que en lejanía está de lo que era,
no sabe lo que a su vida enciende
y perdido vaga entre mozas compañeras.
Donde sea que vaya, no halla sentido;
que nada concreta, demás es que digo.
Pende al borde del cometer que le aterra;
que al ser de nocivo fervor, en sí lo encierra.
Lo guarda y lo priva de toda irreal salida;
no duerme, se ofusca, buscando más cadenas.
Se dice que viste a placer de la avaricia
y que nutre con su risa al llanto que lo ciega.
¿No hay en los haberes muestra de mayor malicia?
¿Qué tanto lo difieren del que aclama y amén alega?
Buscando en el camino una chispa de esperanza,
se halla más de uno acechado por quien danza
con temible velo negro y hoz abrumadora,
ofreciendo al ser sin sueños, eternidad abrigadora.
¡Oh, ángel majestuoso de la incierta zona fría,
que recorre nuestros prados, cual viajante en fantasía!
Tu espectro descarnado la ambición ve completada,
al sentir que tu presencia es por honestos aclamada.
Son tus ojos del vacío fiel reflejo, tan distantes,
los que aspiran mirar fijo y dar el fin al sólo instante.
Y de aquel que hoy te espera con paciencia en su lecho,
lamenta solamente haberse dado a falsos pechos,
que alimento insano daban ofreciéndole manjares
que saciaran los deseos y ocultaran los pesares.
Pesares que buscaban darle a ver con claridad
el trasfondo de una sed que creyó libidinal.
Aflicciones lo acogieron, lo llevaron a sentir
tentaciones a fulgores, olvidando el porvenir.
¿Creyera alguien entonces que negarse no quiso?
Con uno mismo se es más innoble; no aspiramos más que el piso.
Mas, por un confinamiento donde podría ver cumplida
alguna mísera ilusión, jamás se da una negativa.
Al juicio de la hoz del viajero, su destino,
sin dejar rastro del mal o el bien de su camino,
inerme espera el alba, cual insomne,
que sentir el velo frío reza al sagrado nombre.
mas todo lo quiere poseer y nada dejará de serle insulso.
Lo que quiere tener, debe abstenerte de otro problema;
de ti todo querrá que des, por no decir que si no, te adueña.
¡Lo que quiera conseguir, lo buscará con frenesí!
Y si alguien acaso le tiende, nunca esperó un rival así.
Destellos deja ver de una intención aplanadora,
que describe lo que siente con sinceridad aplastadora.
Su ambición, desbocada, no creas le enceguece;
por el todo algún día ganar, su corazón se estremece.
El precio, cualquiera, está dispuesto a pagar;
el deseo que más anhela, a toda costa querrá probar.
Más te hablaré de él, para no ser tan injusto;
estoy seguro de que en tu ser, al menos un poco, llevarás.
La codicia es, que ser astral no hay tan brusco
ni que desee como éste poderse de todo apoderar.
El equilibrio natural, que todo rige y todo mantiene,
no es para él más que un mísero engaño que retiene.
Una patraña que aleja del alcance lo querido,
atentando contra la ilusión de cualquiera y la muera,
pues a su vista, indignos son: no les es merecido.
Mas tales tupés al avaro no dejarán le dejarán fuera.
¿Que se baste con sólo conquistar a una doncella?
¿Que se sacie con la misma ración que igual se da?
Carcajadas burlonas es lo único que les confiere;
¡a la mediocre ingenuidad que le infieren,
cómo quisiera él mismo darles finalidad!
No le basta con una, él poseerá a todas;
y que le sean obedientes y muestren lealtad,
aunque les sea una actitud desprestigiadora.
Saciarse con un mísero banquete, ¿creen acaso que lo aceptará?
¿Que al adornarlo con sutilezas, lo conseguirán?
Si en verdad quieren llevarlo a sentirse extasiado,
perderlo todo por él no es ni demasiado.
Todas sus posesiones, todos sus deseos,
todas sus aficiones, él quiere tener como reos.
Porque sólo él merece poseer al mundo de sirviente
y de todo el ser vivo el querer más fiero.
Y si le miras en ti, y por la divinidad, como él te sientes,
probarás el placentero veneno de decir “el todo es cuanto quiero...”.
se acrece en desmedida y te desgarra.
