Ella solo necesitaba ese instante, donde su cuerpo escapaba en cada paso de los suburbios. Marchando hacia el reencuentro con su esencia vivificante. En aquel recóndito lugar, se despojaba de las trivialidades de su entorno y podía sentir la calma y la fuerza del mar en su piel. Solo eso bastaba para abrigar la magia del momento, donde su detalle favorito era la caída del sol al mar infinito en un silencioso y llano atardecer. Es entonces, en ese preciso momento cuando ella deseaba parar el tiempo con un suspiro agradecido, para continuar su caminata descalza por un mundo de tacones y prototipos, siento un alma libre empoderada de su ser, amándose a sí misma, a cada una de sus imperfecciones que la hacían especial y perfecta a su manera, alejándose en cada paso de ser un simple títere de una vana y desmantelada sociedad.
A veces olvidamos la importancia de apreciarnos y valorarnos tal cual como somos y nos dejamos pisotear y humillar. Es importante tomar las riendas y amar cada centimetro de nuestra piel, porque el mundo es así y en él no existe ningun habitante perfecto. Dirige tu mismo tu actitud que realmente es lo que importa y saca a relucir lo mejor de tu personalidad que todo ser sobre la Tierra derrocha belleza solo que la mayoría de las masas hoy día está contaminado con esos prototipos de bellezas. El día a día se reduce a hacer todo lo posible por parecerse a algún personaje de la televisión pero ¿por qué privarnos de tantos placeres para lograrlo? olvidemos el refrán "para ser bellos hay que ver estrellas" y preocupémonos en buscar nuestra verdadera belleza, no para ver estrellas sino para alcanzarlas y estar a su nivel.
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