.

Pensé en mi esposa y, aún más, en mi hija. Ser llamado a prestar servicio siempre era doloroso, ya que ella siempre se queda mirándome con cara de “¿y quién me va a leer esta noche?”. Gracias a ella, pienso que me he convertido en un ingeniero de día y en un cuentacuentos de noche, ya que ella no puede quedarse dormida si no le leo un cuento o un libro. Creo que ella va a ser una escritora genial un día de estos. Y es una niña muy valiente…

… porque resulta que le encantan los cuentos de terror y las historias de fantasmas.

No que me gustaran mucho, ojo. Siempre he creído que esas historias son cosas que la gente se dice para poder hablar francamente de su miedo al otro lado, sin importar en qué religión o cosa crean. Y he leído lo suficiente de ciencia y medicina como para que se me haga difícil creer que nuestras almas viven más allá de nuestra muerte. Mucho más difícil se me hace pensar que, no sé, nos convertiremos en enormes sábanas flotantes blancas o algo así, asustando a la gente hasta morir para que luego podamos tener una fiesta translúcida llena de colores… Eso se me hace algo ridículo. Pero la cara de terror que mi pequeña Sally pone cuando está verdaderamente asustada por un cuento de esos lo vale – sobre todo cuando consideramos que soy un muy buen actor.

Miré por accidente el reloj de la agenda y, casualmente… ya debe ser de noche en Nueva Zurich. Habría sido el momento ideal para contarle una historia de fantasmas a Sally.

Luego, por pura rutina, busqué en la base de datos de la AMP, para tener una idea más precisa de mi situación. Afortunadamente, todas las naves e instalaciones de la Mancomunidad de Planetas siempre están conectadas a través de una intranet cuántica que mantiene a la flota al tanto de todas sus propiedades civiles y militares en la galaxia. Chequeé en la base de datos el nombre de la estación médica en la que estaba y… Qué raro. Un mensaje de “Su búsqueda no obtuvo ningún resultado” fue mostrado en la pantalla. Busqué una y otra vez en vano. No que fuese inusual o algo así; debido a la difícil situación que enfrenta la Mancomunidad por toda la galaxia, el gobierno central estaba produciendo su infraestructura a una velocidad tan acelerada que no siempre había tiempo de agregar a las instalaciones nuevas a la base de datos.

Aun así, las naves e instalaciones médicas siempre tenían que ser agregadas a la brevedad…

Intenté hacer una búsqueda más específica en otras bases de datos secundarias, incluyendo algunas obsoletas, ya que no tenía manera de saber cuándo había ocurrido la botadura de la Radiante. Tras mucho buscar, logré encontrar información en una vieja base de datos de la AMP, oculta en un repositorio cuántico que muy poca gente debe recordar que existe.

Y lo que vi me impactó de una manera que ni un segundo ataque de los Nokrani podría lograr.

Las puertas de mi habitación se abrieron de nuevo. La cortina plástica, por su grosor, apenas me permitió distinguir una silueta femenina atravesando la intensa luz del pasillo y entrando al cuarto; a medida que se acercó a mi cama, cambié la ventana activa en la agenda electrónica para ocultar mis hallazgos.

‘Buen día, sargento Zelazny. Disculpe mi tardanza. Soy la doctora Silbar, jefa de psicología en la EMMP Radiante.’

Fui incapaz de responderle algo a la doctora, a la luz de lo que había descubierto. Sólo la miré sin más, tratando de sonreírle y esconder así lo que realmente pensaba.

‘Oh, lo lamento… Sé que el doctor Ishikawa lo visitó hace algunos minutos y habló con usted acerca de su estado de salud, pero, siguiendo nuestros protocolos de atención al paciente, estoy aquí para comprender su estado mental y su nivel de recuperación de lo que acaba de vivir, así que… ¿Cómo se siente, sargento Zelazny?’

Tan bien como puedo sentirme después de haber encontrado que la estación médica en la que estoy fue sacada de servicio hace veinte años, mi querida loquera. Con todo el respeto.

‘Estoy bien, doctora Silbar. Sólo un poco aturdido por el ataque, pero creo que me recuperaré pronto. Gracias.’
La doctora me miró con el mismo escepticismo con el que comenzaba a ver mi seguridad personal dentro de la estación.

