El chico abre sus ojos lentamente en un día como cualquier otro, con un cielo azul como si las nubes hubieran desparecido de repente, un sol radiante iluminando todo a su alrededor; el chico se sienta sobre la cama, se estira , mira a su alrededor y todo normal, no recuerda el sueño que tuvo la noche anterior, sin embargo piensa en el cómo será ese día porque tiene trabajo que hacer, específicamente en un informe que debe de entregar el siguiente día, de hecho iba a pasarse todo el día realizando dicho informe, era un día viernes y quería terminar con aquel peso de encima, iba a terminarlo, iba…
Pasa el tiempo, descansa un rato, se dirige al baño a cepillarse los dientes como de costumbre, mira a su alrededor, todo sigue igual, se entretiene escuchando las emisoras de radio que su abuela coloca todas las mañanas esperando escuchar alguna noticia interesante, su mamá seguía descansando pues siempre se despertaba como media hora después. Salió a darle de comer al perro que en aquel entonces sólo era una mascota que tenían en la parte posterior de la casa, todo bien.
El chico de 18 años se da cuenta de que su estómago empieza hacer sonidos extraños, así es, tenía hambre, pero un hambre capaz hasta de comerse toda la comida del refrigerador. Días anteriores la abuela, quien es amante de las aves, recogió un azulejo que se lastimó una de sus alas al caer desde una altura bastante considerable y la conservaba en una jaula hasta que se recuperara del todo y todas las mañanas la sacaba al patio en la parte trasera de la casa. Ese viernes, oh dios mío, ojalá nunca hubiera abierto la puerta del patio. El chico con su hambre voraz se dirige hacia la cocina:
-Abuela, ¿hicieron desayuno? Pregunta el chico abriendo el refrigerador lentamente
-Si hijo, en la mesa está el desayuno, en lo que termines te asomas al patio
La abuela todavía no había abierto la reja que conectaba al patio. Todo parece estar bien, igual como siempre, un día soleado y las aves cantando. Mira a su abuela destapando la jaula para después abrir la puerta, mientras tanto el chico comía a gusto su comida de la mañana, su abuela sale…
De repente se escucha un grito, un grito corto, como el de una niña asustada por una rata o algo por el estilo, se da cuenta de inmediato que quien produjo el grito fue su abuela, pensando en que se había asustado con algún animal. El chico deja su plato, se levanta y va hacia la puerta preguntándose qué había pasado, hasta ese momento su vida, su ser, su alma, como lo quieras llamar dio un giro inesperado, jamás se imaginaba lo que estaba a punto de presenciar.
El joven se queda paralizado en lo que tres desconocidos ingresaban a su casa, trataba de moverse, no podía, el miedo se apoderó de él, pensando muchas cosas pero al mismo tiempo nada, el primer hombre, un hombre como de su estatura quizás unos centímetros más altos se dirigió hacia el chico asustado:
- Cuantas personas hay en la casa? ¡¿Cuántas personas hay en la casa?!
Con un arma apuntándolo, el chico trata de hablar, no puede, se enreda con sus propias palabras, además de eso sometido con un arma, en eso ve que los otros dos hombres entran con la abuela, también sometida. Recibe un golpe con el mango de la pistola, finalmente el chico responde:
- Hay tres personas en la casa, no hay nadie más…
- En donde está la otra persona, ¡dime donde está!
El chico temiendo por el bienestar de su abuela y el suyo le dijo que su madre estaba en uno de los cuartos. Se escucha otro grito y sale el primer hombre con la madre del joven sometida con el arma, a los tres y con esto me refiero a madre, abuela y adolescente, los colocan en la parte central de la casa, uno de los peores días de su vida puesto que nunca habían estado en una mala experiencia como aquella, los habían secuestrados dentro de su propio hogar.