Todo cuanto llega a tu vista, ni Sade
consentirá lo que nace en tu meditación insana.
¿Mas, cómo evitar así ver todo, cómo ignorarla?
¡Realidad se te muestra ahora tan desastrosa!
Nace en tus insomnios maldad por enfrentarla;
engendras emociones dignas de alma rencorosa.
¡Esta sociedad y toda esa porquería
de la que el sucio mundo se alimenta!
Aumenta tu desquicio, y la cólera que te guía,
se posa como manto y te amedrenta.
Te atrapan cavilaciones que te consumen;
has decidido a cualquiera destrozar
y ni lo más generoso conseguirá darte empuje.
Así es tu bizarra visión del mundo indigno
donde caminas sin fijo rumbo,
rogando se cumpla algún cavilar maligno.
Ese que justifique lo que a tu ser increpa con descaro,
que ofrezca una falacia sublime
que avive la llama de desprecio que han creado.
No lo puedes acallar, te deleita sentir ese mal;
mas ese alivio que te ofrece,
cual veneno de serpiente irá jalando tu final.
¿Pero cómo osan llevarte a admitir
que la ocurrencia es pasajera
y que dejes de lado la aversión que proclama salir?
Porque de cierta forma tu condición comprendo,
mas sólo vaga idea puedo decir:
a diferencia de todos, sabes que te estás pudriendo.
Pero en medio del odio, no consigues elegir
si debes acudir a alguien en auxilio,
por no saber si lo podrás conseguir
antes de ser por la venenosa ira engullido.
Pero y si logras un día encontrarle,
al ser que te ofrezca de la cólera abrigo,
¿te sientes capaz de protección darle
de las sombras que has llevado contigo?
¿Soportarías la penuria espantosa
si la revelación a impedir no llegas del insano sentimiento?
Tu respuesta no me cuentes, que imaginarlo es otra cosa,
mas, del malhumor que sientes ansío pruebes el remordimiento.
que regidos van por deseos desenfrenados
de arrastrar a seres cuyos atributos tientan al sediento
de pretensiones lascivas: un corazón desconsolado.
De esbeltas figuras, con cuidado recelo escogidas,
pide, fascinado, quitar de sí todo el velo;
sus cortezas celestiales, de faz inmaculada y atrevida,
anhela probar, seducido, todo el contorno de ensueño.
Bajo perfumes de embriagadora fragancia,
que avivan el desenfrenado deseo,
oran exclamaciones de alta gracia,
cuanto es más arriesgado el manoseo.
Dejarse llevar es todo lo que les pide
y el fervor sientan: intenso placer les otorgará.
Mientras besa dotes firmes, que sus caricias consiguen,
siente cómo se ensanchan en la embriaguez que les inundará.
Noches vacías no son más que de un feo pasado,
que hoy embellecen gemidos y ronroneos lujuriosos.
¿Qué otro placer podría haber deseado?
Ningún otro rezara más, cada domingo, tan fervoroso.
Vestimentas clericales no eran sino un impedimento,
que veía despreciable por lo que yacía bajo su recubrimiento.
Y habiendo ya probado todo lo que el mundo le pudo dar,
por placeres de más oscuros fulgores moría su alma probar.
De mucha pena soy consciente por lo que ahora voy a escribir,
quedándole a quien me lee, lo que pueda llegar a discernir.
Mas no creo que pueda ser consciente
de tan ominosa y descarnada pretensión,
como la que a aquel dio aliciente
para adentrarse al templo con tan vil intención.
Persignarse fue un gesto que llevara a cabo inconsciente,
¡pues su alma cuánto sufría porque a una santa acogiera!
Y cegado por la unción libidinal, ofreció perdón a penitentes
cuyas penas comprendió tan terrenales que ni un poco le afligieran.
Llegada una vez la noche, entonces, se descubrió,
que oculto se hallaba en el confesionario,
y a una inocente misionera persuadió,
tentándola en tan clemente escenario.
Describir el acto indecente que se llegó a concretar,
no es que capaz yo no me sienta,
mas sólo les puedo, para no ser deshonesto, confesar
que en los vitrales aún resuenan
exclamaciones de placer que cada noche la atormentan.
Excelente poema Johan, te invito a visitar mi blog @donerick, seguro encontraras contenido de tu agrado, saludos!
Gracias por leerlo, @donerick :D