‘Me… alegra saber eso, sargento Zelazny. Sobre todo, tomando en cuenta el evento traumático al que acaba de sobrevivir. Si me lo permite, sin embargo, debo hacerle algunas pruebas para certificar que no está sufriendo ningún tipo de estrés postraumático o condiciones similares. Puedo pasar por su consultorio de nuevo en algunas horas si cree que necesita descansar más.’

Totalmente, doctora Silbar. Necesito más tiempo para descansar y saber qué está pasando aquí.

‘Oh, se lo agradecería, doctora Silbar. ¿Le parece que lo hagamos en una o dos horas?’

‘Perfecto. Fijaré la primera prueba a las 13:00. Espero que pueda descansar, sargento Selazny. Ha sido un placer.’

Le regresé una sonrisa a la doctora Silbar a medida que ésta dejaba mi habitación, tratando de dar la impresión de estar cansado. Pero mi mente ya estaba operando en otro nivel. ¿Sería esta una trampa, puesta cuidadosamente por los mismos piratas Nokrani que derribaron mi nave? ¿Algún juego perverso y mental, tratando de sacarme información o respuestas que necesitarían para planificar un ataque aún más ambicioso a alguna estación o instalación cercana de la AMP?

Me adentré de nuevo en la agenda electrónica de mi cama, buscando esa ventana minimizada con la base de datos de la AMP. La Radiante era una estación médica clase Caduceo, no muy grande y diseñada de una forma relativamente simple. Con un buen plano y las indicaciones correctas, podría salir de mi cuarto sin atraer atención y deslizarme en los sistemas de ventilación de la nave o adentrarme en los pasillos de servicio para llegar al núcleo de la nave. Allí podría saber si la historia del buen doctor era cierta… o no.

Qué bueno es tener una buena memoria para la distribución general de las naves y las estructuras en una situación como esta. Por eso me encanta ser un buen ingeniero.

Después de darle un vistazo rápido al plano descargable de la instalación, comencé a sacarme todos los electrodos y sondas del cuerpo, cuidando de apagar las máquinas conectadas a cada uno a fin de no alertar o informar a nadie de mi situación. Cuando finalmente salí de mi cama, atravesé la cortina plástica alrededor de ella. Hacerlo puso una imagen vívida y fuerte en mis ojos. Vi mis alrededores en un grave estado de deterioro, convertidos en escombros y paneles rotos de duracero, con la cama y las máquinas de soporte vital formando parte del desastre en el que estaba la habitación. Tras estrujar mis ojos, no obstante, todo volvió a la normalidad.

Todo excepto el frío. Ni en los polos de Nueva Zurich hacía tanto frío como el que se sentía dentro de la habitación, algo que no sentí cuando estaba acostado en mi cama. Pero mi mente estaba tan activa, sacando conclusiones a un ritmo tan acelerado, que no me importó.

Tenía que llegar al fondo de este problema.

Al atravesar la puerta automática de mi habitación, me hallé en un pasillo completamente vacío. Bien alumbrado y operativo, sí, pero sin un alma en él; sólo las luces de advertencia sobre cada puerta automática en el pasillo indicaban que había otras personas en el pabellón médico. No quise tocar o acercarme a los espacios marcados por sensores frente a las otras puertas, eso sí, para no revelar mi presencia a otros miembros de la nave. Caminé con cuidado hacia el salón principal de la nave, buscando las puertas de emergencia que recordaba que daban paso a los pasillos de servicio.

Cuando llegué a la puerta en cuestión, traté de hackearla, utilizando las contraseñas usuales que había leído en la base de datos de la AMP. Ninguna de ellas funcionó. La impotencia me hizo darle un golpe a la puerta, y el eco del impacto se escuchó a través de todo el pasillo. Mi corazón se congeló por un instante, habiéndome dado cuenta de lo cerca que estuve de arruinarlo todo…

… pero no pasó nada. Todo lo contrario. Terminé sintiendo que, salvo por los doctores Ishikawa y Silbar y yo, no había ni un alma más a bordo de la Radiante.

Recordé que, en su salón principal, las estaciones médicas clase Caduceo tenían una enorme bitácora. Una computadora de acceso que permitía estar en contacto con la información personal y la ubicación exacta de la tripulación dentro de la nave.

A la luz del silencio sepulcral en el pasillo, decidí arriesgarme e ir directo a la bitácora para buscar lo que necesitaba.

No voy a decir que eso fue un acto de gran coraje y valentía. Fue algo más como un acto de ira, producto de la aparente mentira que sentía que era todo el rescate de la Radiante. Tal era mi rabia que, si después de todo era una trampa de los Nokrani, moriría gustoso de saber que tenía razón.

