Esto era una redacción que quería pasar con un par de cervezas, tenía una necesidad imperiosa de dejar de escribir y abrazar al señor Jesús en señal de apoyo. Él, luego de un suspiro agregó:
- La ultima flor no me di cuenta que me gustaba tanto, no me di cuenta de que estaba enamorado de ella hasta que fue tarde. Era hermosa, ante mis ojos era una flor especial. Era un Crocus, esas flores delicadas y preciosas, las primeras en salir en primavera, me arrepiento de no haberme fijado en ella antes, pues paso por mi vida junto con la rosa roja y la deje pasar por estar ciego. Mira tú si la vida es dura, volvió a mi vida y cada vez que la veía la encontraba más hermosa, ¿Sabes que es lo único malo que tenía? Que no fue, no era y no iba a ser mi flor, siempre estuvo sola y era salvaje como el follaje, pero siempre me dejaba admirarla, siempre estuvo ahí para alegrar no solo mis primaveras, si no brindarme su belleza en los inviernos más fríos. La ame y ella nunca lo supo, cuando se fue, sentí que sus raíces estaban en mi pecho, me dolió en el alma. Con esta decidí cerrar mi colección de flores, tenía miedo de buscar una flor más.
El silencio se hizo presente y la tensión de podía cortar con una tijera de poda, tenía que romper ese clima y solo se me ocurrió decir:
- No entiendo, ¿Cómo paso de ese amor por las flores a estos pequeños arboles?, y algo que no me termina de cerrar, dijo que mi papá venia cada año a buscar Bella las once.
Y contando con mis manos enumere:
- Labios coquetos, Árnica, Crisantemo, Nunca me olvides, Frailejón, Rosas rojas, Girasol y Crocus; ocho flores pero ninguna es Bella las once.
El señor Jesús sonrió y coloco esa mirada picara que tienen los abuelos cuando te van a dar una lección de vida:
- ¿No lo entiendes verdad? En realidad esto nunca fue un vivero para mí, esto era un jardín. Yo nunca llegue a vender flores, yo vendía las historias que las flores pueden contar, vendía los amores, los momentos, las vivencias, los recuerdos, las emociones, los placeres y todo eso que creo que a veces las flores pueden expresar. Era un jardín para los viajeros, para los poetas, para los que tenían una historia que contar, como tu papá.
Estaba sorprendido, seguía sin entender lo que este hombre me decía, pero sus palabras me intrigaban cada vez más:
- Tu papá llego aquí a pocos meses de conocer a tu madre, preguntándome por esas peculiares flores que amaba tu mamá; le comente que no las tenía, pero podía enseñarle a plantarlas, si venia durante un par de semanas podía sembrar el mismo las flores suficientes para conquistarlas, y tendrían el extra de haber sido plantadas por sus propias manos. Él acepto y acudió durante mucho tiempo, durante muchos años, durante muchas ocasiones desde dos meses antes del cumpleaños de tu mamá. Hasta cuando se casaron, tuve la oportunidad de ir a su boda y mi regalo para ese entonces fue unas bolsas de tierra y un matero enorme color café que sé que aún tienen en casa.
Era cierto, el matero aún estaba en casa y ahora asociando todos estos datos, la cosa tenía lógica cuando pienso en la cantidad de tiempo que mi padre le invertía a estas flores en casa, mi madre las amaba y siempre cuidaba su jardín, pero mi padre cuidaba las flores con un amor especial, creo que cuidaba el amor que sentía por mi mamá. Entendiendo un poco más todo y viendo el gesto de mi papá, la verdad no estaba sorprendido, pero si confundido.
