En verano el parque Nacional Los Alerces recibe gran cantidad de turismo nacional y extranjero; ese enero no era distinto a otros, buen clima, hermosos lugares para visitar, excelente hospitalidad y mucha gente paseando.
Con mi amigo Horacio decidimos en la sobremesa de la noche anterior ir a pescar al río Desaguadero, un pequeño curso de agua que a principios de temperada suele llevar bastante agua y tiene algunas truchas de considerable tamaño, con el correr de los días va perdiendo su caudal y en enero generalmente se pone difícil para la pesca debido fundamentalmente a su bajo nivel de agua lo que motiva que los peces se vayan en busca de pozones profundos, que no abundan, o directamente a la comodidad del lago. Pero es un lindo río y además tiene varios camping con parrillas, mesas, baños, es decir todo lo necesario para pasar una agradable jornada, especialmente cuando vamos con nuestras esposas.
Recordamos uno muy cómodo al que en el pasado acudimos en varias oportunidades, posee una ubicación perfecta respecto del río, se encuentra antes de la bifurcación que nos puede llevar a la Villa Futalaeufú a pocos kilómetros o a Cholila a 60 km. aunque con vistas maravillosas de varios lagos, ríos e innumerables cerros y cascadas. Nos llevamos una gran sorpresa al llegar y observar que estaba cerrado, nos pareció inaudito que en plena temporada veraniega un camping tan cómodo se encuentre cerrado, pero no nos daríamos por vencidos tan rápido, ingresamos de todas maneras para tratar de recabar información sobre el porqué de esa situación.
Hablamos con el dueño y nos comentó que la municipalidad le había exigido algunas mejoras en los baños y en el sector de parrillas y que debido a inconvenientes personales no había podido hacerlos y para evitar multas o clausuras había preferido no abrir hasta tanto pudiera cumplir. Dado que nos conocía de tantas veces anteriores que habíamos acampado allí nos dejó pasar sin cobrarnos, “solo de amigo” dijo. Por supuesto que aceptamos la invitación e ingresamos al predio.
Causaba una extraña sensación transitar los caminos internos de un lugar tan bello y agreste y no ver a los acostumbrados turistas con sus carpas, casas rodantes y ocupando las mesas y las parrillas que se encuentran por doquier, tampoco había niños corriendo ni gente paseando y bañándose en la costa del río.
Solo un gallo blanco con la cola negra se acercó para curiosear, seguramente él también estaba extrañado de que algunas personas aparecieran por el lugar ¿quizás se molestó porque su tranquilidad había sido interrumpida por un pequeño grupo de seres humano?.
Permaneció mucho rato caminando entre nosotros, picoteando aquí y allá como hacen todos los de su especie, parecía no querer alejarse. Me quedó la duda sobre si lo hacía para demostrarnos que ese era su territorio y se lo estábamos invadiendo o porque añoraba a la gente que todos los años para esa época andan por allí, claro que nadie le explicó que era solo temporal, en poco tiempo el dueño del lugar haría las reparaciones y la gente volvería.
Mientras tanto el gallo se paseaba orondo y erguido demostrando que por ahora, solo por ahora, era el dueño del camping.
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