Hablando de manera general, la conciliación es un proceso que persigue la búsqueda y logro de acuerdos entre partes en conflicto. Aplicada a las familias, estas partes pueden ser los padres o personas cuidadoras, entre ellos y otros miembros del entorno familiar o, incluso, entre ellos y sus hijas e hijos. En todo caso, para ser efectiva, requiere de la disposición de las partes para llegar a tales acuerdos, lo que pudiese incluso significar el que estén dispuestos a admitir la intervención de un mediador o mediadora para facilitar las conversaciones y encuentros necesarios para que dichos acuerdos se planteen, validen y asuman.
Aunque hay conflictos que pueden resolverse sin que sea necesaria la mediación, la presencia de una persona mediadora puede tornarse esencial para que el proceso llegue a buen término o para contener daños mayores, sobre todo cuando son problemas complejos para los que no se vislumbra rápida resolución. Allí, aunque las personas en conflicto accedan inicialmente a conciliar y se perciba que su intención es sincera, pudiesen presentarse ciertas dificultades, de las cuales mencionaré al menos tres:
1. Que se inicie el proceso, pero no haya continuidad. Ello podría deberse incluso a factores del contexto que imponen otras demandas materiales y emocionales a las partes en conflicto. Por centrarme en el contexto reciente, la pandemia genera grandes cargas en el ánimo de las personas y fuertes desafíos económicos y de convivencia que, como es lógico, las puede predisponer y hasta indisponer a la conciliación, inicialmente aceptada y precisamente cuando esta puede ser más necesaria. A ello se debe sumar el esfuerzo que debe hacer quien hace la mediación para mantener la objetividad en circunstancias en las que también su ánimo y ecuanimidad se ven afectados por el mismo contexto.
2.La dificultad de lograr apertura y honestidad de las partes. La mediación se puede ver comprometida si hay aspectos del conflicto que no son planteados a la persona mediadora. No ver el panorama completo puede degenerar en el planteamiento de propuestas que, al final, no vayan en el mayor interés de las personas involucradas o afectadas por el conflicto.
3.Acuerdos alcanzados que quedan solo en papel. Es probable también que, aunque se pacten los acuerdos, estos no sean respetados por una o ambas partes, o se les altere en el camino y por ello se requiera o se solicite una nueva mediación con base en otros enfoques o buscando otros compromisos. Ello demandará paciencia y tolerancia de la persona mediadora en caso de que se le solicite continuar en el rol de mediación o de contención.
Como estrategias para afrontar esos problemas:
A.- “Mapear” una propuesta de mediación con conocimiento (y participación) de las partes en disputa, intentando desde el principio tratar de conocer sus intenciones reales de conciliar. Básicamente sería plantear el acuerdo previo de seguir el proceso de conciliación hasta lograr algún acuerdo o determinar, objetivamente, las probabilidades de que ese acuerdo se alcance.
B.- Este mapeo inicial puede ayudar también a determinar aquellos nudos en la comunicación que impidan avanzar, puesto que no se ha dicho todo lo que debe decirse con honestidad. Las reuniones por separado con las partes en conflicto y luego grupales, si ello es posible, pueden ayudar a aclarar el panorama. La discreción, asimismo y la actitud abierta a la escucha imparcial puede ayudar a fundar las bases de confianza necesarias para que el proceso de mediación sea efectivo.
3.- También es importante chequear en todo momento del proceso cómo sigue la voluntad de mantener los compromisos establecidos para, concluida la mediación, verificar que sus resultados sean logrados. En caso de que se perciba que ello no es posible, proponer anticipadamente los cambios que se identifiquen como útiles o consultar si más bien se detiene el proceso antes de que el mismo concluya con acuerdos de papel o una mayor frustración dado el fracaso de la conciliación.
La comunicación es clave
Aunque pareciera obvio el declarar que una buena comunicación es fundamental para establecer procesos sostenibles con los cuales podamos conciliar nuestros desacuerdos, no siempre es tan sencillo lograr un buen flujo comunicativo, comenzando porque, es precisamente la incapacidad de establecer comunicaciones asertivas, la que motiva que las disputas se presenten. Sin embargo, debe ser alli donde se centren gran parte de los esfuerzos en todo momento de la conciliación y luego de propuestos los acuerdos.
Una buena mediación debe ser capaz entonces de propiciar los entornos favorables para que la comunicación efectiva se verifique y, con ello, garantizar que los conflictos se diriman a satisfacción de las partes.
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