Relato Personal: Mi casa se quemó.

in #cervantes7 years ago

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Saludos mis estimados amigos, hoy les contaré sobre algo que me pasó y de lo que no me resulta fácil hablar, por lo terriblemente traumático del suceso, pero que necesito exteriorizarlo de alguna manera, quizás para soltar la carga y trascenderlo de una buena vez. Ayúdenme con esta terapia por favor.

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Me llamo Nelly Magdalena ortiz, soy madre soltera de tres hijos, ya dos son mayores con una profesión y una vida de casados ya hecha. La más pequeña Nancy, es quien me acompaña hoy día, aunque ya está por cumplir su mayoría de edad, y era quien me acompañaba aquel día en que ocurrió la tragedia en la que se quemó nuestra casa, para ese entonces contaba con sólo 8 años.
Vivimos en Tinaco, una pequeña población del estado Cojedes – Venezuela, en una barriada como tantas de las que hay en el pueblo. Nuestra casa era completamente de madera, perteneciente a un “dizque” complejo residencial producto de un proyecto que quería promocionar un modelo de casas tipo chalet, construidos en madera totalmente, piso, paredes y techo, pero que más bien parecen “palafitos” porque las construyeron suspendidas del suelo y cuando llueve, se inundan todas.

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Era el 5 de Julio, día domingo, del año 2009- 5:00 de la mañana, el sol aún no asomaba sus dorados rayos sobre la cumbre del Cerro Tiramuto, la única elevación montañosa del pueblo, que se divisa desde cualquier latitud de su geografía llanera, es objeto de leyendas y mitos, como por ejemplo que en su interior existe un brazo de mar y que en cualquier momento se romperá y el pueblo se hundirá bajo sus aguas.

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Era la época, de invierno como lo es ahora, durante toda la noche precipitaba una lluvia menuda y persistente. Para esa fecha yo cursaba una maestría en educación especial, los fines de semana, en unas jornadas extenuantes de 12 horas académicas, por lo que llegué la noche del sábado con Nancy, mi niña más pequeña, que ahora casi tiene 18 años. Llegamos a casa muertas de cansancio, yo me la llevaba a las clases porque no tenía con quien dejarla, mis compañeros de clases y los profesores bromeaban y me decían que ella también iba a ser magister.
Cenamos unas rodajas de mango, que abundaban para la temporada, por ser tiempo de cosecha, porque yo no tenía ánimo de cocinar. Nos acostamos a dormir súper agotadas, miré el reloj y marcaba las 11:00 p.m. ya comenzaba a lloviznar.

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La noche avanzaba fría, cosa extraña porque Tinaco es un pueblo caluroso. Enseguida nos quedamos dormidas, una al lado de la otra, en la misma cama. A pesar del agotamiento, tuve un sueño lúcido, en que pude ver dos calaveras columpiándose en un trapecio, en medio de un desierto, sentía mucho calor y sed.
Tanta sed que sentía la boca seca y la saliva pegajosa, las calaveras se balanceaban en el trapecio y reían en tono burlesco, a la vez que me llamaban hacia ellas con sus manos esqueléticas y neurálgicas. Corría por la arena del desierto con dificultad, sentía las piernas pesadas, pero huía despavorida de las figuras cadavéricas que me acosaban, invitándome a la muerte. Después pude comprender que el subconsciente me estaba avisando que algo muy malo estaba ocurriendo en el mundo real…
No sé cuánto tiempo estuve allí en el sueño, pero fue tan vívido que aún recuerdo como mi cuerpo afiebrado precisaba de agua y como sentía el cansancio como si hubiese corrido muchos kilómetros.
De pronto escuché como un cristal impacta sobre el piso de la sala y se fragmentaba en mil pedazos, el ruido me despiertó de inmediato, sintiendo aún mucho calor, a pesar de que llovía copiosamente y la temperatura había bajado considerablemente.
Me levanté enseguida con el corazón acelerado, a indagar de dónde se había roto el cristal, pensando que se habían metido a robar. La habitación estaba caliente, sofocante, olía mucho a quemado. Pasé el umbral de la habitación, al tiempo que una bocanada de fuego me sorprendió en frente de mi cara, ¡toda la casa estaba en llamas!
Me invadió el terror, la confusión, me bombardearon miles de preguntas sin hallar respuesta, mi instinto de madre me hizo pensar de inmediato en salvar a mi niña. Corro de vuelta a la habitación, mis pies descalzos sentían el calor del piso casi hirviendo, pero no me detuve, la adrenalina no me permitía sentir dolor, y de un tirón desperté a Nancy, sacudiéndola rápidamente para salir lo más pronto posible de eso terrorífico escenario.
_ ¡Hija despierta!, ¡se quema la casa!, ¡tenemos que salir!
_ ¡Que pasa mami! , ¡Qué está pasando!, ¡porque hay tanto calor!
_ ¡Vamos hija!, ¡se está quemando la casa!
Pero no encontraba las llaves, ¡no recordaba dónde las había dejado!
Suelo ser una persona organizada y trato de mantener en casa cierto orden dándole un lugar a cada cosa, precisamente para cuando ocurrieran “esos casos de emergencia”, pero nada nos prepara para esas situaciones inesperadas, por mucho que tomemos previsiones.
Pasé una y otra vez al lado de las llaves y el pánico ¡no me permitía verlas!
La zozobra y la desesperación crecían junto con los gritos de la niña que frenéticamente se aferraba a mi cuerpo. Los vecinos ya estaban arremolinados afuera, ya habían llamado al cuerpo de bomberos y proferían gritos desesperados suplicándome que ¡saliera!, pero ¿cómo?, si ¡no tenía las llaves!, que colgaban en un clavito en la pared de la sala, pero no lograba verlas…
_ ¡Nelly salga!, ¡busque las llaves salga saque a la niña!
Yo gritaba desesperada invadida por el pánico
_ ¡Auxilio nos vamos a quemar no consigo las llaves!
Los vecinos forcejeaban con la puerta tratándola de derribar con palos, tubos y cualquier cosa que pudiera funcionar, otros rodeaban la casa intentando trepar las paredes, pero la casa estaba totalmente cercada, por lo que era de difícil accesibilidad.
De pronto comienza a derretirse el techo que era de madera machihembrado, cubierto de manto asfáltico, me cae un penacho hirviendo que venía directo al rostro de la niña, pero logré esquivarlo y cayó sobre mi mano derecha, provocándome una dolorosa quemadura de tercer grado, desprendiéndome la piel y quedando el hueso del metacarpo al descubierto.
Sentí un dolor tan intenso y desgarrador, y comencé a gritar:
_ ¡Ay, Ay, Ay!, ¡Me quemeeeee!, ¡me estoy quemando, me quemé la mano!

