Al llegar a la casa, tocaron a la puerta y nos abrió una señora de Raza indígena muy servicial, permitiéndonos pasar al patio de la casa, donde se encontraba su esposo. Allí se encontraba un hombre acostado en una hamaca la cual estaba colgada en unos árboles de mango muy frondosos que daban mucha sombra, su apariencia era muy desaliñada, pálida y muy delgada.
Baquiano lo saludo con mucho cariño, luego nos presentó y me dijo que se llamaba Luis Gudiño, pero que le dijera Cobero, como todo el mundo lo conoce, el Baquiano le hizo el comentario de mi aventura a las minas de San Fernando de Atabapo, Él Cobero me dijo que su aspecto era parte de las consecuencia que hay que pagar por meterse en esos montes, se llama Paludismo (malaria), pero que no me asustara que tenía tratamiento, solo parece que se te está saliendo el alma del cuerpo, pero a los pocos días todo estará normal.
El hombre me pinto todo aquello como si fuera para un resort en el Caribe: fiestas, tragos, mujeres, buena comida y sobre todo mucho dinero. Me explico con lujo de detalles todo lo que debía llevar de comida, remedios, ropa, implementos, etc. Ahora era que estaba más inspirado para salir pronto a hacerme rico.
También se puso a la orden con unos familiares que tienen una máquina para extraer oro, que a lo que llegar al sitio, lo buscara que ellos me darían trabajo, casa y comida. Salí muy contento de la reunión con mis amigos y con ganas de partir lo más rápido posible a buscar mi suerte en esas minas y a mis adentro me decía: “pronto seré rico”.
Al llegar a la casa, habló con su esposa y le planteó el viaje a las minas como única salida para ponerle fin a la mala situación por la que estaban pasando, la mujer al principio tenía muchas dudas, pero mi amigo Juan tiene ese poder de convencimiento y se aseguró que sus argumentos fueran perfectos, así que accedió yo creo que fue más con la finalidad de que Él viviera esa experiencia y si tenía suerte traer algo de dinero.
Así pues que a los pocos días mi amigo Juancho se despidió de su familia y arrancó a probar suerte en las minas, me cuenta Daniel, quien fue que lo llevó, que el hombre en todo el camino lo único que decía que iba hacer muy rico y que no se preocupara que si todo sale bien lo llamaba para que se llegara hasta allá. A Daniel le recordaba estas palabras aquellos pasajeros que días atrás llevó a samariapo. Pero bueno ya las cartas estaban en la mesa y no se podían recoger.
El viaje duró unas 5 horas en un bongo (embarcación) desde samariapo hasta San Fernando de Atabapo, unos paisajes hermosos, donde se ven bandadas de aves, caimanes, toninas y cuantos animales de la selva existen y en mi mente imaginaba que Dios le puso mucho empeño para hacer tan esplendoroso paisajes en esta hermosa tierra.
Esa noche dormí en un pequeño hotel en Atabapo, bueno, a eso no se le puede llamar hotel, era la peor porquería donde había dormido en mi vida y para colmo se llamaba “el 5 Estrella” al principio le di poca importancia hasta que me visitaron las ratas, ratones, cucarachas y creo que no quedó un sitio en mi cuerpo donde me picaran los mosquitos solo esperaba que amaneciera para poder reanudar mi camino.
El sitio donde se encontraba las minas quedaba más adentro de la selva aproximadamente unas 6 horas, en la mañana bien temprano, me dirigí al puerto, comí unas ricas empanadas que preparó una señora y me embarqué nuevamente hasta llegar a una comunidad indígena llamada Santa Marta, hay nos revisaron unos Guardias Nacionales bien mal encarados, luego pregunte a uno de ellos como ¿hacía para llegar a las minas? Eso sí, muy atento me explico que debía buscar a una persona que me trasladara, ya que una sola persona era muy peligroso porque abundan muchos unos tigres enormes, culebras de agua (anacondas) y serpientes venenosas de todos los tipos además muchos bandidos en la zona.
Me alié en un grupo de unas 07 personas que dirigía un tipo con cara de ermitaño y loco que sería nuestro guía y nos cobró 01 gramo de oro por persona y quien no lo tuviera no importaba que en el transcurso de la semana nos buscaba y le pagáramos. De allí en adelante la moneda reinante es el Gramo de oro, lo demás es como papel sanitario después de usar, no sirve. En mis adentro pensaba que esta parte del cuento no me la comentaron, pero ya casi en el sitio no me podía echar para atrás.
Comenzamos a caminar con el guía pero antes nos advirtió que todos tenían que llevar su ritmo y para evitar la noche en la selva por lo peligrosa que era, sus pasos eran tan largos y rápidos que literalmente la gente iba corriendo detrás de él. Durante 8 horas cruzando ríos, montañas y caminos donde solo cabe una persona a la vez. En el recorrido pude observar cómo se va degradando el paisaje de hermoso, bonito, no tan bonito, feo, muy feo y la mina del Yapacana el cual era nuestro lugar de destino.