OPINIÓN | Upgrade, o de cómo hacer que tengas miedo de que Google se apodere de tu cuerpo

in #cervantes6 years ago (edited)

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Esta es la cara de la disfunción eréc… No, es algo peor aún. Es la cara de un hombre que se sabe perdido. | Fuente: Screen Connections

Si hay un estudio al que puede agradecérsele la resurrección del buen horror en el cine en los últimos años, es a Blumhouse Productions. Fundada por Jason Blum en el año 2000, el modelo de BH – conocido por la producción de películas de bajo presupuesto y en la que sus directores gozan de una altísima libertad creativa – ha generado tales ganancias y reconocimiento en la industria que, en 2014, Universal Pictures firmó un contrato de distribución de alrededor de diez años con la relativamente joven productora cinematográfica. Y no es para menos: con franquicias redituables como The Purge, Insidious y Paranormal Activity, así como ofrecimientos en solitario de gran aprobación crítica como Whiplash (2014), Get Out (2017) y BlacKkKlansman (2018), todo apunta a que tendremos Blumhouse para rato.

Las posibilidades que ofrece trabajar con Blumhouse han despertado la atención de diversos directores, a quienes no puede dejárseles de lado en esta suerte de revival del cine de terror y suspenso: Scott Derrickson, Mike Flanagan, James DeMonaco y el mismísimo M. Night Shyamalan – quien disfruta de un renacido interés en su filmografía gracias a la gran acogida de Split (2017), y a la confirmación de que ésta y su próxima película, Glass (2019), forman parte de una trilogía junto a su clásica Unbreakable (2000) – integran parte del palmarés de directores de BH. Asimismo, James Wan y Leigh Whannell, la dupla creadora de la multimillonaria franquicia de horror Saw (2004 - actualidad), también han hecho hogar en esta productora.

Mientras James Wan prueba suerte en terrenos algo alejados del terror, habiendo sido seleccionado por DC Comics para que dirija su versión de Aquaman (2019), la carrera de su par como actor, director y productor en este género de películas se ha mantenido más constante. Después de haber dirigido la cuarta parte de la trilogía Insidious, titulada The Last Key (2018), Leigh Whannell decide producir en su ciudad natal de Melbourne, en marzo de 2017, una película que, aunque aún bebe mucho de su experiencia previa en el terror, también toma elementos del cyberpunk y del thriller de acción que resultan en una propuesta tremendamente refrescante, ingeniosa y que, si bien no es perfecta, sí es un enorme acierto para los involucrados en ella.

Esta película, estrenada en marzo de 2018, es Upgrade.

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En un futuro próximo, conocemos a Grey Trace, un mecánico independiente especializado en la reparación de autos clásicos. Visiblemente nostálgico y testarudo, Grey tiene problemas para lidiar, no sólo con un mundo que ha olvidado la calidad de los antiguos muscle cars en pro de avanzados vehículos de conducción automática – realidad, por cierto, cada vez más cercana a nosotros -, sino con la vertiginosa rapidez a la que el mundo ha evolucionado. De su esposa, Asha, se nos revela que trabaja para Cobolt, una importante empresa tecnología del mundo que habitan, y que representa el sostén económico de la casa en donde ambos viven debido a lo específico y poco habitual del trabajo de Grey. Sin embargo, nuestro protagonista tiene razones para ser optimista.

Habiendo asegurado un contrato para restaurar un vehículo y entregarlo a un cliente de gran capital, Grey se muestra seguro y confiado en que su fortuna cambiará; tal es así, que decide llevar a su esposa a conocer a su contratista el día en el que le hará entrega del auto. El comprador en cuestión resulta ser Eron Keen, un joven programador e innovador tecnológico encargado, por ironías de la vida, de la empresa rival de Cobolt, Vessel. Excéntrico y arrogante, Keen les muestra a sus visitantes su último invento – STEM, un revolucionario chip de inteligencia artificial que puede funcionar como un segundo cerebro –, impresionando a Asha e incomodando a un Grey que considera, con cierta justificación, que creaciones como esas sólo crean desempleo y dependencia tecnológica.

