Sin luz, en aquella habitación, recorre su mente cada centímetro pensando. Dándole vueltas al mundo, pero no de la manera deseada, no como tú piensas. Pensando en cada detalle, en cada "¿por qué?" de la vida, buscando explicaciones a cosas que solo la vida misma, junto con el tiempo, pueden responder.
Ahí esta, acostado en su cama, sugiriendo cosas para cambiar o mejorar en su vida, pero que sin darse cuenta se quedan ahí, en pensamientos, entre cuatro paredes. Quizás por miedo, quizás por no saber como actuar, pero ahí se quedan, atrapados, prisioneros de su propia mente.
Los sentimientos dan señales, él está ido, pero vivo. Sus lágrimas empapan su almohada vieja y desgastada, llena de sueños, rabias, recuerdos y lunas llenas de soledad. En su mente busca una salida, aunque su cuerpo esté entre las sábanas de aquella habitación fría.
Entre tantos pensamientos, entre tantos recuerdos, se llena aquella habitación tal cual al océano pacífico. Solo resta nadar, nadar para no ahogarse, para escapar de esas pirañas y tiburones armados con dientes de pesimismo.
Su paz es una utopía, la felicidad juega al escondite. En esa noche las ganas se juntaron con la realidad, dando como resultado ese momento en el cual solo viene a la mente esas preguntas que se dicen entre un llanto ahogado y lágrimas que se deslizan por la piel: "¿Por que a mi? ¿Qué hice yo para merecer esto?"
Sin respuesta alguna, y sin darse cuenta, llega una salvación: El Sueño. El cual simplemente invade todo, cual droga al organismo, y sin darse cuenta, él se duerme profundamente. Dejando como huella de esa noche tormentosa un corazón perdido, una mente agotada, un cuarto ahogado en lágrimas y un hombre entre sábanas que busca sin desespero, pero con ansias, su felicidad.