- Él no te envió hoy a buscar flores, tú padre es inteligente y estoy seguro de que sabe claramente de mi amor por compartir historias. Pero aún hay algo que no te explico y es como llegue a hacer arbolitos, como le dice la mayoría. La verdad no es tan complicado, luego de cerrarme a las flores, me encerré en este vivero a escuchar las historias de otras personas, un buen día apareció en mi vida una semilla, la plante de entrada por la mera curiosidad de saber lo que era, luego de plantarla tenía miedo de repetir alguna flor o alguna flor nueva capaz de hacerme sufrir, pero de todas maneras le dedique mucho tiempo a amor a esta semilla. Pasados cinco años de esta semilla ahora tenía un pequeño árbol de pino, no estaba adecuado a los árboles, tienen plagas que no sabía controlar, pero el aroma de sus hojas me fascinaba así que decidí comenzar a dedicarle más tiempo a este ejemplar. Hoy, diecinueve años después, ese árbol esta en casa, frondoso, aromático y hermoso como ninguna flor de las que paso por mi vida, incluso me dio momentos que no podría decirte lo bellos que son…
Como una señal del destino, llego al vivero mientras anotaba todo el relato una hermosa joven, me deslumbro desde que la vi y creo que el suspiro que me hizo emanar movió las hojas de todas las plantas en el lugar:
- Hola papá, ¿Qué necesitabas?
¿Papá?, no podía ser que esa preciosura fuese la hija del señor Jesús, la última vez que la vi tenía yo nueve años y ella tan solo siete, era una niña molesta, pero de haber sabido lo hermosa que se pondría, seguramente me habría gustado más ir al vivero cuando niño.
- Hola Diana, ¿Tendrás aquí de casualidad esas tarjetas con flores que tu dibujas? Y si tienes, ¿Le puedes dar una con una Bella las once al joven?
- ¿Bella las once? Que buena elección, tu novia es muy afortunada de que te sepas sus gustos.
- Diana, tacto hija, que el joven es el hijo del señor que José, el que siempre venia por Bella las Once ¿Recuerdas como jugaban cuando pequeños?
Debo confesar que en ese momento deseaba que el señor Jesús no hubiese mencionado eso, necesitaba un par de hojas de palma que me cubrieran para tapar la pena, pero intentando decir algo para no quedar como un tonto, creo que metí la pata al decir:
- ¿Y cuál es tu flor favorita? Para tenerlo en cuenta
Diana sonrojada, me contesto con timidez:
- No me gustan las flores, pero me encantan los Bonsái como los hace mi papá, son hermosos y requieren mucho tiempo. Pero bueno, ¿Tienes treinta minutos? Dibujo rápido unas flores para tu tarjeta, será rápido, por favor espera.
Obviamente acepte, y mientras suspiraba de nuevo al verla caminar hacia un escritorio con colores y pinceles en una esquina del vivero, me acerque al señor Jesús con timidez y le dije:
- Gracias por la historia, por la enseñanza y por lo que aun tienes por enseñarme.
Sorprendido y sin entender contestó:
- No es nada, pero ¿Qué más tendría para enseñarte?
A lo que con una sonrisa pícara coloque mi mano sobre su hombro y le dije en un tono que solo el pudiese escuchar:
- ¿Cuántas semanas? ¿Cuánto tiempo? ¿Cuándo puedo comenzar a aprender? Quiero aprender a cultivar un Bonsái.
Dirigí mi mirada hacia Diana y continúe:
- Hoy me llevo una historia, un aprendizaje y espero me des la oportunidad, de aprender a plantar mi propio jardín.
Jesús no muy convencido aceptó, aunque recuerdo que me dijo que lo iba a hacer puesto que sabía que no tendría la paciencia suficiente, que él conocía lo duro que era la vida de un jardinero. Hoy llevo cuatros años acompañando a Jesús cada fin de semana en su vivero, estoy plantando mi propio árbol, un árbol rebelde y que me ha enseñado el arte de la paciencia, es mi pequeño arbolito de limón. Algún día me dará frutos y seré tan feliz como lo fue mi padre ese cumpleaños de mi mamá, cuando llegue a casa con una sonrisa y la tarjeta hermosa, para un ramillete que él había plantado de Bella las Once.
Wow... Qué hermosa historia! Gracias por compartirla!
Estoy enamorada de esta historia :-(
Gracias de verdad.