Todo en la vida depende del enfoque

in #cervantes6 years ago

Para comprender cómo funcionan ciertos sistemas, en la física, es importante siempre tener claro cómo enfocas, y desde qué perspectiva, una situación individual.

-Queridos alumnos, estoy aquí, sentando en la silla, viéndolos a ustedes de frente: ¿Me estoy moviendo?

-Está moviendo su boca, profesor.

-Sí, hijo, lo sé, pero esa es una forma muy simple de interpretar mis palabras.

-Es decir, ¿pregunta si está moviendo todo su cuerpo?
-Sí.

-Pues parece que no.

-Échale más coco al asunto, niño. El tiempo transcurre y el reloj de arena corre: me muevo en el tiempo, y ustedes también, en cada instante que permitimos que se esfume.

-¡Era una pregunta trampa, profesor!

-Era una pregunta para cocos con agua, no para cocos secos como el tuyo, Ibrahim. Es una pregunta con múltiples enfoques: ahora mismo, aunque estoy sentado, en reposo, soy parte de un planeta en constante movimiento, que es parte de un sistema aún más grande que, adivinen, también está en constante movimiento. Las células que componen nuestro cuerpo están compuestas por átomos, cuyos electrones están en una constante ida y vuelta también…

-Pero usted está sentado allí, profesor, y eso es todo lo que nosotros podemos percibir desde aquí…

-Correcto, Ignacio, me gustó que alguien lo acotara: todo depende del enfoque. Si nos enfocamos en la silla, a mí en relación a la silla, entonces percibimos que mi posición no cambia, pues la silla y yo estamos en reposo.

-¿Y que quería usted enseñarnos con eso?

-El valor de comprender que el enfoque cambia todo…

-¿Todo ese coñazo solo para decir eso? Bah, que pérdida de tiempo.

-Sí, este profesor es un soso.

-Salgan del salón, queridos alumnos, que ya se terminó la clase. –Los alumnos corren, como un remolino aterrador, hacia la minúscula puerta de salida llevándose todo por el camino… y demostrándole al profesor cuánto deseaban escuchar su clase –Queridos alumnos, queridísimos alumnos… mis pelotas son capaces de retener más información que ustedes, ¡la mierda que cago es más educada cuando sale que ustedes!

Lorenzo, el profesor, se levantó temprano. Reviso el buzón y, lleno de pasión, exclamó “Puta que me parió, ¡cuántas deudas!”, entró a su cuarto y dejó los sobres en su cómoda privada. Su mujer, que estaba dormida, se espabiló con el sonido de la cómoda cerrando.

-Hola, Lorena – Lorenzo acercó su torso hacia su esposa, que estaba completamente desaliñada, para darle un beso en la boca.
Lorena aceptó la caricia, estirando sus brazos y bostezando. -¿Todo bien, amor? ¿Qué guardabas ahí?

“Agh, lo notó”, pensó para sí el profesor. Hay caras inexpresivas: capaces de esconder dolor, tristeza y todo tipo de terremotos emocionales, Lorenzo no poseía esta facultad. –No es nada, gorda.

-¿No? Entiendo. – Lorena se levantó, con rostro de piedra y movimientos rígidos, y se fue a bañar. “Aquí empezamos de nuevo”.

Lorenzo representaba una especie ídolo insuperable para Ignacio. Era su profesor favorito porque pese a estar consciente de que el curso estaba repleto de imbéciles cabeza seca, él siempre hacía una clase digna de escuchar. Ignacio veía como Lorenzo llegaba a la universidad con la espalda recta, con una sonrisa inmensa y de la mano de un mujerón. “Desearía ser como ese tipo”. A veces se masturbaba pensando en la mujer de su profesor.

-Siempre vienen de la mano…, mira, Ignacio, como se despide de su esposa como si fuesen dos niños enamorados. –Decía Martha, la mejor amiga de Ignacio.

-Sí, de besitos en la boca y todo… ¿Has pensado alguna vez en tener algo así?
-Sí, claro…
-Déjame adivinar… ¿Conmigo?
-Eres un tontito, Ignacio, jaja. Vayamos a clase. –E Ignacio maldecía y maldecía internamente por esta respuesta.

Al entrar a la universidad, Martha fue interceptada por un grandulón que, luego de alzarla en sus brazos y hacerla girar, la sostuvo en el aire apretándole los muslos.

