| Naufragio | - #2

En la costa junté unos caracoles, berberechos y unas piedritas que me llamaron la atención, blancas grasosas y sutiles colores perlados.
Respiré profundo, camine un rato. A lo lejos unos pescadores que estaban poco atentos a mi presencia.
Seguí mi viaje, en la ruta un puesto de dulces y quesos que con el flamear de una bandera incentivando a parar, paré. Una señora mayor, con sus dos ñetos según me comento, venden los productos de su propia granja. También tenían hortalizas de estación, maiz criollo, algo de zapallo verrugoso y fuertes licores de butia.
Muy amable me invitaron a qué pasará por su chacra a visitar la producción y sus labores, mientras me comía un Martin fierro. Sonriendo, agradecido, les tome la palabra y seguí mi rumbo.
La idea de seguir hacia el Este seguía en pie.
Un camino con grandes pinos marítimos que lo protegían y ahí mismo doble, sin pensarlo.
La bienvenida a un poblado que se hacía llamar "La Esmeralda" , intrigado seguí.

Camino adentro, pueblo tranquilo en pleno crecimiento, aunque era temporada baja. Y eso era un punto a mí favor, donde la tranquilidad gobernaba y podía ver la esencia del lugar.

Decidí luego de reiteradas vueltas por el lugar, quedarme unos días. Preguntando a los pocos vecinos que puede ver mientras regaban su patio, cortaban el pasto o barrían el alero donde me podía alojar. Sin mucho apuro ni preocupaciones, di con un veterano que tenía un rancho para alquilar.
El sol bajaba mientras abría la puerta, el olor a salitre impregnado en la madera me abrazó, abrí las cortinas y el sentimiento a felicidad empezó a germinar. Era esto lo que precisaba pensé para mí, un poco de calma y dolor. Para así, volver a nacer.