Esta es la segunda parte de una carta que fue enviada en forma de deseo al buzón de la luna.
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Espero algún día poder sentir nervios al decirte que estás cada vez más dentro de mí. Poder verte a los ojos y sentir el brillo de ellos en mi piel.
No quiero escuchar a nadie más diciéndome lo que puede ser bueno para mis emociones, tu sabiduría no se prolonga en cada puesta de sol, se fortalece.
La ansiedad que produce tu ausencia se ha vuelto un libro pesado, no lo quiero leer, me conformo con descifrar la epígrafe, breve y punzante. Imagino la entrelinea de esa historia y siento ya un cansancio que cierra mis ojos, que los hace caer en un constante vaivén de ideas, sin nombre, sin esencia. ¿Será que la ausencia nos lleva a la brevedad de la presencia?, ¿o es que debe existir para poder apreciarla? No lo sé, es raro notar cada cambio que mi cuerpo me muestra a la hora de ser títere de tus emociones, me conduces y manipulas a través de ellas. Se siente raro. Es como si mi autoridad se volviera polvo ante el fuego que exhalas sin temor, sin culpa. Me haces sentir como un gnomo que va buscando refugio en lo más cálido de tu pecho, caja fuerte de tu cuerpo.
Saberte presente en mi frente, es tenerte en cada línea que escribo y reescribo, haciéndote partícipe de cada punto, de cada coma. De cada punto suspensivo, no del punto final, ese lo reservo celosamente.
No pretendo hacerte firmar contratos al momento de recibir esta carta, o este cúmulo de palabras. Quiero, más bien, dejar claro que los deseos son transparentes hasta el día que decidamos pigmentarlos, es por ello que espero dejarte claro que hay miles de caminos esperando que podamos guardarlos en nuestras memorias, y estoy seguro que la imagen de cada uno estará firmada por nuestros rostros. Seremos dos, o uno, si lo prefieres.
Sé del miedo que produce pensar en futuro, y te daré un consejo: -¡No lo hagas!-. Vamos a vivir a diario, a despertarnos con cada sol como si naciéramos en el nido más blanco y puro de la realidad. Que el futuro sea nuestra vivencia, nuestro anhelo de construirnos mutuamente en la integridad del deseo y la cordialidad. Es el destino, verdaderamente, uno de los temas más difíciles de descifrar, pero creo que nosotros podríamos averiguarlo sólo en nuestro acto de reconocernos, de certificar en cada poro que el destino es una cosa que nos mantendrá atados al recorrido físico, como los andróginos de Sócrates, que van coreográficamente avanzando, dejándose llevar por sus sentidos, por el bien común de sus almas. Hablemos del misterio que produce recordar el momento en que nuestros cuerpos se vieron y se encontraron, que ese sea un tema del cual podamos presumir cuando sea necesario.
Hagamos de la ciudad un parque repleto de bancos, donde cada uno sea habitado por nuestros encuentros de tertulia y poder construir millones de edificios llenos de archivos con ideas. Materializar muchas, esconder pocas. Hablar de mosaicos y de pensamientos. Debatir entre acciones y ademanes.
Tal parece que las letras pesan al enviar una carta, por eso he querido ser breve y decirte al menos una pizca de lo que guardo en mi frasco de cosas valiosas.
Sé cuán diferente soy, y no me culpo de mantener una armonía etérea en mis discursos, pero cuando se trata de ti, no puedo centrarme en un pequeño espacio de mi imaginación, eres una fuente inagotable, y como fuente, adoro tomar entre mis manos tu agua.
NOTA:
me acostaré cada noche en el techo de mi casa a seguir contando los luceros,
cada una es como un cuadro de puntos que conforman tu rostro.
Y sí, pierdo la cuenta,
es eso lo que realmente se vuelve interesante,
así te sigo reinventando.
Quien te piensa, tu fiel amante, Gabriel
He tenido la oportunidad de leer ambas partes de esta carta tan, tan, tan ella, tan tú, @roqueluisc. Me dejas sin palabras. Totalmente impresionado. No podría esperar menos de ti. Nos estamos leyendo.