-Que divina viniste hoy, chiquita.
-¡Ibrahim! Bájame, tonto.
-Me diste a entender hace días que preferías estar arriba, princesa. – Y Martha se coloró de pies a cabeza.
-Te veo en clase, Ignacio, voy en unos minutos.
-Vale…

Ignacio le reservó un pupitre junto a él. A la media hora de clase decidió que lo mejor era cedérselo a cualquiera para conversar un poquito de dignidad. Ella no llegó, y él comprendió.

Al día siguiente, Ignacio veía solitariamente como venía llegando Lorenzo, pero había algo distinto: él y su mujer no venían de la mano, el lenguaje corporal de ambos reflejaba cierta tensión e iban bastante separados entre sí. Por otra parte, Martha e Ibrahim estaban besuqueándose, en un banco de la universidad. “Por lo menos alguien también está pasándola mal hoy”, se dijo a sí mismo Ignacio mientras miraba a Lorenzo.

-Mujer, no tengo nada en tu contra.
-¿Entonces por qué estás tan frío y distante?
-¿Frío yo? He estado actuando normal todo el día.
-Me ocultas cosas, Lorenzo, ¿qué pasó con la confianza, el “en las buenas y en las malas” , “juntos por siempre” y esas pendejadas? ¡Explícame, Lorenzo!
-Estás haciendo de una bola de nieve una avalancha.
-Todo silencioso, todo misterioso… ¿Acaso hay otr…

-Basta. –Lorenzo gritó y toda la población estudiantil volteó hacia el problema marital. Lorenzo lo notó y, en voz más baja, continuó- ¿He conspirado contra ti alguna vez, Lorena? ¿Te he hecho daño adrede? ¿No notas que tú fuiste la que tomó distancia? Dame un respiro…
-Amor… -Lorena tomó sus manos.
-Entiendo tus dudas y como puedes llegar a predisponerte, pero a veces eres una espinilla en el culo. Ten un buen día, Lorena.
-Cuídate. –Ambos aflojaron el agarre, y, sin voltear, se dirigieron a donde fuese que fuesen.

Lorenzo veía como Martha, su estudiante más bonita, se besuqueaba con Ibrahim, su estudiante más idiota. También notó cómo Ignacio los miraba de reojo, con ira. “Por lo menos alguien también esta pasándola mal hoy”.

Ignacio nunca había visto a su profesor alzar la voz de esa manera. “Todos son medio ogros cuando la luna les pega, supongo”, pensó. Subió las escaleras de la universidad hasta llegar a la azotea. Ahí estaba Lorenzo, fumándose un cigarro barato.

-¿Todo está bien, profesor? –Lorenzo se sobresaltó, volteó a mirar a Ignacio y le dio una calada larga al cigarro.
-Todo está bien. Tenía años sin fumar, desde mi época de estudiante.
-¿Si?
-Sí, fueron tiempos divertidos.
-Pareció que usted y su esposa hubiesen tenido un problema grave, profesor.
-¿Recuerdas la clase? Todo depende del enfoque: para ustedes, y muy probablemente para mi esposa, hoy ocurrió un quiebre irrecuperable, algo murió hoy; pero para mí, ella actuó como la naturaleza desconfiada del ser humano le indicó que debía actuar y yo respondí llevado por la obstinación. Eso es todo.
-Comprendo.
-¿Y tú? Note que tu amiguita estaba besándose con el orangután mayor.
-Pues sí, es un coñazo…
-Asómate por el balcón, hijo.
-¿Qué hay allí, profesor?
-Asómate y deja de joder. –Ignacio se asomó y notó que Martha e Ibrahim estaban justo debajo, justo al frente de ellos –Cuando tenía tu edad, algo similar me ocurrió. Salí aquí y los observé, al orangután mayor de mi época y a la chica de mis sueños, justo ahí, debajo del balcón, dando muestras al mundo de cuán sabroso es dejarse meter mano. ¿Quieres saber que hice?
-Quiero.

Martha sabia sobre los sentimientos de Ignacio hacia ella, y sentía cierta lastima por él. Luego de sacarle la lengua de la boca a Ibrahim, éste le dijo:

-Este es el mejor día de todos, bebe.
-Sí, mi amor –el rostro triste de Ignacio recorrió su mente-, pero todo depende de cómo lo enfoques y de que perspectiv… -y sintió el líquido caliente lloviendo sobre sus cabezas.

Ignacio se abrochaba el pantalón y reía. Lorenzo, para rematar, lanzo la colilla de cigarro hacia la parejita.

-Te dije, Ignacio, que todo dependía del enfoque.
-Usted es Dios.
-Cállate y muévete, hijo, que tenemos que bajar a hacernos los locos.