- Pon las manos atrás
le dice uno de los antisociales al joven sacando un cordón de zapato y lo amarra acostándolo en el piso con la vista fija hacia una pared, literalmente no podía moverse, un movimiento en falso y quizás hubiera sido el último… A las señoras de la casa le colocaron un “pasamontañas” a cada una en su cara de manera que vieran nada. Empieza el robo…
Los segundos se hicieron minutos, los minutos en horas, horas en más horas, era lo que el joven sentía, el tiempo para él fue eterno, trata de mirar alrededor cuando nadie lo estaba observando, uno de ellos siempre preguntaba lo mismo en varias ocasiones.
- ¿Dónde está el oro? ¿Dónde están los dólares?
La primera vez que lo hizo, la abuela le decía que no había nada de eso, el joven se decía a si mismo que porqué les daba esa respuesta cuando perfectamente sabía que si habían piezas de oro, eran pocas claro pero las habían. Con el miedo en todo su cuerpo e inmóvil, aunque temblando como si tuviera frío, el chico rezaba una y otra vez sin parar. Un pensamiento lo invade, sabía que si encontraban las pequeñas piezas de oro los antisociales no quedarían precisamente “contentos” … y asi fue. Para mala suerte de las personas secuestradas, encontraron las piezas de oro
-¿Por qué me mentiste? Me dijiste que no había oro y mira lo que encontré, si no son sinceros conmigo les va a ir mal
En eso el chico escucha un sonido en el arma, ese pequeño sonido que ocurre antes de accionar el arma, le estaban apuntando directo a la cabeza, ese fue el otro momento más traumático para el joven, sabía lo que le esperaba después de escuchar eso, en esos pequeños segundos toda su vida paso por su mente, todos los recuerdos bonitos que tuvo, todos los errores que había cometido, simplemente esperaba lo que nadie quería... Gracias a Dios no ocurrió nada.
El hurto de la casa continuó y el tiempo se hacía cada vez más largo, ya estaban cansados, solamente querían que se fueran aquellos extraños de la casa. El joven mira de reojo, observa que ya están empacando para marcharse de allí.
-Llévense todo lo que quieran, pero no nos hagan daño por favor...
Eran las palabras de la abuela desesperada, la madre también mencionaba frases similares. Las llaves del automóvil era lo único que necesitaban los ladrones para irse, el detalle está en que el auto tenía una avería, un pequeño problema para encender que sólo la madre sabía. Sin más tiempo que perder intentaron encenderlo, no arrancó el auto, nuevamente, nada, otra vez, y nada. Evidentemente los ladrones se hartaron y volvieron hacia ellos con las armas listas nuevamente preguntando por qué el auto no encendí, pensaban que los estaban engañando cuando no era así, la madre solicitaba encender el automóvil pero éstos no querían, a final de cuentas, la alarma del carro se activó muchas veces y los ladrones no hallaron otro remedio que huir a pie y para suerte de las personas afectadas no se robaron gran parte de lo que se iban a llevar, solo cosas pequeñas como bolsos, celulares, relojes, dinero, etc…
Pensaban que el secuestro todavía no había llegado a su fin, puesto que dejaron la puerta principal entre abierta y que posiblemente volverían, pero al final no lo hicieron. Todo ocurrió como en un lapso de casi 2 horas, las dos horas más largas de sus vidas. La casa la hicieron un desastre total como si un terremoto hubiera sacudido el interior de ésta, ¿pero más importante esta la vida no? El joven quedó perplejo con la situación que tuvo que mudarse por seguridad a la casa de sus abuelos (abuelos paternos) alrededor de casi 4 semanas hasta que todo volvió a la normalidad.
En la casa se implementó más seguridad e incluso adoptaron un perro para que cuidara el patio de la casa.
Pienso que la moraleja de esta mala experiencia de los personajes de la historia es que la vida te puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos, solo basta 1 segundo para que todo a tu alrededor se torne en malos momentos, así que procura vivir todos los días como si fuera el último, nunca sabes lo que te puede llegar a pasar, ten cuidado, ojalá nunca te pase algo como eso, Vive…
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