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La niña al ver mi mano quemada comenzó a gritar despavorida y a llorar, el humo comenzaba a asfixiarnos. El fuego consumía vorazmente todos los objetos de la casa, se escuchaban chirridos, explosiones intermitentes, gran cantidad de olores tóxicos se respiraba por toda la atmósfera, vidrios reventándose, la madera crepitaba como gritando de dolor entre las fauces del fuego.

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En un momento de coraje, el instinto de supervivencia se apoderó de mí, me olvidé del dolor, coloqué a Nancy bien pegada a la pared, que daba a la puerta de la calle lo más lejos posible del fuego, y saqué fuerzas de donde no tenía, en un ataque de histeria me aferré a la reja de la puerta principal y comencé a dar fuertes tirones a la cerradura entre gritos, el fuego lo teníamos muy cerca, no había tiempo que perder, o salíamos o nos quemábamos.
Los vecinos logran reventar la cerradura con una llave ajustable, logramos salir, en ese mismo instante llegó el cuerpo de bomberos y la unidad de rescate 171, los socorristas sofocaron el incendio en su totalidad, pero las llamas consumieron la totalidad de la casa con todo su contenido dentro.
Un grupo de expertos se quedaron a rastrear el lugar a fin de esclarecer las causas que provocaron el siniestro, concluyendo que fue un cortocircuito lo que desencadenó semejante tragedia. Nos llevaron a mi hija y a mí al hospital de la población a recibir las atenciones, por fortuna la niña sólo inhaló un poco de humo y yo pues, fui atendida en la unidad de quemados, me curaron la mano, tardó más de un mes en cicatrizar y me quedó una cicatriz de por vida, pero por fortuna no perdí ninguna de mis facultades motoras.

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Nos quedamos en la calle, sin casa, sin ninguno de los enseres, sin ropa, sin documentos, perdí todas mis credenciales, mis títulos académicos, documentación, en fin me quedé en la nada. Es una sensación espantosa de vacío, se pierde la brújula de la realidad, me sentía como en una especie de limbo, que me duró unos 15 días la sensación. La niña padeció un chock post traumático, en el que tenía pesadillas por las noches viendo fuego por todos lados. Pero con terapia psicológica, la música (la inscribí en el Sistema Nacional de Orquestas Simón Bolívar) y con la mejor medicina, el tiempo, ha logrado recuperarse.
Recibimos ayuda de nuestros vecinos, amigos, familiares y las entidades gubernamentales, y hoy día tenemos una nueva casa que poco a poco estamos levantando.
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Bien amigos esto fue a grandes rasgos lo que me ocurrió ese 5 de julio que dentro de cuatro días se cumple un año más de esa terrible tragedia, pero lo importante fue, que nos dejó con vida y con mucha fe y esperanzas, porque lo material siempre se recupera.

Hasta una próxima oportunidad.

Mil gracias

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Qué fuerte y cruda vivencia.

Gracias a Dios no llegó a una tragedia mayor, pero es doloroso ver todo esfumarse de un momento a otro.

Espero que compartirlo por acá te ayude un poco, imagino que aún se siente miedo cuando se acerca esa fecha.

Hola amiga @bellsucristo gracias por detenerte a leer mi historia.Gracias a Dios salimos airosas de la situación y si es una sensación de temor y angustia cuando se acerca la fecha de cuando ocurrió la tragedia, pero Dios es grandioso y siempre nos protege.Gracias.

No puedo ni imaginar el temor que sintieron en ese momento, realmente esto me parece muy impactante.

Así es amiga @aire.delmar, muy fuerte de vivenciar pero aquí estamos viviendo y luchando y agradecidas con la vida por una nueva oportunidad.Gracias a tí tambien por apoyarme.

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Amiga es duro vivir asi con los traumas pero se que se superaran poco a poco, abrazos

Que momento tan difícil viviste... Animo sigue adelante... Un abrazo desde Mérida...