"Los fantasmas en el Spiegel" (un capítulo de mi novela de fantasía)

in #cervantes7 years ago (edited)

Simon se quedó esperando a Laura media hora más de lo acordado en el teatro Biary, sitio en donde pautó con Laura reunirse para ver una película. La muchacha de ojos dorados fue cortés con él, y le dijo que había tenido un retraso y que llegaría un poco tarde. Ya lo había aceptado. Laura tenía tres años trabajando en el hotel Spiegel como recepcionista, y probablemente sea la peor recepcionista que haya tenido el hotel en toda su historia, pero aun así el señor Betacounrt, el encargado del hotel no ha podido echarla. Simon junto a otros empleados conocía a los rumores que había sobre Laura y su contratación en el hotel. Uno de los botones había contado que Laura era en realidad una hija del encargado producto de una infidelidad. Todos conocían al señor Betancourt, un hombre de altísimos valores morales y en exceso conservador. Si el adulterio era verdad, resultaría en una mancha oscura muy grande sobre su pulcro expediente moral con el cual siempre ha sido inquisitivo con todos los empleados, desde las mujeres que limpian los cuartos y los pasillos, pasando por los botones y los chóferes; por los vigilantes y los jardineros. No obstante, Simon por trabajar en un bar en donde acudían tantos hombres como también mujeres de todos los tipos, sabía muy bien que calumniar de las formas más ignominiosas y rebuscadas a las personas como el señor Betancourt no era nada nuevo. Cuántos comentarios ofensivos y sexistas no había escuchado de hombres sobre mujeres, de mujeres sobre hombres y de mujeres a mujeres. Los ricos ofrecían la variedad más amplia de chismes. Era tan habitual ver llegar a un empresario de cualquier índole acompañado todas las semanas por una mujer diferente con la cual se emborrachaba y que luego se iba a tirar a alguna habitación como si el Spiegel fuese un motel barato, que el propio Simon había aprendido a disimular muy bien ante tales escenarios, actuando de forma mercantilista sin jamás hacer el comentario de «señor, un placer conocer a su nueva novia». Quizá era por eso que le daban tan buenas propinas.

Una cosa que era cierta con respecto al Spiegel, es que es un hotel de lujo más barato que otros como La Cuerda de Oro, éste otro ubicado en una zona lujosa e la ciudad.

Regresando a Laura, la muchacha a veces se quedaba dormida en el trabajo, o simplemente tomaba algún libro pesado y se iba a leerlo al jardín, o a la fuente; y si no era esto, se quedaba viendo películas o series a través de su portátil. Hubo una ocasión en que una compañera de Laura la denunció con el encargado pero éste hizo caso omiso. Esto ayudó al rumor de que era su hija. Otros decían que era su amante. Pero la versión que Simon manejaba era la de que Laura, esa muchacha de apariencia tan singular y de mirada descuidada cuando se trata de las relaciones humanas, había tenido una vida miserable, de la cual el señor encargado se enteró escuchándola durante la entrevista de trabajo. Simon también conocía que el señor Betancourt, pese a su altura de dos metros, a sus brazos y pechos tan musculosos como peludos, poseía un corazón incluso más grande que estos. Y que detrás de esa apariencia de hombre-oso, había un sujeto con un corazón noble siempre dispuesto a ayudar.

Simon la conoció esa misma semana. Le había resultado muy maja. La muchacha llegó y pidió dos órdenes de langostinos. Simon que también servía como mesero intuyó que tendría un acompañante, quizá otro empleado o una amiga que hubiera hecho en esa primera semana trabajando en el hotel, y a la cual esperaba sentada allí sola en esa mesa. Cuando Simon hubo entregado la orden, Laura seguía sola. En ese momento iba a preguntar por su acompañante pero Laura ya estaba tragando del primer plato. Lau le señaló con un dedo que se sentase y luego le ordenó comer.

—Come. Puedo ver que tienes hambre—le dijo la muchacha. Y la verdad es que Simon tenía hambre, era su hora del almuerzo pero se había quedado trabajando más de la cuenta.—Considéralo un regalo de mi parte. No me gusta ver a las personas aguantando hambre.

—Gracias. Eso es muy amable—dijo mirando al gafete de la muchacha.—Laura. Soy Simon. Mucho gusto. No te preocupes por pagar, los del bar tenemos ciertos beneficios—le dijo sin saber que estas palabras podrían condenarlo. Comenzó a comer. Una vez que los dos terminaron, decidió darle conversación a su compañera.

—¿Podrías contarme por qué no soportas ver a la gente pasando hambre? Y perdona si mi pregunta te importunó.
La muchacha lo miró pensativa con esos dos grandes ojos que resplandecían como el oro.—He visto y sentido el hambre. El hambre hace a la vida una cuestión de vida o muerte. Es dolorosa, seca, pastosa y te enferma. No se lo deseo a nadie.

