Esta noche no dormí, y en el momento justo de la inspiración, escribí los dos cuentos que les presento a continuación.
Niebla roja
Paso mis días en los establos iluminados de la yegua María donde creció mi padre limpiando excrementos. El sol me calienta y canto. Limpio y canto, me traen algo de comer, y he de comer, nunca salir. Aquí donde todo ocurre. ¿Cárcel? Esta es mi vida, esta es mi casa. Aquí crecí y aquí moriré, como ha hecho mi familia por generaciones. ¿Cautiverio? Pero qué decís, bárbaros; este es mi hogar.
Los oigo gritar y le rezo a dios que paren, pero no lo hacen. Liberar, dicen, libertad. Pero si soy libre. Tengo pasto para dormir, y tengo a la yegua María.
"Le hicieron un lavado mental", dice una mujer.
¿Y eso se puede? Yo lavo los excrementos, ¿pero cómo podrían lavarme la cabeza por dentro? Tendría que morir, de seguro. Tendría que dejar de existir como ser vivo. Si eso es lavarme la mente. Sí. Desaparecería. No quiero desaparecer. Hay mucho qué limpiar aún.
En la niebla de la mañana escucho una canción. Viene el cuidador, el que me trae el desayuno. Abre la puerta, pisa mal y cae sobre una estaca. Muerte instantánea. ¡Pero qué tragedia! ¿Ahora quién me va a traer la comida? Miro hacia la puerta incrédulo, donde estaba parado el hombre hace un segundo, a punto de entrar, y veo abajo al hombre con una punta de madera afilada saliendo de su cuello.
El cuidador murió. Recé y nada pasó. Grité y lloré. Lloré y grité. Las voces se escuchaban, los murmullos, casi alegres, de los "liberadores". Escuché una risa y en la niebla roja me perdí. Saqué la estaca y corrí. Veinte muertos hay ahora. Pero no hay nada qué comer, no hay casa. Al menos tengo a la yegua María.
Risperidona
Dieciciete pastillas es todo lo que queda. Es cierto. Las conté. La cajita de risperidona ya vacía, solo queda la clozapina. Miro las pastillas con detalle. No sé si son reales. ¿Cómo sé si son reales? ¿Y si ya comencé a imaginar? Miro las pastillas. Dieciséis ahora, pero no me he tomado ninguna, ¿o sí? Late mi corazón más rápido. Risperidona, dice la cajita. Quedan quince. ¿Pero no estaba vacía? Decido tomarme una. Sería mejor.
Abro el papel de aluminio de abajo de la cápsula. Es mejor así, me dice mi abuela, que toma muchas pastillas. Está vacío el compartimiento. ¡Pero si la acababa de ver! No puedo estar tan loca, me digo. Clozapina, dice ahora. Definitivamente estoy loca, pero la inutilidad me deprime. ¿Cómo puede ser que ni las pastillas me pueda tomar? La rabia me domina, y luego las lágrimas de impotencia.
No hay nada que pueda hacer en contra de mí. Trato de sacar más pastillas. Corro al estante. Risperidona, risperidona. Una cara en el estante. No, otra alucinación, no puede haber caras en el estante. Risperidona. Me tomo una, caras, caras, insectos, caras. Pasa un rato. ¿Cuánto tiempo? No lo sé, estaba murmurándole entre dientes a la cara sobre la mesa, pero simplemente desaparece la cara poco a poco mientras más me concentro, quedando como un feo sueño, nada más.
Y las cápsulas en la mesa ya no están. Solo un paquete vacío de clozapina. No puedo dejar que ocurra otra vez. Debo contárselo a Anastasia. Que me ayude como siempre. Para eso se queda con la mitad de lo que me dan por discapacidad.
Y si además hago un dibujo, no vendría mal.
Excelente, me gustó mucho el 2do <3
<3 A mí también c:
Oye, que buenas palabras! Excelente imaginación!
Ay, gracias :)
Qué buen trabajo! un hurra por el contenido gráfico y original en steemit!
¡Muchas gracias, Emily, por pasarte por aquí! Tienes mucha razón, hay que traer cosas lindas y originales.
@originalworks
Excelente... saludos, te espero por mi blog @maleudi upvote follow
¡Ya lo reviso! Gracias por la recomendación.