La verdad, sin embargo, iba a ser un poco más complicada que eso.

En el centro del salón principal, la enorme computadora de acceso a la bitácora no sólo estaba operativa, sino desguarnecida por completo. Por más cerca que miré a cada pasillo y escotilla que diese hacia la misma, no vi nada que pudiese representar una amenaza. Así que me acerqué a la computadora y, tecleando rápidamente, comencé a buscar respuestas en los registros de la estación. Pacientes a bordo, tripulación médica sirviendo en la estación… Nada fuera de lo normal. Era como si la estación nunca hubiera sido dado de baja. ¿Podrían los Nokrani, o bien algún grupo con intereses más siniestros, haber hackeado la base de datos de la AMP para fingir la desaparición de la Radiante?

Busqué de nuevo en la nómina médica. De nuevo, todo parecía estar en orden. El doctor Isao Ishikawa era el jefe de los internistas de la nave, y estaba atendiendo a otros pacientes en el pabellón según el radar interno de la nave rebelaba. Similar información pude comprobar al respecto de la doctora Marianne Silbar, la jefa de psicología residente.

Impotente, hice lo único racional que quedaba por hacer…

… revisar mi propio registro.

Letras y cifras se mostraron en la pantalla.

Sargento Nicholas Zelazny, ingeniero de combate de la Armada de la Mancomunidad...

Recibido el 15.09.2238, a las 06:00, Hora Galáctica Estándar, emboscado por un escuadrón de piratas Nokrani…

fallecido al entrar al pabellón médico?!

Qué caraj…

‘Debí suponer que encontraría la verdad por sus propios medios, sargento Zelazny.’

Escuché una voz familiar detrás de mí. Era el doctor Ishikawa.

Mis dedos se aferraron de miedo a los laterales del teclado de la bitácora. No giré de inmediato para no ponerme en evidencia, suspirando y mirando hacia el suelo. Allí caí en cuenta…

… de que ni mi cuerpo, ni mis pies, producían sombra alguna.

‘¿Qué… qué significa esto, doctor Ishi…?’

Sentí una mano fría y arrugada sobre mi hombro derecho. Por mucha rabia y confusión que llevase dentro de mí, no pude hacer más que dejarla reposar en su lugar.

‘Puede revisar los registros médicos con toda confianza, sargento Zelazny. No creo que tenga que interpretarlos por usted.’

Entré en el detalle de mi expediente médico. Había una serie de videos bajo la sección de diagnóstico y procesamiento. Los abrí uno por uno. Lo que encontré fue… desalentador.

El buen doctor Ishikawa me mintió, tal como lo supuse. Mi vaina de escape no había tenido simplemente una pequeña filtración. Según sus cálculos, los Nokrani le dispararon a mi nave un torpedo de plasma que tenía tres veces la carga explosiva habitual. Cosa que debí suponer. Los Nokrani nunca dejan sobrevivientes si no tienen por qué hacerlo.

Para cuando el equipo de salvamento me había encontrado, tenía tres horas muerto.

Alguien tenía que explicar esto…

… por lo que me giré hacia el doctor, con toda la cólera que tenía por dentro…

… sólo para verla esfumarse ante el horror de verle cara a cara, sin poder darle crédito a lo que tenía frente a mí.

Un hombre asiático, notablemente envejecido, con su piel arrugada y pálida a punto de podrirse. Sus mejillas estaban tan descompuestas y hundidas que podía ver sin problema sus dientes amarillentos y rotos a través de los agujeros y las grietas en su piel. El doctor Ishikawa tenía una expresión llena de tristeza y arrepentimiento, apenas pudiendo mirarme debido a la vergüenza que sentía por estar consciente de lo que tenía en mente. Sus ropas apenas eran harapos, pero lo identificaban claramente como el jefe de medicina interna de la Radiante.

‘No podía decirle la verdad, sargento Zelazny. Y de verdad lamento haberle ocultado todo. Suficiente tengo con decirle que los Nokrani nos hicieron exactamente lo mismo, hace veinte años, en nuestro primer viaje de servicio. Enviamos una señal de auxilio, similar a la que usted envió, sin éxito. La Armada de la Mancomunidad nunca llegó. Siendo los Nokrani una leyenda de los bajos fondos, sin mayores bases, la Mancomunidad no pensó que los Nokrani fueran una amenaza. Y aún no lo piensan.’

