La verdad me gusta ser maestra, no sé si es mi vocación, o que soy adaptable, en serio lo disfruto, me gusta la dinámica con los niños, la relación con mis representantes y compartir con gente sensible, creativa y tan especial como mis compañeros de trabajo. Desde los 19 años he ejercido este oficio y hoy tengo 46, eso implica que he pasado la mayor parte de mi vida siéndolo y nunca me había cuestionado esa elección hasta ahora.
Durante el asueto de semana santa unas personas, para quienes no tengo ningún calificativo, entraron al colegio y se llevaron todo lo que pudieron. No crean que nos sorprendió, ya había ocurrido varias veces antes, primero unos aires de ventana, luego vinieron por los aires que quedaron, la bomba del agua, después el cable de electricidad, que fue repuesto y a los meses se lo volvieron a robar
.
Pero esta vez no solo se llevaron esas mismas cosas, de gran valor, en esta ocasión cargaron incluso con lápices, sacapuntas, borradores, plastilina, pega, papel de colores, juguetes, todo, o casi todo. Y lo que les falto se lo han ido llevando poco a poco, cada fin de semana y en la cuarta semana se metieron lunes y martes en la noche, a romper paredes para sacar los cables, los pipotes donde almacenamos el agua, el motor de una cava vieja. Rayan paredes y rompen lo que no se pueden llevar, todo esto con la mirada indiferente de la comunidad y de un estado que no vela por la seguridad de sus ciudadanos. Ahora atendemos a los niños en el patio, hasta las 10:00 a.m. en lugar de las 11:30, los papas deben llevar agua para la limpieza y los baños. Por su puesto la matricula ha bajado a menos de la mitad, y la verdad comprendo a los papas, como siempre el excluido termina siendo nuevamente excluido.
Pero el espíritu humano se sobrepone a las peores adversidades, en estos momentos tenemos pocas esperanzas, estamos agobiados, cansados, lastimados, mientras escribo esto recuerdo la cara de una de las representantes, de las que llegan muy temprano, esperando darle un mejor futuro a su hija y en lugar de “buenos días, bienvenidas” escucha, “nos robaron otra vez”
sin embargo no nos vamos a rendir, allí seguiremos, incluso cuando se lleven los ladrillos, lo haremos por los niños que cada día llegan con una sonrisa y a veces con llanto, por los padres que nos confían a sus hijos esperando que los ayudemos a construir un mejor porvenir para ellos, y por nosotros mismos, porque la indolencia no va a poder más que nuestra voluntad. Aquí terminan las lamentaciones, no van a ver fotos de como estamos, ni del robo, les voy a mostrar a la gente que lucha cada día a pesar del sueldo y las pésimas condiciones, la que mira hacia delante y se ríe en lugar de llorar, con quienes paso la mañana riendo y peleando, las de ahora, las de antes, las que ya no están y las que seguimos, la gente del Cardenal.
Vaya, qué durísimas condiciones y es cuando entonces se crecen ustedes como docentes, como servidoras públicas -por la decisión irrenunciable de ayudar y trabajar con quienes no podrían pagar una matrícula privada- y humanas.
La verdad muy duras para nosotros, lamentablemente los niños se habitúan a eso y se convierte en normal. Queremos que tengan un lugar distinto, que puedan ver que se puede ser mejor, pero a veces parece imposible.
Me pongo de pie y aplauso a una guerrera! Orgullo es lo que siento de una mujer que lo da todo por su gran vocación y servicio. La verdad me da tristeza que existan personas qu dañen lo poco que tienen los niños para estudiar, ellos son el futuro y están creciendo entre tanta violencia. Pero existen maestras como tu que les guían y muestran que aun hay esperanza. Te felicito.
Gracias, la vocación da para eso y más, espero que con eso alcance.
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