Buenos días steemit!
Hablando el otro día con un colega de deporte, salió el tema del boxeo. Y me enseñó un documental en inglés que era acojonante. Os resumo la historia, pues no tiene desperdicio:
Altius, citius, fortius. Esta conocida locución latina simboliza los valores de superación, sacrificio y esfuerzo que toda práctica deportiva, de la mano del juego limpio, debe asumir como axioma fundamental. El mismo barón Pierre de Coubertin pronunció tal sentencia en el discurso inaugural de los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna celebrados en Atenas en 1896.
Pero por desgracia, no todas las historias relacionadas con el mundo del deporte han atesorado tan honorables valores, y el capítulo que se narra en este artículo es un claro ejemplo de ello. Más aún, pasa por ser uno de los sucesos más oscuros e infames de la historia del deporte mundial.
No sólo porque fue precisamente el juego limpio lo que brilló por su ausencia, sino por las devastadoras consecuencias, tanto profesionales como personales, que tuvieron para los dos contendientes en un combate de boxeo que jamás debió desarrollarse como lo hizo.
16 de Junio de 1983. El Madison Square Garden de Nueva York se prepara para un evento por todo lo alto. Con el cartel colgado de "No hay billetes" y lleno hasta la bandera, 20.000 personas esperan impacientes a que dé comienzo uno de los combates de boxeo más esperados del año.
A un lado de la lona, Louis Resto, de 28 años de edad. Criado en el Bronx, aunque de origen portorriqueño, en los últimos combates venido a menos, asumía este enfrentamiento como una de los últimas oportunidades de hacerse un hueco entre los nombres importantes del pugilismo de los años 80.
Al otro, Billy Collins Jr. 21 años. Natural de Tenesse y de origen irlandés. La gran estrella emergente del momento. Su inmejorable registro de 14 victorias (11 KO) y 0 derrotas hacían presagiar el nacimiento de una leyenda, tal vez a la altura del gran Mohammed Ali, presente en esa mágica noche en el recinto neoyorquino. Se postulaba como el gran favorito para la victoria.
Pocos asistentes a tan interesante evento imaginaban que sería el último combate para ambos, y que ninguno de los dos volvería jamás a subirse a un ring.
Al empezar el combate, todo parecía ir normal. Con intercambio de golpes equilibrado, nada hacía presagiar que Collins, con una técnica impecable, no tenía controlada la situación. Pero pronto el enfrentamiento cambió de registro. Los golpes de Resto empezaban a mostrarse más efectivos, y la sensación de comodidad de Collins se diluía más y más a cada asalto.
Incluso las cámaras de televisión a pie de ring captaron como en uno de los descansos, Collins le confesaba a su padre y entrenador las dificultades por las que estaba pasando. "Pega muy fuerte...Mucho...más de lo que imaginaba."
El combate finalizó, contra todo pronóstico, con victoria aplastante de Louis Resto. El rostro de Collins, completamente desfigurado, dejaba a las claras la dureza de los golpes recibidos durante el enfrentamiento.
Pero la sopresa se tornó en oscura sospecha en el instante en el que el padre de Collins, al saludar a Resto agarrándole por los guantes, notó algo extraño en su interior. La enérgica protesta de Collins Sr. llevó a los comisarios de la pelea a una intervención inmediata. Y cuando los guantes de Resto fueron revisados, se detapó el escándalo. Parte de la espuma de los guantes de Resto había sido sustituída por cierto tipo de mortero, de rigidez similar a una escayola.
El bueno de Collins había estado peleando, sin saberlo, contra algo más parecido a un yunque que contra un rival con guantes reglamentarios.
Ya en la enfermería, y como consecuencia de las gravísimas heridas causadas por los golpes del púgil portorriqueño, le fue comunicada la noticia de que no podría volver a pelear. El combate había dejado secuelas permanentes en el globo ocular, y de pelear de nuevo, corría un riesgo extremo de quedarse ciego de por vida.
Por su parte, Resto fue llevado a juicio, y aunque siempre mantuvo que no fue consciente en ningún momento del contenido de sus guantes, fue declarado culpable, suspendido de por vida de cualquier competición deportiva, y enviado 2 años a prisión.
Pero lo peor estaba por llegar.
La noche del 6 de marzo de 1984, Collins, incapaz de asumir el fin de su carrera como boxeador, y sumido en una terrible depresión que le llevó a un consumo descontrolado de alcohol y drogas, estrelló su coche contra un barranco, muriendo en el acto. Tenía 22 años.
Resto, mientrastanto, fue repudiado por todo estamento deportivo y por una sociedad que no perdonó tal grado de juego sucio. Malvivió en los cochambrosos bajos de un gimnasio del Bronx, propiedad de un amigo suyo, y llevó desde entonces una vida exclusivamente dedicada al carma. Sólo encontró consuelo en el poco calor humano que le prestó su familia más cercana.
En 2008, la productora de documentales HBO rescató la historia a través de un magistral reportaje dirigido por Eric Drath (Assault in the ring) en el que se incluyen entrevistas, tanto con los protagonistas involucrados en tan infame episodio como con sus respectivos familiares y que pone de relieve la terrible existencia de Resto, quien asegura que ganó el combate, pero perdió su vida.
Debo reconocer que el documental me dejó planchado. Pero dejo el enlace al mismo a pie de este artículo para quien quiera visionarlo. Personalmente pienso que no está de más ver un ejemplo de algo en lo que JAMAS puede convertirse el deporte.
Os dejo el link!
PD: Me voy a apuntar a boxeo.
hola @delarosa-mr!!
Vaya!! quede bastante impresionado de esta historia, incluso me siento triste. Ya me suponía de lo duro y cruel que puede llegar este deporte, pero primera vez que me entero de una historia tan cruda, que duro, sabes que es haberte preparado toda tu vida en algo y que a penas al principio de tu carrera ya no puedas seguir en ello, pobre chico.
Gran post, de verdad que llega, te felicito.