‘Doctor Ishikawa, eso no tiene sentido… ¡la Radiante es una maldita estación médica! ¡La alerta debió dispararse por la intranet cuántica de inmediato!’

El fantasma del buen doctor suspiró, con su garganta podrida emitiendo un sonido resquebrajado.

‘Así debió ser, sargento Zelazny. Pero para ese entonces la intranet cuántica no estaba completamente operativa, había muchos huecos en el sistema. Y, como puede ver…’

Apenas el doctor terminó de decir eso, un dolor de cabeza extremadamente intenso se apoderó de mí. Caí de rodillas, escuchando un agudo pitido en mis oídos y cerrando mis ojos, rogando a que la condición pasara. Y cuando finalmente lo hizo…

… la verdad fue revelada ante mis ojos. La luz de las estrellas se filtraba a través de incontables agujeros en el casco de la estación. Los pasillos y los muebles del salón principal estaban en un estado tan deplorable como el que vi en mi propia habitación, y por las áreas comunes flotaban innumerables escombros y objetos de los pasajeros y la tripulación gracias a la falta de gravedad en la nave. Lo único que de alguna manera seguía en condiciones prístinas en la nave era yo.

‘… los Nokrani hicieron lo que quisieron con nuestra nave. Y nadie hizo algo para evitarlo.’

Increíble. Estaba en una historia de fantasmas, como las que mi Sally amaba.

Oh, no… mi Sally… ¿Estaba ella… sabía ella…?

Encolerizado, tomé al doctor Ishikawa por la pechera de su bata… pero la violencia se esfumó apenas procesé lo irónico de poder sostener a un fantasma con mis manos.

‘¿Usted de verdad… le informó a mi familia lo que ocurrió, Ishikawa? ¡Contésteme!’

El buen doctor pareció encogerse de hombros.

‘Por favor, sargento Zelazny. ¿De verdad cree que estábamos en la posibilidad de hacerlo? Sólo para aclarar…’

El doctor Ishikawa no había terminado de hablar cuando, de pronto, lentamente, la tripulación entera de la Radiante comenzó a aparecer a través de las puertas y por los pasillos del salón principal. Algunos de ellos simplemente atravesando las placas de metal y las paredes. Incluyendo, por supuesto, a la doctora Silbar, quien estaba tan descompuesta y vacía de vida como el doctor Ishikawa y, en un horrendo sentido del deber, parecía llevar en sus manos los papeles de las pruebas que pensaba hacerme.

‘… esto es una nave fantasma. Un cascarón olvidado y roto de lo que alguna vez fue un hospital, flotando sin rumbo en el vacío del espacio. Le rescatamos por pura compasión… porque usted estuvo exactamente en nuestra misma situación.’

Liberé al doctor Ishikawa de mi agarre. A medida que lo hice, mis manos, al igual que el resto de mi cuerpo, comenzaron a podrirse y a perder su contextura.

Y no sentí absolutamente nada. Ni dolor, ni tristeza, ni vacío alguno. Nada. Sólo un enorme vacío incapaz de provocar siquiera que una lágrima corriera por mis pómulos.

Dios mío… de verdad esto era una historia de fantasmas.

Estaba muerto.

Y nunca podría ver a mi familia de nuevo.

Ni a mi esposa, Roselyn… ni a mi Sally.

Resignándome a mi destino, le pregunté al doctor Ishikawa una pregunta que me pareció extrañamente natural.

‘¿Qué… qué puedo hacer por usted, doctor?’

Impertérrito, el buen doctor se sacudió la bata de laboratorio y arregló la pechera de su camisa.

‘Bueno, sargento Zelazny… pensamos que, dada su área de servicio, podría ayudarnos a reparar nuestra nave. Después de todo…

… hay piratas Nokrani en el área que podrían requerir de nuestra ayuda.’


¡Hey! ¡Gracias por leerme!

Espero tus comentarios con tu opinión acerca de este y los próximos artículos, historias y opiniones que compartiré contigo en los próximos días. Como siempre, si te gusta, vótalo; si te gusta mucho, republícalo; y si te encantó, ¡sígueme!

- JD

Sort:  

Mi querido @bohemian.machine, aquí tu Annie Wilkes. Espero poder seguir leyendo más de ti en el futuro próximo y lejano.

🤣🤣🤣🤣🤣 ¡Me has hecho la noche, @gmad!

Que así sea, por eones y eras insospechadas. Qué bueno tenerte aquí ❤

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