Me desgarraba a trazos cuando a hurtadillas susurraban sus pasos, me acariciaba el cabello y luego, como si por una orden divina se tratara se iba, dejando mi cabello despeinado y mi corazón revuelto preguntando si había soñado, o había muerto.
Poco a poco traté de dormir más, para ver si vivía un poco menos para sentir más. Me volví creativo, empecé a tener amigos imaginarios a los que imploraba te saludasen de mi parte, que te preguntaran porque no habías ido a visitarme más. Su respuesta fue silente, suficiente para mi.
Con el tiempo tuve que entender a mi manera, para no quedarme con más preguntas que abrieran puertas que pensaba estaban clausuradas, que no me llevasen a los sitios adonde solías llevarme de tarde.
Hoy, a mis 20 años, comienzo a cerrar la idea de que eras lo más parecido a un ángel guardián, me acompañabas a donde fuere pero venías en forma de viento para seguir acariciando mi cabello, de lluvia para refrescar mi cuerpo y de optimismo en cada madrugada al reflejar el sol y la oportunidad de volver a crear vínculos y gratos recuerdos.
Así fue, el día en que comprendí que la tristeza era necesaria para apreciar la felicidad, siempre, a nuestra manera.
Jonathan Rodríguez - 2018
Excelente hermano. me encanto sigue así. pero debes poner la fuente de las fotos en tus post cuando no son tuyas.
buena forma de relatar este post amigo¡¡¡
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