Saqué mi cámara en este país lleno de delincuencia y me aventuré a buscar una historia que contar. Sentía una gratificación enorme al tener miedo y enfrentarlo porque me movía la necesidad de inmiscuirme hasta los tuétanos de esta sociedad desgastada de tanto luchar.
Me encontré con este señor que a simple vista se cuela como cualquiera entre nosotros pero la verdad es que vive en la calle, duerme entre los escombros y todos los días sacude su único traje y se sienta en la Plaza Bolívar de El Silencio a socializar como si todo en su vida estuviese bien.
Aquí su sonrisa a color
También me conseguí con este par que se gana la vida hurgando en la basura viendo qué encuentran para vender. Algo penosos pero muy simpáticos.
Al principio se mostraban reacios a la cámara y a contar un poco de ellos. Pero con un poquito de empatía hasta el más ácido abre su corazón. Descubrí que a pesar de usar el poco dinero que ganan para estupefacientes, seguían siendo nobles por dentro y lo único que intentaban era escapar de la realidad de la que ya no podían salir.
Aquí sus sonrisas a color
Por último, me topé con esta pequeña familia extranjera que buscaba donde arrinconarse mientras el padre buscaba como ganarse la vida en el bulevar de Sabana Grande para mantenerlos.
Apenas pude escuchar su voz pues era muy penosa y me hizo señas de que casi no entendía lo que yo decía. Después de varios minutos intentando hacer empatía con ellos, logré hacerlos reír un poquito.
Aquí sus sonrisas a color
Sé que siempre pensamos que la gente que mendiga en la calle podría simplemente levantarse y salir a trabajar. Yo misma he defendido esa teoría durante mucho tiempo. Lo cierto es que cuando coincidí con estos personajes, pude ver un poco más allá y reconocer que no todos tenemos las mismas oportunidades, que a veces la vida nos coloca en circunstancias que no todos saben llevar de la misma forma. Algunos son más fuertes, otros se quedan en el camino, o simplemente no encuentran la fuerza, el apoyo, los recursos y la mente se entrega a un estado de degrades del cual se le hace imposible salir.
La clase más baja son los pobres de empeño, los pobres de esperanza, de amor, de ganas y de sueños.
Letra de Tyrone González, cantautor venezolano AKA Canserbero.