De regreso a casa, sin embargo, lo que parecía ser el inocente cierre de un contrato de trabajo termina teniendo consecuencias desastrosas para la vida de Grey. Tras un desperfecto con el sistema de conducción automática del vehículo de Asha, que ocasiona que ambos se accidenten en una zona peligrosa de la ciudad – de la que conocemos que Grey era oriundo en su niñez – y sean aparentemente asaltados por unos ladrones de poca monta, la idílica existencia de Grey es destrozada en dos actos: uno, el asesinato de su esposa por los mencionados criminales, y dos, una herida recibida por éstos que lo deja cuadripléjico de por vida.

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Bonita pareja… Sería una lástima que alguien saboteara su auto concepto de cientos de miles de dólares | Fuente: Crome Yellow

Con un considerable golpe a su ego y a su testosterona, vemos a Grey acostumbrarse – con escaso éxito – a la idea de ser inválido, teniendo que depender cada vez más, no sólo de su madre, sino también de la tecnología que siempre desdeñó. Asimismo, Grey debe lidiar con el hecho de que las investigaciones policiales para localizar a los responsables de la muerte de su esposa, por lo fortuitas de las circunstancias, no parecen tener éxito. Pero un día, en medio de su convalecencia, el último patrón de Grey reaparece en su vida con una proposición indecente: que se ofrezca como candidato de prueba en humanos de las bondades de STEM, pudiendo así volver a caminar y a vivir como un hombre sano, a costas de firmar un acuerdo de confidencialidad protegiendo la existencia de su creación y manteniéndola como un secreto hasta que ésta se pruebe como viable.

La operación resulta ser exitosa en restaurar la movilidad de Grey; no tanto así en convencerle de que puede iniciar una nueva vida y ser un hombre nuevo. Aún acosado por el fantasma del asesinato de su mujer, Grey descubre, en su impotente y frustrante análisis de la escasa evidencia que la policía ha recolectado hasta el momento, que el invento de Eron Keen es realmente el hogar de una poderosísima inteligencia artificial capaz de analizar y recopilar información de mejor manera que un ser humano común. Nuestro protagonista no tarda en descubrir las aplicaciones de este peculiar y extraño artefacto…

… y menos aún, en relacionarlo a su búsqueda de respuestas que lo lleven a comprender el asesinato de su mujer y, ultimadamente, a lograr la venganza que necesita.

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A primera vista, Upgrade es una peculiar mescolanza de géneros e inspiraciones. La tecnológica ambientación de la película, aunque perfectamente en sintonía con clásicos del cyberpunk como los juegos de rol Shadowrun (1989) y Cyberpunk 2020 (1988), así como con obras maestras de la talla de Blade Runner (1982) y Total Recall (1990), no está tan avanzada como para hacernos olvidar que este es un mundo que atraviesa una transición en la que, al menos por ahora, pocos humanos disfrutan de los beneficios de estos descubrimientos. Asimismo, lo oscuro del urbanismo visto en la película y el estado de deterioro hacen ver que las injusticias económicas – gran caldo de cultivo de este género – han creado a una sociedad en la cual sólo unos pocos viven en cierto estado de comodidad.

Pero, en lo que a exposición y análisis de estas ideas respecta, Upgrade no se permite llegar mucho más lejos… y no tiene por qué hacerlo. La verdad sea dicha, a lo que asistimos al ver esta película es a una clásica trama de venganza a la usanza de Death Wish (1974) – eso sí, vestida con un traje sorprendentemente brillante de ciencia ficción, considerando el presupuesto – que rápidamente toma ribetes de un género clásico como lo es el body horror cuando Grey se enfrenta, por los horrores de la trama, a la realidad de que él no controla su cuerpo porque quiere… sino porque STEM se lo permite. Y es esta espantosa condición, trasladada a un estudio de personajes, lo que constituye uno de los más grandes aciertos de la película.

Logan Marshall-Green, quien interpreta a Grey – y cuyo increíble parecido físico con Tom Hardy, chiste interno de cinéfilos varios desde su aparición en la desafortunada Prometheus (2012) de Ridley Scott, hace pensar que quizás la mencionada estrella hubiese sido el protagonista ideal de Whannell -, hace un trabajo sencillamente asombroso al mostrar cómo el individuo, lentamente, se va volviendo prisionero en su propio cuerpo. Alusiones a The Six Million Dollar Man (1978-1979) aparte, gran parte de la tensión narrativa de la película proviene de lo que tiene que presenciar Grey a medida que, cegado por la venganza y la necesidad de saber quién está realmente detrás del fallecimiento de su mujer, decide legarle el control de sus brazos y sus piernas a una inteligencia artificial cuya eficiencia en descifrar datos de su entorno es sólo comparada por la inclemencia y la efectividad con la que puede desarmar y herir a cualquiera que se le atraviese.

