Hay palabras que ciertamente uno no puede emplear sin causar algún sentimiento de aspereza en nuestro interlocutor o interlocutores. Y es pues, que existen palabras pertenecientes al bien en su estado más puro, como también palabras que pertenecen al mal.
Simone Weil, ya nos decía lo fácil que resultar reconocer el criterio de selección de palabras. Como fuerza motora del discurso de los desgraciados, inundados por el mal y la corrupción como una copa de veneno la cual desean compartir en la mesa en clarín de eucaristía, aspiran a alcanzar el bien absoluto en su Logos. Por ello que con precisión quirúrgica, solo escogen palabras que designuen algún bien. Que mencionen a Dios; a veces Dios caudillo, a veces Dios pueblo. Por supuesto que el discurso es mitomanía pura; el corrupto es demagogo. La palabra "derecho" por ejemplo, es una palabra que pertenece al mundo del mal.
La democracia es hija de Atenas, el derecho es vástago del mal.
Por otra parte, la palabra "Loco" me desconcierta en cada uno de sus usos. Hay demasiados y tiene su génesis en la condena.
Recuerdo que A mostró mucha indignación como también un profundo desagrado hacia mi persona cuando me referí aquel mismo día a un vagabundo como un loco de la calle. Aquel hombre estaba sucio, mugriento y apestaba. No portaba camisa ni zapatos tampoco, pero pese a ello, caminaba kilómetros diariamente según los testimonios de las personas que lo conocen y cuentan sus hazañas. Diariamente camina kilómetros como un alma sin rumbo fijo en el estómago del Hades.
–¿por qué lo llamas loco?–pregunta A indignada, para continuar sin darme tiempo para responderle a su pregunta tan directa y prejuiciosa ante mi punto de vista. –Es solo un hombre–dijo. –No posee familia, ni hogar. No tiene nada, siquiera ropa. Que lo vilipendees como loco resulta ofensivo. La sociedad lo ha abandonado. Es la sociedad misma la que está loca y no ese hombre.
–Carga puesto todavía el pantalón–le indiqué. –El pantalón que carga puesto está desgarrado y apenas se sostiene en su cadéra gracias a una cuerda. Pero de todos modos le sirve para cubrir sus partes íntimas. Va por la calle, camina kilómetros de distancia descalzo quemándose las plantas de los pies con el asfalto, apenas unos hilos son lo que sostienen a esa prenda de ropa que seguramente es la única propiedad privada que le queda. Esos mismos hilos, son los que a su vez sostienen al ápice de pudor que también le queda. Está loco porque ciertamente como dices la «sociedad lo abandonó», o mejor dicho, se deshizo de él. Pero ese hombre está nuevamente loco porque se sostiene de la sociedad gracias a esos mismos hilos escuálidos como símbolo de que quizá siente vergüenza de mostrar sus partes en público–. Concluyo, A no responde. Cambiamos de tema.
Y sin embargo, recuerdo que A como tantas otras personas que conozco utilizan la palabra loco para definir a sus ídolos 'pop' por ser diferentes a lo convencional, o a la cara colorida del mercado en algunos casos. Esos mismos ídolos de la pantalla que en su mayoría por cierto, logran ser barrocos en estilo y en cuanto a apariencia física, pero apenas poseen gramos de sustancia. Son tan superficiales como una explicación mística para con un fenómeno físico.
Los llaman locos por ser incomprendidos o estrafalarios, pero los admiran y también los imitan. Y sin embargo, al verdadero loco lo miran con lástima. Al "Loco" de Nietzsche, lo llamaban loco por gritar en la calle a vox populi que Dios había muerto y que a su vez nosotros éramos los responsables de este, el crimen más atroz de todo el universo. Este sujeto jamás estuvo sujeto a la locura por su apariencia. Sin embargo, este mismo loco se sujetaba a sí mismo a la sociedad cuando comenzó a buscar la tumba de Dios en las iglesias y templos.
Admirar a algunos locos y por otro lado, ver con lástima a otros, ¿significará entonces que hay una locura buena y una locura mala? ¿Pero desde cuándo hay locos buenos y locos malos cuando la misma locura es sinónimo de divorciarse de estos dos conceptos?
No creo que aquí exista una doble moral sino una contradicción en esta misma, como también de un pobre uso en cuanto al criterio que tenemos en la selección de palabras.
Quien vive en la ignominia en cuanto a cómo, cuándo y dónde se deben emplear cualquier palabra que pueda brotar de su lengua, simplemente vive asustado dentro de su propio mundo. Es una cárcel que se cree jardín y se debe pedir permiso para recoger unas flores.
¿Y qué es aquella moral ambigua y ese mismo miedo de herir sensibilidades sino la tumba tanto del Éthos como también del Logos propio y colectivo
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Excelente post, felicitaciones!!!!
Muchísimas gracias. :)