—Una muchacha muy seria y que sin duda guarda un pasado doloroso—pensó Simon, evitando preguntarle más sobre el asunto no la fuera perdonar. A continuación, cambió a la conversación y esta comenzó a versar sobre el nuevo trabajo y los compañeros de Laura. La muchacha no había hecho migas con ningún otro empleado del hotel hasta hace unos momentos con Simon. Éste le comentó que era necesario tener amigos, quizá no en el hotel, pero sí algunas informaciones relevantes para saber atender a los huéspedes. Laura asintió, le agradeció y se despidió de él y ambos regresaron a trabajar.

Así fue como conoció a Laura, quien a diario seguía la rutina de estar leyendo algún libro al llegar al trabajo, y no parar hasta acabar con seguramente el capítulo que estaba leyendo mientras los ojos inquisitivos de sus compañeros se posaban sobre ella. Más tarde veía alguna película. Algunas veces pudo ver un par a su lado. Las películas que le gustaban eran románticas, de terror, de fantasía, de ciencia ficción; consumía películas extranjeras y parecía disfrutarlas de una forma singular. Simon tenía compañeros cinéfilos, pero tenían otra forma de mirar las películas. Laura las veía a su manera, como si estuviera descubriendo o redescubriendo algo en ellas. Como si tuviera certeza de la veracidad de lo que veía en pantalla.

A los seis meses, Laura comenzó a recibir casi diariamente las visitas de su amiga Andie, otra chica bastante guapa y quien además hablaba y comía el doble que Lau.
Finalmente entró Laura al teatro Biary, cuarentaicinco minutos tarde, pero era de esperarse. Ella se disculpó.

—Laurá—saludó Simon, con algo de nervios, lo cual ocasionó que pronunciara “Laura” con su acento Lumiano. Laura lo escuchó y soltó una risita.
Entraron a ver una película. En el teatro Biary, tienen días especiales en que colocan en pantalla a los grandes clásicos del cine, y en aquella semana había una selección inolvidable de películas. Lau había visto una buena parte y entre las que no, había una que le llamó particularmente la atención Hiroshima mon amour.
Fue una película en blanco y negro sobre una mujer francesa que se enamoró de un soldado japonés que combatió en la segunda guerra. El actor principal se aprendió los diálogos en francés escuchándolo pues no hablaba ese idioma.
A Laura la historia la cautivó. Era una película sobre la memoria, y también la primera película en la historia en utilizar flashbacks.

—Cuando entro al cine a mirar una película, puedo ver a tantas cosas peculiares y luminosas que quedo satisfecha y también fascinada.—Fue lo primero que dijo Laura después de salir del teatro hasta un restaurante acompañando a Simon.

—¿Eres más de las películas o de los libros al fin de cuentas?—preguntó Simon con bastante curiosidad.

—Me gustan ambos por igual—señaló Laura sentándose en una mesa mientras esperaban al mesero.—Los libros me ofrecen la capacidad de conocer una historia la cual mi cerebro puede ir bosquejando imagen por imagen, y así mismo, esas imágenes las puedo reflexionar. En cambio el cine no me permite esto, pero no hace que sea menos agradable. Hay muchas películas que se deben ver dos, tres o más veces. Algunos libros también hay que leerlos varias veces y en cada ocasión te ofrecerán una lectura nueva, lo mismo con las películas. Pero estas últimas me permiten ver cosas a las que no estoy acostumbrada y las cuales antes no podía ni siquiera imaginar.

—¿Cómo qué?

—Como humanos venciendo monstruos. Como humanos luchando entre sí—llegó la carta y comenzaron a mirarla sin interrumpir el hilo de la conversación.—Personas llorando, sufriendo; mujeres siendo libres y siendo esclavas. También me permite ver a antiguos reyes y a antiguos reinos. Ofrecen una reconexión con el pasado y con la memoria de éste mundo que no se deben perder. También ofrecen una conexión con el mundo del otro. Me refiero a la fantasía.

—Hoy estás muy conversadora. Quizá deberíamos ver más películas juntos.

—¿Es esa una estrategia para ligar?

—Ya quisieras, Laurá—respondió Simon bromeando. —Pasas tanto tiempo con Andié que pienso que bateas para el otro equipo—dijo sonando nervioso. Laura en cambio no había entendido esa expresión. Hubo un silencio incómodo el cual se cortó cuando Simon ordenó su comida. Acto seguido, Lau hizo lo mismo.

—Simon, necesito de tu ayuda—dijo Laura muy seria.

—¿Sí, para qué?

