Hace algunas semanas encontré una lista en la que se recomendaban 99 películas del siglo XXI y al revisar los títulos me di cuenta de que ya había visto más de las 2/3 partes de ellos y que muchas de las que no había visto se encontraban en mi lista de pendientes (entre ellas, True Grit, reseñada recientemente). Así que en los últimos días he estado viendo algunas de esas películas que ya pensaba ver y también me he aventurado con algunas desconocidas para mí hasta entonces.
Una de esas novedades fue la película sudafricana de ciencia ficción llamada District 9 (Distrito 9), estrenada en 2009, que cuenta una historia más de extraterrestres y naves espaciales, pero con un giro distinto. Un día cualquiera una nave espacial se estaciona en el cielo sobre Johannesburgo (Sudáfrica). Es enorme y parece poseer una tecnología superior a la humana, pero los días pasan y no hay ninguna señal de movimiento o intento de comunicación por parte de nuestros visitantes, ¿han venido en son de paz? ¿es una invasión? ¿quiénes son? ¿de dónde vienen? todas estas preguntas surgen entre la población mundial que no tarda en elevar el tono de sus interrogantes ¿y si quieren hacernos daño? ¿y si es una trampa? Ante la ausencia de respuesta, los humanos deciden entrar por la fuerza. Un operativo militar llega en helicópteros e irrumpen en el interior de la nave abriendo un boquete en la estructura, sólo para encontrar miles de alienígenas famélicos y moribundos. Para ayudarlos, se decide crear un área residencial para ellos, allí mismo en Johannesburgo, que se bautiza como Distrito 9, nombre muy elegante para un basurero que no es más que un campo de concentración.
Todo esto es rápidamente explicado al inicio de la película a través de grabaciones de tipo documental (herramienta efectiva a la hora de involucrar al espectador en la historia), pero la trama arranca veinte años después de estos eventos, por lo que ya los alienígenas, despectivamente llamados langostinos, a causa su apariencia, tienen algún tipo de relación con los humanos y logran comunicarse, aunque no lo hacen en un clima de igualdad porque siguen recluidos en el distrito 9 en el que además operan bandas delictivas y de tráfico de mercancía (armas incluidas) que están en manos de criminales nigerianos: para los extraterrestres, el Distrito 9 es una cárcel. Y en esto, el enfoque me parece original, porque es la primera vez que veo una película en la que los extraterrestres viven en nuestro planeta en condición de refugiados y de allí se desprenden múltiples reflexiones.
La primera de ellas es que es natural proyectar en los langostinos el drama que viven los refugiados de nuestra propia especie a lo largo y ancho del mundo: pésimas condiciones de vida, xenofobia (en la película hay movimientos populares que piden la tierra para los humanos y quieres que nuestros visitantes se vayan a su propio planeta), discriminación y por supuesto, se encuentran en un limbo legal y geográfico. No son de aquí, ni de allá, no pueden quedarse ni pueden volver (su nave se encuentra averiada), ¿les suena familiar?
En medio de este contexto, transcurre la historia de un hombre, trabajador de las Naciones Unidas, líder de un proyecto de reubicación de los alienigenas quien, tras exponerse al contacto con una sustancia extraña, comienza a experimentar una metamorfosis sin precedentes. En él, el ADN humano se fusiona con el ADN alien y sus compañeros científicos lo raptan para someterlo a estudios en un laboratorio secreto al que también llevan extraterrestres como conejillos de indias, cosa que él desconocía. La trama sigue por un lado los intentos de este hombre por escapar, salvarse y buscar la forma de revertir su metamorfosis; y por el otro, los intentos de uno de los extraterrestres que, junto a su pequeño hijo, busca la forma de llegar hasta la nave que permanece detenida en el cielo y marcharse para buscar ayuda. El camino de estos dos personajes se entrecruza y suman esfuerzos en una serie de eventos, persecusiones y aventuras que crean un lazo especial estre dos individuos de especies distintas que se entienden más allá de la comprensión de sus semejantes.
Hace algunas décadas, la mayoría de las historias pintaban a los extraterrestres como razas superiores que querían invadir la tierra, esclavizar a los humanos e incluso matarlos. Sin embargo, en los últimos años han aparecido historias en las que somos los humanos quienes hacemos daño a estas especies que no siempre son malintencionadas. Un ejemplo de ello es la desmedida ambición humana que se ve en Avatar y otro es esta District 9 en la que, si bien hay naves espaciales y extraterrestres, el mensaje central es el retrato de una humanidad cruel con los aliens que encubre un trato desigual con sus semejantes. Los humanos somos los verdaderos villanos en el universo.
Esta película es un reboot del cortometraje de 2005 Alive in Joburg, del mismo director Neill Blomkamp que para esta ampliación de la historia contó con la colaboración de Peter Jackson y aunque parezca increíble para este tipo de historias, se llevaron siete nominaciones a los BAFTA y cuatro a los premios de la academia, incluida la de Mejor guión originak. A pesar de lo descabellado de algunas escenas, es el mensaje central el que logra darle valor a la cinta, por toda la reflexión que se desprende de cómo tratan los seres humanos a sus refugiados extraterrestres, porque aunque sean crueles y despiadados, resultan creíbles y es allí en donde nos toca profundamente la historia porque sabemos que en una stuación similar, probablemente eso sería lo que ocurriría, ya que en la actualidad ocurre en el trato que damos a nuestra propia especie. Para mí, es una cinta de 6,5/10 puntos y una buena opción para los amantes de la ciencia ficción, pero también para las mentes más reflexivas a quienes les gusta estimular su mente en cualquier contexto, esta película les hará ver más allá de las estrellas y reflexionar sobre nuestra esencia humana.