Nietzsche fue un tipo enamoradizo que a lo largo de su vida aplicó una misoginia muy singular. “El hombre ama dos cosas: el peligro y el juego. Por eso ama a la mujer, el más peligroso de los juegos”. Un inquietante aforismo que puso en el personaje de Zaratustra después de conocer en Roma a Lou Andreas-Salomé.
Zaratustra fue el profeta que lanzó la proclama del SuperHombre, un ejemplar humano que, según la teoría de Nietzsche, debería ser profundamente culto, bello, fuerte, independiente, poderoso, libre, tolerante, capaz de aceptar el universo y la vida como es.
En ese sentido, este modelo de superhombre era aplicado por Nietzsche a sí mismo, en la vida real babeaba ante cualquier mujer atractiva a su alcance y si era rubia y rica la pedía en matrimonio de forma compulsiva. Pero un consiguiente rechazo le despertaba una descarga agresiva contra todo el género femenino:
“Hasta aquí hemos sido muy corteses con las mujeres. Pero, ¡ay!, llegará el día en que para tratar con una mujer habrá primero que pegarle en la boca”. Solo así, dándole rienda suelta a su inventiva literaria, el superhombre quedaba tranquilo.
Nietzsche estudió Teología en el internado de Schulpforta y a través de religión se adentró después en la filología griega en las Universidades de Bonn y de Leipzig. Su cerebro no encontró la forma de asimilar la mezcla explosiva de cristianismo y belleza, por lo cual terminaría convirtiéndose al paganismo que luego resultaría en más famoso aforismo : “¡Dios ha muerto!”.
En la puerta del baño de un bar, alguien había escrito: “Dios ha muerto. Firmado: Nietzsche”.
Debajo de este aforismo otra persona añadió: “Nietzsche ha muerto. Firmado: Dios”.
En una bonita y creativa manera de bajarle los humos al SuperHombre Woody Allen comentó: “Dios ha muerto, Nietzsche ha muerto y yo no me encuentro muy bien de salud”
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