Y vaya que Leigh Whannell no se corta en lo más mínimo en hacer un espectáculo violento de esto.

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Desconozco qué vaya a hacer STEM después de los eventos de la película… Pero, yo que él, fundaría un dojo de artes marciales | Fuente: Inverse

La experiencia previa del director de Upgrade como escritor y creativo detrás de la franquicia Saw definitivamente hace acto de presencia en más de una escena de acción de la película. Y no podía ser de otra manera; así como no sería cyberpunk si no estuviéramos en presencia de algunas armas bastante, digamos, peculiares – que tener una escopeta implantada en un brazo haría las delicias de ese gran hombre llamado Gunther Hermann, para quien conozca Deus Ex (2000) -, no sería una película de Leigh Whannell si no viéramos algunas formas bastante grotescas y creativas de morir. La pelea de la fotografía previa es un claro indicio de ello… y hay más, mucho más, de donde eso vino.

Retomando el apartado de la actuación, Logan Marshall-Green cuenta, por fortuna, con un reparto que sabe estar presente, ya sea para maximizar la intensidad de la horrenda situación en la que está, o para revelarnos lo humana de esta condición. Aunque por evidentes razones se echa de menos la agradable química que Melanie Vallejo tenía con el actor principal durante el transcurso de la trama, los solventes trabajos de Betty Gabriel – responsable de una de las escenas más memorables y escalofriantes de Get Out, y a quien pronto veremos formando parte del reparto de la segunda temporada de la excelente Counterpart (2018) – como la oficial de policía que investiga el caso de la muerte de la esposa de Grey, y de Linda Cropper como la madre de Grey, hacen que el segundo acto de la película sea bastante disfrutable.

No sale tan bien parado el trabajo actoral de Harrison Gilbertson, quien, quizás por tema de guion, bien por tema de dirección, no cuaja completamente como el atribulado e inestable genio detrás de Vessel y la creación de STEM… aunque resulta eficiente para hacerse odiar. Mención aparte merece Simon Maiden, el actor encargado de la voz de STEM, quien hace una dupla perfecta con Logan Marshall-Green, con una voz tan escalofriantemente robótica y desprovista de sentimiento que hace pensar, con sobradas razones, que nuestro protagonista duerme con el enemigo sin saberlo.

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Honores a Logan Marshall-Green por hacer una interpretación tan humana y accesible… Y por bajar y subir escaleras como todo un malote | Fuente: Miami New Times

¿Tiene Upgrade algún desacierto o desperfecto? Ninguno que afecte demasiado su visionado, pero los tiene. Amén de esa sagrada biblia del escritor que es Story (2010), de Robert McKee, la trama puede no sólo resultar algo predecible para algunos espectadores más avezados y que disfruten de atar cabos, sino que, fiel a su género maternal, es un ejemplo tan perfecto de la trama idiota – esa que sólo funciona si uno o más protagonistas de la misma tienen dificultades para razonar – que puede dejar, ya entrado el tercer acto de la película, un sabor que, si bien no es desagradable, puede resultar algo confuso en una producción con semejantes elementos.

También se echa en falta el hecho de que los asesinos de Asha, aunque apropiadamente pintorescos y bien caracterizados por sus actores – el trabajo de Benedict Hardie como el líder de los criminales, Fisk Brantner, es tan divertido como aterrador… y uno de sus crímenes en particular quedará impreso eternamente en la mente del espectador -, resultan ser sólo pies de nota ante lo ominoso y monstruoso del verdadero villano de la función. Misterio que tendrá que descubrir el espectador durante el tenso y violento final de la película y que, en un twist ending como pocos, dejará a muchos con una gran sensación de zozobra e inconformidad…

… de esas que sólo una gran película de terror y suspenso puede lograr.

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