Cada día despertamos con la esperanza de que este sea el mejor de los días. Una mañana de colorida primavera, luego un atardecer otoñal, para cerrar con una noche de invierno, sentados con chocolate caliente a la mano. Pero no. Basta abrir los ojos para empezar a sentir está vorágine de la modernidad, esta intensidad que se te mete por los poros como un elipsir cargado de adrenalina. Ese golpe de energía que necesitas para encarar la tarea del ser. Y de pronto estás en la calle, rodeado de máquinas?
Si, esa sensación de haberse convertido en un autómata del progreso. Con una programación fijada en la memoria. Es allí donde una mirada basta para encender esa llama y despertar al cazador. Hay en el rito de encontrar una presa, ese rescate de esta realidad? Esa emocionalidad que trae el instinto nos lanza a romper barreras y saltar paradigmas. Olvidar y dejar atrás el peso de este vago mundo.
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