—Quizá ya lo sepas. ¿Qué piensas de la situación actual del hotel con respecto al comportamiento de ciertos huéspedes?
Simon se quedó mirándola con frunciendo el entrecejo. Luego reflexionó y recordó a todos los chismes y cotilleos que habían salido las últimas semanas, no sólo por el asesinato de Martin Fritz, sino antes. Los botones hablaban del ostentoso y pretencioso Seymour Poncrator, quien llevaba varias semanas hospedado en la suite presidencial con su pavo real.—Los ricos son siempre los extrovertidos más interesantes porque hacen lo que les dé la gana, Laurá.

—Sí. Ya. Entiendo.—Dijo Laura otra vez con mucha seriedad en su tono.—Pero seguro te has enterado de lo que algunos empleados dicen. De las cosas que traen al hotel desde carros negros a la media noche y durante la madrugada.—dijo bajando la voz y acercando su rostro más a Simon, quien hizo lo mismo—Sé que el hotel cuenta con un área subterránea bastante amplia y es ahí a donde quiero llegar—. Simon la miró pensativo. Qué le pasa a ésta loca. ¿Qué desea hacer allí?

—¿Y por qué quieres hacer eso?

—Digamos que—lo miro a los ojos verdes, Simon apartó la mirada intimidado—quiero saber qué están ocultando, y antes de que digas que no es mi problema ni el tuyo, te diré que el mío al menos sí lo es. Seguramente podrías acceder a través de tus amigos vigilantes. Algunos vigilantes han atestiguado que algunos huéspedes incluidos al propio Seymour Poncrator bajan hasta allá de vez en cuando. Y seguramente hacen algo. Algo que sólo pueden hacer en el Spiegel, lo cual dudo que tenga que ver con que sea barato. Se trata de algo que sólo pueden hacer allí. Después de todo, el Spiegel como todo buen hotel posee fantasmas—dijo Laura sonriendo macabramente. Simon tragó saliva.

—Laurá, yo no creo en fantasmás.

—No tienes que creer en ellos para que sean reales ni para que mucho menos hagan daño. Aunque los fantasmas del Spiegel son buenas personas.
Llegó lo que ordenaron lo cual rompió el hilo de la conversación y se arreglaron en la mesa. Laura tomó un tenedor y comenzó a comer, Simon la siguió.

—Pero algo que es cierto es que el Spiegel tiene muchos menos fantasmas de lo que la historia sugiere que debería tener.

—Prosiguió Laura.

—¿Qué quieres decir?

—Hace más de doscientos años fueron masacradas más de cuatrocientas personas en ese hotel. No obstante—señaló Lau con el tenedor—sólo hay 24 fantasmas, y ninguno vivió en esa época sino que aparecieron después. Me refiero a «después» cuando se formó la República de Mirtril, en la cual vivimos hoy.

—Ya. Pero esas son sólo historias. Yo no soy de éste país pero sé que a eso a lo que te refieres es sólo un mito.—Laura se quedó mirándolo. De pronto, sonó su teléfono celular. Laura miró al identificador de llamadas. Su rostro se iluminó. A continuación, pidió disculpas y se retiró un momento.
Simon dejó de comer mientras esperaba a Laura. A cambio, llamó al mesero y ordenó dos mojitos. Lau regresó unos minutos después con una expresión muy sombría.

—¿Todo bien, Laú?

—Sí. Todo en orden. Era mi hermano. Le debo un gran favor.

—Me hablabas de los fantasmas.—Recordó Simon.

—Sí.—La muerte de Martin Fritz entra aquí en juego. No han podido hallar al culpable y los sospechosos están ya fuera de esto. La autopsia no reveló nada que no pudiera ver con mis propios ojos. Sin embargo, Simón. El asesino de Martin está todavía dentro del Spiegel, y creo que cosas obscuras van a seguir aconteciendo. Espero me puedas ayudar. Si no, tendré que bajar yo sola. O quién, quizá lo haga con Andie. No creo que quisieras dejar a dos chicas allí solas, ya sabes lo que ocurre en las películas.

—Creo que me estás diciendo que no tengo más opción que ayudarte, Laura. Pero esto habrá que planificarlo muy bien.

—Puedo cubrirlo todo.
Después de terminar de cenar bebieron algunos mojitos hasta que Andie llegó a buscar a Laura como habían acordados. Lau se encontraba alegre pero no borracha, en cambio Simon sí que lo estaba y ya no podía mencionar palabra alguna que no fuera en su idioma. Después de un rato y de dar muchas vueltas consiguieron dejarlo en su casa. De ahí Andie se llevó a Lau hasta el departamento de esta.
Allí, Laura le hizo el mismo planteamiento que a Simon, a lo cual Andie aceptó casi antes de que Lau siquiera terminara de explicar la situación.

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En mi pais si que hay talento, me desaparezco unos dias y ya todo evoluciona y mejora viento en popa. Me encanta esta historia, tratare de ponerme al dia con ella.

Muchas gracias por leerme. Eso de verdad me anima.